El entusiasmo y la pasión hacia su profesión se han convertido en las armas más poderosas de Laura Rupérez, quien a sus 23 años trabaja como terapeuta ocupacional en los ámbitos de geriatría y pediatría, labor que ocupa en Soria y en El Burgo bajo una premisa: “capacitar a las personas para que desempeñen sus actividades diarias con la mayor autonomía”.
Entre los habitáculos más recónditos de una residencia de ancianos o entre las salas de un centro especializado puede ejercerse una misma labor, bajo una misma figura, importante y esencial, desconocida para algunos, pero que facilita la vida de miles de personas cada día: la del terapeuta ocupacional. Es el caso de Laura Rupérez, cuyo entusiasmo se ha convertido en el arma más poderosa para ejercer una profesión “que va cogiendo ritmo”, a pesar de la falta de información al respecto. “En el medio rural se desconoce mucho nuestro trabajo y se valora menos porque no hay acceso a demasiada información. Se nos confunde con monitores porque hacemos actividades y juegos, pero no sólo es eso. Para hacer un buen trabajo, y esa es la magia de la terapia ocupacional, realizamos evaluaciones exhaustivas a las personas y trabajamos sobre sus capacidades para mejorar sus limitaciones”, explica.
La joven, natural de San Leonardo, estudió terapia ocupacional en Salamanca, a pesar de caer en la trampa de muchas personas que confunden la disciplina por desconocimiento. Con la ayuda de su tía investigó y llegó a la conclusión de que lo que pensaba que era fisioterapia era, en realidad, terapia ocupacional. Ahora ejerce como tal y lo hace rodeada de niños, animales y personas de la tercera edad mediante la integración sensorial.
Para Laura, “no se trata de vivir muchos años, sino de tener una calidad de vida normal, es decir, de dar calidad de vida a esos años”. La terapia ocupacional, como explica, “ayuda a optimizar todas tus funciones para que puedas desarrollarte de manera autónoma, independiente y llevar una vida con la máxima calidad”.
El desempeño del terapeuta ocupacional no se limita a un núcleo en concreto ni a un individuo en particular, sino que puede establecerse en centros donde sea necesaria su labor o en los propios hogares. Las residencias de ancianos cuentan con la presencia de estos profesionales con el objetivo de mejorar sus capacidades. En concreto, se evalúa a todos los usuarios teniendo en cuenta “su nivel cognitivo -memoria, cálculo, concentración- para valorar su nivel funcional y de independencia”, es decir, analizar qué es capaz de hacer la persona en sus actividades cotidianas (vestirse, trasladarse, comer solos, etc.).
Aunque parezca una labor sencilla, para Laura no lo es, pues se trabajan áreas muy diversas que van desde motricidad fina, artrosis o nivel cognitivo hasta las propias adaptaciones al entorno (cucharas adaptables con mangos más gruesos para facilitar la comida) o el asesoramiento a las familias. “Las terapeutas no sólo trabajan en las residencias, nuestro entorno también necesita una estimulación que precisa una evaluación para conocer qué áreas del cerebro están deterioradas, cuáles son sus gustos, etc. Hay que normalizar la participación de un terapeuta ocupacional en las casas y con otros individuos que vean limitadas sus capacidades en el desarrollo de sus actividades cotidianas”, apunta.
En cuanto a los niños, la terapia ocupacional “se estimula mediante el juego porque es su actividad significativa”, igual que para los adultos suele ser el trabajo, que es donde se desarrollan. Mediante el juego aprenden, explorar, reconocen comportamientos y respetan normas: “Cuando un niño está agitado lo que hacemos es evaluarle personalmente y trabajar con su entorno. Se hacen evaluaciones estandarizadas, observaciones, cuestionarios, para analizar su problema y detectar las características o imput que tenemos que trabajar”.
En el ejercicio de su trabajo, son varias las posibilidades existentes para aplicar el conocimiento del profesional a las necesidades del usuario. Las Terapias Asistidas con Animales con un recurso muy útil para trabajar con individuos con perfiles funcionales. De hecho, Laura aplica esta técnica con los niños para “trabajar la compañía y el respecto” y mejorar sus funciones físicas, cognitivas, emocionales y relacionales.
Creatividad a demanda
En el día a día, Laura siente la necesidad de comprometerse con las tareas que realiza, por ello, todo lo que realiza lo hace creando materiales en función del paciente, de su proyecto de vida, de su historia personal y profesional. Cada ejercicio se asocia a cada persona y las intervenciones funcionan acorde a sus “gustos y preferencias para estimular sus funciones deterioradas o que ayuden a prevenirlas”. Por ello, trabaja los sentidos desde la integración sensorial, fomentando los gustos mediante juegos, orientaciones, recordatorios de fechas importantes y significativas.
Los cuadernos de vida se convierten en una pieza específica para posteriormente, “con las cosas cotidianas que todo el mundo conoce, se pueda realizar una intervención adaptada a las necesidades de la persona con la que trabajamos”.
Prevenir, estimular, fomentar y recuperar el interés, ayudar a los usuarios y conseguir, con esfuerzo, que su trabajo se reconozca y se valore es, para Laura, el compendio de una ardua labor que va dando sus pasos y que sólo los terapeutas pueden hacer a través de la creatividad. “Un monitor de ocio, por ejemplo, puede hacer un juego, pero nuestra labor consiste en ver lo que estamos haciendo, por qué lo estamos haciendo y cómo lo estamos haciendo. Buscar recursos y generar ideas que requieran un planteamiento nuevo a la hora de proponer una actividad es fundamental”, puntualiza.