San Juan: Las Fiestas eternas que nunca dejan de cambiar

Que las de 2022 serán unas fiestas históricas es algo que no duda nadie. Lo que no podemos tratar de adivinar es qué cambios nos traerán. Quique García, de la Asociación Cultural Nuestras Fiestas de San Juan (NFDSJ), señala 1914 como la fecha en la que se puede comenzar a hablar de las fiestas tal y como las conocemos hoy en día. Antes y después de esa fecha, los Sanjuanes han sufrido pequeños y grandes cambios hasta llegar a nuestros días. “Una cosa es que las fiestas cambien y otra que nosotros las cambiemos”, añade García, un matiz importante. Si el futuro nos deparará cambios prácticos, como el pago de la tajada por Bizum, o drásticos, como la prohibición del uso de animales en espectáculos, no lo sabemos, pero de la mano de NFSJ podemos echar un vistazo al pasado.

DE 1914 a 2003

El origen de las fiestas de San Juan que hoy conocemos se basa en las ordenanzas de 1914, cuando la ciudad pasó de 16 a 12 cuadrillas. Aquel año, y para evitar resistencia a un cambio que la gente no quería, fue el alcalde y los concejales los que ocuparon todos los cargos de jurados. Aunque siempre se ha hablado de unas fiestas inmemoriales, que conmemoran el pagano solsticio de verano, y que vienen celebrándose -en palabras de Antonio Ruiz Vega- “desde que Soria es Soria o incluso mucho antes”, lo cierto es que si un soriano actual viajase a los Sanjuanes del siglo XIX (por no irnos más atrás), le costaría distinguir muchas cosas. Comenzando por la Saca, una traída del ganado en la que cada cuadrilla se las apañaba como podía para tener su ‘bicho’ en Soria. Y decimos ‘bicho’ porque hubo años en que la Saca se realizaba, incluso, con vaquillas, según describía recientemente José Luís Chain.

Quique García señala que hay “mucho mito” en torno a nuestras fiestas, y que eso “del pueblo contra los poderes establecidos seguramente no fuera tan así”. Mito seguramente acrecentado por los intentos, a mitad del siglo pasado, del gobernador López Pando por encorsetar los Sanjuanes.

Siguiendo con los días, el Viernes no existía una corrida de toros como tal, sino que se celebraba una prueba del animal en la plaza Mayor, y luego cada cuadrilla disfrutaba de su toro ensogado. García señala el Sábado como el día “más puro que queda, junto al Catapán”. El Domingo consistía en una procesión similar a la del Lunes actual y un reparto de caldera (que podríamos equiparar con una caldereta de las que ahora se hacen en los pueblos). Destacaba la de los pobres, que llegó a repartirse en la plaza de toros para ganar privacidad. Hoy en día, las calderas son grandes esculturas que poca relación guardan con sus orígenes. Acabando con las Bailas, y según cuenta Soria Patrimonio, es otro de los días que conocemos en su formato actual desde 1914, ya que anteriormente se celebraban en Santa Bárbara, San Polo, La Dehesa o en San Juan de Duero (sin mezclar hombres y mujeres), lo que hasta el siglo XVI prorrogaba las fiestas hasta el miércoles.

El ‘Adiós, Adiós, San Juan’ es una incorporación reciente (de 1985) para poner un broche más oficial a las fiestas. Junto al Pregón (1956), son las dos últimas novedades en el programa de los días. Aunque la última modificación significativa es tan reciente que data de este siglo. Fue en 2003 cuando el hoy alcalde y entonces concejal de Participación Ciudadana, Carlos Martínez, decidió convertir el Desencajonamiento en festejo. Hasta entonces, se celebraba entre semana y con cierto secretismo, para que los animales llegasen lo más tranquilos posible a Valonsadero.

Los años previos a la pandemia trajeron eventos vinculados, como el Interpeñas o el encierro, completando los fines de semana de mayo y junio. Es difícil saber cómo evolucionarán los Sanjuanes, pero está claro que, afortunadamente, unas fiestas tan eternas nunca dejan de cambiar.