Eduardo del Rincón y Ricardo Pérez, pastores desde hace 48 años, saben que la trashumancia se perderá para siempre cuando se jubilen. Sienten que los precios han subido y las ganancias han descendido por lo que creen que dentro de muy poco la trashumancia llegará a su fin "porque no es rentable". En Tierras Altas nos abren las puertas de su vida, su negocio y sus recuerdos.
La trashumancia llega a su fin. Así lo sienten y lo trasmiten las dos últimas familias de pastores trashumantes de Tierras Altas de Soria. Tras 48 dedicándose al campo y siendo trashumantes, Eduardo del Rincón y Ricardo Pérez sienten que, cuando ellos se jubilen, la trashumancia se pierda para siempre.
Ambos se criaron en el campo, recorriendo con sus padres Tierras Altas y no tan altas, ya que durante los inviernos bajan con sus ovejas merinas a Extremadura y Ciudad Real. Sus vidas están divididas por estaciones, siempre viajando por y para sus ovejas merinas.
“Ser pastor es mucho más duro que lo que la gente piensa”, nos cuenta Eduardo. Sus rostros reflejan el desgaste que produce la vida en el campo. Además, Ricardo recuerda que “no es solo un oficio bonito, con vistas preciosas y embriagado de paz, sino un trabajo muy sacrificado, esclavo y de mucho desgaste físico”
El oficio no es rentable, Ricardo y Eduardo lo tienen claro. Los precios han subido y las ganancias han bajado. “El único beneficio económico que sacamos los ganaderos de nuestras ovejas es lana y carne”, asegura Eduardo del Rincón. Los pastores comparan la vida actual con la de hace al menos 40 años. Los tiempos han cambiado y con ellos, también la trashumancia.
Los padres y tatarabuelos de nuestros pastores hacían la trashumancia andando, posteriormente se hizo en el llamado ‘tren ganadero’ y hoy, en 2021, el viaje lo hacen en camión. No solo ha cambiado la forma de trasportarlas sino también el número de pastores que acompañaban al rebaño. En el siglo XX, había un pastor para cada 200 ovejas y ahora, hay un pastor para 1.200/2.000 ovejas en Tierras Altas. Ricardo comenta que este oficio es una forma de ganarse la vida, pero no de ganar dinero. El pastor añade que antiguamente, los ganaderos que tenían ovejas sí era rentable, pero eso se acabó y ahora ya no tiene futuro.
Ricardo, de familia trashumante desde 1830, es la sexta generación de pastores de Navabellida junto a sus dos hermanos Basilio y José María. Nos cuenta que, además de seguir con la tradición familiar, también conservan la genética de la oveja merina pura, ahora en peligro de extinción.
El trashumante nos cuenta desde su experiencia que “hoy en día ser pastor es muy duro, pero trashumante más todavía.” Ser pastor no es simplemente estar con las ovejas todo el día sino también estar pendiente de otros factores como el temporal. “Mucha gente piensa que ser pastor es ir todo el día con las ovejas de paseo, pero dentro de este mundo, debes tener conocimientos básicos de todo”. Nos explica que se debe entender de enfermedades, se tiene que saber por qué zonas tienen comida para llevarlas o por ejemplo, se necesita controlar la época en la que se tiene que cambiar de lugar.
El pastor hace la trashumancia a Trujillo, pueblo de la provincia de Cáceres. Allí lleva bajando alrededor de 44 años con sus dos hermanos, Basilio y José María. En Cáceres está aproximadamente durante siete meses y baja en torno al 30 de noviembre para pasar el invierno y sube a tierras sorianas el 20 0 30 de junio.
El pastor trashumante asegura que “no es un oficio rentable, es una forma de ganarte la vida pero no de ganar dinero.” Pero que, “antiguamente, los ganaderos que tenían ovejas sí ganaban mucho dinero y sí era rentable.”, indica Ricardo.
Dice que cuando se jubile cree que todo esto se va a perder, ya que hay muchos jóvenes que se meten en el mundo de la ganadería solo por las subvenciones que les dan y comenta que “si vas con esa idea, lo vas a acabar dejando, tiene que ser vocacional.”
Ricardo explica que es un trabajo muy esclavo pero que el lado positivo del oficio es que nadie te manda, estás en plena naturaleza y no estás estresado. Lo que sí tiene claro es que “un pastor no se hace, nace con ello y que para dedicarte a este oficio tienes que haberlo vivido, tienes que llevarlo en la sangre”.
Eduardo, pastor por tradición familiar desde los 16 años, asegura que “un pastor es de donde nace y no de donde yace” cuando le damos a elegir entre sus “dos vidas” en Soria o Ciudad Real. Él siempre se sentirá soriano allá donde vaya. El pastor trashumante no deja de repetirnos que “este oficio no tiene futuro” y que aguantará hasta que se jubile, dos o tres años más y luego, pondrá fin a toda una vida dedicada al campo. Padre de dos hijos, el pequeño de 18 años quiere seguir los pasos de su padre, pero Eduardo quiere para su hijo “más opciones, un futuro diferente”.
Del Rincón nos explica que tiene 1.200 cabezas merinas y que hoy en día no puede vivir de ello, para él no es un oficio rentable. Para que este trabajo lo fuese, se tendría que llevar más volumen de ovejas y que cambiase la perspectiva, que no se tuviese que estar las 24 horas del día con las ovejas. “Eso con el paso de los años acaba pasando factura en la salud”.
El 15 de noviembre Eduardo hace la trashumancia hacia Brazatortas, pueblo que pertenece a la provincia de Ciudad Real, allí tiene su segundo hogar. En Brazatortas pasa ocho meses durante el invierno ya que las ovejas pastan mejor en esa zona debido a que el invierno no es tan frío como en tierras sorianas. El viaje de vuelta a Tierras Altas lo comienza aproximadamente el 20 de junio para pasar todo el verano en la zona hasta que regrese de nuevo a Ciudad Real. Dice que no le resulta complicado “llevar dos vidas”, ya que está más que acostumbrado a vivir en dos lugares diferentes durante el mismo año.
El pastor compara ambos sitios y nos comenta que “la vida con las ovejas en Brazatortas es más fácil porque allí los pastos están vallados y no tiene que estar tan pendiente de las ovejas.” En Soria, sin embargo, es “más duro debido a que debes dedicar al rebaño muchas horas a lo largo el día para que no lleguen a la carretera o se junten con otro ganado.” Al preguntarle si se siente más soriano o ciudadrealeño, Eduardo nos contesta que “cada uno es de donde nace, no de donde pace”, por lo que él siempre se sentirá soriano allá donde vaya.
Antiguamente la trashumancia la hacía andando, era más rentable, dice que la modernidad también le ha encarecido más. Hoy Eduardo paga por cada viaje en torno a 1000 euros, en su caso, abona alrededor de 4000 euros por la cantidad de cabezas que tiene. Además, no solo el viaje es costoso, también lo es los 38.000 euros que paga entre los pastos de Ciudad Real, los portes y el pienso del ganado y comenta que “con esos precios no hay futuro”. El trashumante indica que lo único que saca en beneficio económico de las ovejas es la carne y la lana, pero no es suficiente en comparación con tantos gastos.
No todo es negativo en este trabajo para Eduardo, también existe una parte humana, un aspecto positivo que vale la pena. Dice que, después de estar tantos meses fuera de casa, es gratificante volver y estar con la familia, con los amigos y con toda la gente que no has visto en tanto tiempo.