Algo haremos mal

Hace meses que muchos vemos con cierto estupor, dolor e incertidumbre la irrupción de la extrema derecha con partido propio en nuestro país, pero vemos con mayor incredulidad que haya personas que, sin haber gozado jamás de una posición fácil, se muestren favorables y les voten.

Claro que hay que combatir el discurso del odio con argumentos y tratar de poner freno a la expansión de soflamas vacías y provocaciones que lo único que buscan es alimentar los miedos al diferente apoyándose en la ignorancia. Y claro que es obligación del resto de partidos mostrar sus incoherencias y presentar propuestas. Pero no podemos quedarnos ahí.

Si desde los partidos de izquierdas no somos capaces de ofrecer un discurso que ilusione, convenza y movilice a nuestros conciudadanos más frágiles alguna responsabilidad tendremos. La clave puede encontrarse en que trabajamos tanto nuestras propuestas como nuestros discursos de una manera demasiado sectorizada.

Es fundamental trabajar por la igualdad de género, el colectivo LGTB, las personas migrantes, los trabajadores precarios, jóvenes, etc. Pero debemos replantearnos la perspectiva. La esencia de la izquierda está en la lucha contra la desigualdad y la búsqueda de mayores cotas de justicia social, y el mal común que afecta a todos los colectivos a los que nos dirigimos es, precisamente, la desigualdad.

Por ello tenemos que recobrar la conciencia de clase, que no es un invento trasnochado del XIX, sino la identidad común de la mayoría que menos facilidades tiene. Desde la izquierda tenemos que fomentar esa conciencia como herramienta para que todos aquellos que sufren la desigualdad, tenga el matiz que tenga, defiendan y luchen por los derechos del resto.