La Escuela de Folkrore de El Burgo de Osma enseña a niños y adultos las técnicas más tradicionales de la danza, la percusión y las dulzainas. El objetivo, recuperar las viejas costumbres y las tradiciones.
Hace algunos años, todavía era posible visualizar en El Burgo de Osma una pequeña sala de ensayos con niñas bailando danzas y algún pequeño atrevido. A veces vestían el traje regional, otras liaban sus manos entre castañuelas. Aprendían, bailaban y disfrutaban. La tradición se desdibujó, pero la ilusión y la demanda ha provocado que la práctica vuelva a la villa con ganas de hacer tributo a la usanza.
Es sábado. Son las once de la mañana. No es la misma sala, pero hay niñas y mujeres dispuestas a darlo todo y a desconectar de sus labores. Agustín Pindado Castilla vive entre Aranda de Duero, su municipio natal, San Esteban de Gormaz y El Burgo para hacer llegar una demanda en la que suelen faltar hombres dispuestos a enriquecer un grupo que trate de retomar las viejas costumbres. “Precisamente, la gran carencia de este grupo, y algo que suele darse, son los hombres. La proporción es notable, no hay ningún requisito, pero a los hombres les cuesta más”, asegura este músico y formador de la Escuela de Folkrore de El Burgo, que acaba de incorporar la jota a su oferta formativa.
El músico es el artífice de un proyecto que arrancó con dulzaina y percusión en el curso 2018-2019 y con el que continúa. “Hace cuatro años se me propuso la idea de venir a enseñar todo lo relativo al folclore porque ya había usuarios que tenían que trasladarse a San Esteban para tocar la dulzaina”, asegura. Fue entonces cuando empezó su andadura y desde octubre de 2021 cuentan con un grupo de danza compuesto por once mujeres. “Había gente interesada y decidí apostar por El Burgo. Soy empleado en Aranda, me contrataron en San Esteban y arranqué esta escuela por demanda popular, para dar un servicio que creía que faltaba”, añade.
Con respecto a las dulzainas, Agustín Pindado explica que “están funcionando bien”, pero considera que, “para una población de 5.000 habitantes es algo escaso el promedio de gente que se apunta a actividades tradicionales”. No obstante, asegura que se trata de “ir poco a poco e ir arrancando, más con los años de pandemia que hemos vivido”.
En cuanto a la percusión, la escuela se centra “en caja y bombo porque es lo que más se demanda y es lo que más se usa en la calle”. Sobre la metodología, la Escuela ofrece clases colectivas de una hora semanal compuestas por alumnos “con un perfil similar mediante niveles y compatibilidad de horarios”. También existen clases individuales de 30 minutos “más individualizadas donde se trabajan las habilidades personales”. En todas ellas, “se trabaja la técnica y se aplica a diferentes ritmos que se pueden encontrar en el repertorio tradicional”, apunta Agustín.
En danzas, empiezan con un calentamiento, repasan cada paso que han ido aprendiendo y van incorporando uno nuevo. Para Agustin Pindado “es un honor poder recoger las jotas en un grupo heterogéneo de mujeres que están deseando que llegue su hora de los sábados para divertirse, hacer cardio y desconectar”. No obstante, anima a que participen más personas y a que se atrevan más hombres.
Los requisitos, argumenta el músico, no son más que tener “ganas, querer divertirte y ponerte en forma también”. Pero resulta imprescindible “poder recuperar estas cosas que forman parte de nuestra esencia y se nos están olvidando”, apunta. “Ha quedado un periodo de sequía, aunque es cierto que en fiestas se oyen las dulzainas, en las matanzas también, pero no hay un despertar de la gente, ese sentir”, añade Agustín.
Para que la disciplina funcione como antes, el arandino explica que sería necesario que “las administraciones se volcaran por recuperar lo que es nuestro”. A pesar del gran auge que tuvo el folcrore durante la década de los años 80 y 90, considerada que “existe un retroceso que necesita un respaldo para que esto tenga un papel en la sociedad”. De momento, las dulzainas, la percusión, y ahora la danza, han llegado a la villa episcopal. No sabemos cómo será el porvenir, pero esperemos que, poco a poco, se puedan ir añadiendo instrumentos, crezca el arraigo popular, se forme a un alumnado y se celebren actos con tanto éxito como la exhibición que hicieron en el homenaje a La Palma.