Las protectoras también experimentan su temporada alta durante los meses de verano, cuando aumentan tanto el número de abandonos como el de adopciones.
Los de verano son, en las protectoras de animales, unos meses complicados. Aunque el número de adopciones aumenta notablemente, también lo hace el de abandonos, algo que hasta hace no mucho generaba una trágica situación en las perreras.
Hace ya varios años, Soria se convirtió en una ciudad de sacrificio cero gracias a la colaboración del Ayuntamiento de la capital con la protectora Redención, donde dan un hogar a estos animales con la esperanza de que, algún día, puedan encontrar una nueva familia. Este año, por primera vez, la colaboración se ha materializado en una aportación económica.
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Dentro de que un abandono nunca está justificado, las razones que llevan a esta situación pueden variar. A veces, por huir de las responsabilidades y las complicaciones. Otras, por pensar que el perro es “difícil” cuando simplemente ha sido mal educado, o porque las condiciones económicas se vuelven en contra de la adopción. Para María Poza, presidenta de Redención, hacerse cargo de un animal conlleva, desde el principio, unas obligaciones muy claras, y el hecho de que se den estas situaciones “habla muy mal de la cultura de esta sociedad”.
Por eso, lo más importante, antes de comenzar un proceso así, es ser consciente del nivel de responsabilidad que precisa. “A la gente le decimos que se tome el tiempo necesario, que no sea una decisión en caliente, que bajen a pasearlo algún día y que no se lleven al perro hasta que no estén completamente seguros”.
La raza no es un factor que proteja a los perros de los abandonos. Aunque la mayor parte suelen ser camadas indeseadas de cruces indeterminados, también han llegado a acoger galgos con pedigree, beagles, border collies, chihuahuas… “Cuando alguien abandona al perro, lo abandona en sí, no lo hace porque sea de una raza o de otra”, asegura Poza.
Las adopciones permanentes no son la única salida de estos animales, ya que la protectora dispone de distintos sistemas de acogida, ya sea porque necesiten aislamiento o cuidados especiales, por cuestiones de espacio, o incluso para que los perros ancianos pasen lo que les queda de vida al calor de un hogar.
Siempre hay perros que tienen más éxito que otros al llamar la atención de familias adoptivas. Cuando acumulan cinco o seis años en la protectora, es más difícil que encuentren un hogar. Por eso, que alguien se fije en ellos cuando parecía que nadie iba a hacerlo, llena de alegría a los responsables y voluntarios de este refugio. En 2022, dos o tres de sus “inadoptables” han tenido esa suerte, en lo que consideran “un buen año para la protectora”. Poza cree que en las adopciones, es el perro el que elige sin necesidad de hablar: con una mirada es suficiente.
Trabajar con perros abandonados puede ser motivo de gran alegría o de gran pesar. Cuando un rescate tiene éxito, vuelven con la satisfacción de saber que le han salvado la vida a un animal y que, en el futuro, habrán ayudado a una familia. Otras veces, resulta descorazonador verlos en tan mal estado. Para Poza, lo más duro es que un perro acabe su vida en el refugio. “No queremos que ningún animal muera en una protectora, queremos que lo haga acompañado de una familia, después de haberse sentido querido y haber sido feliz en un nuevo hogar”.
Los perros que han sido abandonados saben lo que es perderlo todo, y cuando encuentran un hogar se sienten incondicionalmente agradecidos. “Dan un cariño a su nueva familia que es incomparable al de cualquier otro animal. Es una forma de amor que hay que vivir para entender”.