El asentamiento de varias familias jóvenes ha permitido a esta localidad de Tierras Altas recuperar un servicio básico que llevaba cerrado hace los años 80. Esto supone un alentador logro de cara al futuro del pueblo.
Más de 40 años ha tardado Villar del Río en recuperar la vida que se le escapó cuando cerró su escuela. Reconvertida en Aula Paleontológica, el edificio no quedó abandonado, como tampoco lo hizo el sueño de que, algún día, pudiera volver a cumplir su propósito original. Los dinosaurios sustituyeron a los alumnos en el patio del colegio, aunque a partir de este mes de septiembre ya no podrán seguir campando a sus anchas.
De lunes a viernes, la escuela de Villar del Río abrirá sus puertas a unos seis alumnos de entre 3 y 6 años, aunque el número definitivo no se conocerá hasta el inicio de las clases. Cielo es una de ellas. Lleva ya un año viviendo en Bretún, un pueblo cercano donde es la única niña. Para Sandra Corbalán, su madre, esto va a suponer una mejora en su socialización y una forma de que crezca alejada de las multitudes, los ruidos y la contaminación de la ciudad. Aunque al llegar a España probaron suerte en Soria, no cambiaría por nada su nueva vida en el pueblo. “Ella ha podido desarrollarse más. Puede correr y jugar libremente y disfruta de la compañía de otros niños”.
Niños como Eiden, que ya espera ansioso a que su hermanita salga por fin de la tripa de su mamá. Beatriz Rodríguez no es la única mujer del pueblo que está embarazada, un alentador signo de renovación. Junto con su pareja, Miguel Ángel García, abandonó Madrid y ahora viven en una de las casas que pone el Ayuntamiento a disposición de nuevos pobladores, aunque solo piensan en el día en el que puedan adquirir su propia casa en el Villar, “para tener algo nuestro ya aquí” y seguir ayudando. “Es dar vida a un pueblo, un pueblo que a lo mejor hace 4 o 5 años tenía una media de edad bastante alta y hemos conseguido reducirla y darle un futuro”.
Gracias a las facilidades que han encontrado por parte del Consistorio, han sido varias las familias que se han mudado recientemente a la localidad. “Llevamos varios años con críos suficientes para abrir una escuela. Ellos iban a un pueblo de al lado, a Yanguas, pero cuando tienes un edificio como este, que cumple todos los requisitos y además tienes los niños, el siguiente paso siempre va a ser abrirla”, opina Miguel Ángel López, alcalde de Villar del Río, a quien la Junta dio la razón.
“Un sistema educativo es un elemento fundamental de atracción de familias y allá donde haya posibilidad de abrir un centro en Castilla y León, se va a abrir”, apunta Rocío Lucas, Consejera de Educación, mostrando gran satisfacción por este pequeño gran logro. Para Lucas, es el mantenimiento de servicios públicos esenciales en el medio rural lo que permite afrontar con éxito el reto demográfico.
Ha sido un proyecto “interesante” en el que, además de los trámites administrativos, era importante adecuar este espacio, la antigua clase de los niños, a las necesidades docentes del siglo XXI. “Nos ha costado, pero con un buen equipo como el que tengo ha sido factible y todo el esfuerzo ha merecido la pena”, asegura López. Equipo del que forma parte Elena Blanco, teniente de Alcalde y docente retirada. Para ella, una de las claves del éxito de una buena educación es que los niños “descubran por ellos mismos todo lo que tienen alrededor”. “Cuando tú aprendes e interiorizas algo, ahí se queda. Puede que sea un poso que vaya, poquito a poquito, rellenando el recipiente, pero tienen que ser experiencias de cada uno”, y cree que esta escuela ofrece el ambiente perfecto para lograrlo.
Aída Cebolla tiene ya dos niños que integrarán a partir de este curso la primera promoción 2.0 de la escuela. Otra más, la pequeña, que “ya es villaruja”, se incorporará en un par de años, cuando alcance la edad de escolarización. Buscaban un modo de vida tranquilo para los niños y acabaron haciéndose cargo de una casa rural de la localidad, encontrando de rebote un nuevo hogar con todas las letras. “Todo el pueblo es una gran familia, todos saben quiénes son los niños y les cuidan como si fuesen suyos. Es un privilegio”. Ella se siente satisfecha de poder devolverle el favor al pueblo y que, en el futuro, otras familias tengan más oportunidades para instalarse en él.
Porque la vida ha cambiado mucho en pocos años en Villar del Río con la llegada de estas parejas jóvenes de la ciudad que se han enamorado de la vida rural. Han encontrado un trabajo y ahora, “gracias a ellos tenemos la escuela”, apunta el alcalde Miguel Ángel López.
Pero reabrir la escuela no es lo único que han aportado los nuevos moradores. “Para la población que tenemos aquí, generalmente envejecida, es importante ver a los niños con bicicletas y jugando por la calle”. Esperan que esta reapertura no sea temporal y ya cuentan con bastantes “repuestos” listos para hacer perdurar el colegio, por lo que no pueden evitar sentir esperanza. “Los cambios ahora son muy rápidos pero yo tengo plena confianza en que la escuela se va a mantener durante muchos años”.
Estos niños integrarán la primera lista de clase de Villar del Río en su renacer. De la escuela y de una localidad con las pilas cargadas y a la que han llenado de vida. Porque la escuela es, por ahora, tan solo un indicador de que este pueblo ha logrado resistir, recuperarse y luchar con éxito por una nueva vida. En Villar del Río llevaban años rondando los 30 habitantes en invierno. “Ahora en enero dormimos alrededor de 50 o 55. Somos pocos pero se vive bien y poquito a poco vamos dando pasitos hacia delante. Despacio, pero vamos hacia delante”.