El club Aeromodelismo Soria retoma su cita anual con una treintena de modelos procedentes de cinco comunidades autónomas. Un espectáculo siempre fascinante que ha estado interrumpido por la pandemia.
Los reencuentros siempre son agradables. Y más si se trata de aficiones que la pandemia ha dejado latentes, hasta que han quedado atrás muchas de las restricciones precisas de asumir. Y hoy, sábado, tocaba el turno al cielo de Velilla de la Sierra, donde ha tenido lugar un festival de aeromodelismo amparado por el Club Aeromodelismo Soria. En una jornada radiente, y con un viento que no ha alterado, la cita se ha cerrado con éxito, pese a no haber sido celebrado el habitual torneo que en torno a San Saturio, tiene lugar en las instalaciones de la localidad anualmente.
Un total de 19 pilotos, provenientes de Aragón, La Rioja, Castilla-La Mancha y de Madrid, además de anfitriones, volvían a saludarse y compartir la experiencias retrasadas, pero vivas en la retina. Treinta maquetas, de todo tipo y como siempre, de esmerado cuidado, veían levantarse la lona sobre sus alas y lucir a cielo abierto. Y es que el azul soriano siempre imprime libertad.
El Club Aeromodelismo Soria cuenta con 42 asociados que miman sus recreaciones que en muchos casos han salido de un taller casero utilizando materiales inimaginables. "Hay socios que se han construido su avión con cajas de cebollas. En su interior aparece, en la madera, 'cebolla dulce'. Y después viene ensamblar, pegar, y pintar". Así lo relata a Soria Noticias Sergio Moreno, uno de los entusiastas del club.
Y es que ver surcar el horizonte con aviones en miniatura -los drones al uso merecen un mayor número de licencias- o helicópteros, en muchos casos eléctricos, siempre maravilla no solo a los pequeños, sino también a los menos jóvenes. Más aún cuando, por poner un ejemplo, aparecen en escena pilotos como Alberto Martín Aranda, un magnífico experto en el vuelo acrobático, que maneja a distancia su F3A con una soltura que parece sencilla, pero no tanto. Rasantes, vuelos en tonel y demás acrobacias imposibles, la pasión por imitar en miniatura modelos legendarios de aviones militares que rujan con el mismo sonido que los originales es uno de los ejemplos con los que esta sana y gratificante afición premia a sus seguidores.
En esta ocasión también se ha repetido el tradicional lanzamiento de pequeños paracaídas con paquetes de 'chuches' que han sido soltados por uno de los aviones. Algo que hace décadas viene haciéndose y que ha vuelto a entusiasmar a los pequeños, y ha producido, también, una sonrisa en los mayores, antes de concluir el festival. Después, comida de hermandad en Garray, a esperar al año que viene.