Amores imposibles, traiciones, promesas incumplidas y dioses del olimpo. Soria es una tierra repleta de leyendas y grandes historias y hoy te proponemos una ruta por algunos de los lugares más mágicos de esta provincia castellana.
La provincia soriana es una tierra repleta de magia. Sus espectaculares parajes, su situación fronteriza durante las primeras etapas de la Reconquista y su alto grado de conexión con la naturaleza ha invitado durante siglos al recuerdo de heroicas gestas y la creación de leyendas. Por eso, hoy te vamos a llevar a concer algunas de las historias del folklore soriano y los lugares que han inspirado a decenas de literatos para crear sus obras más inolvidables. Prepárate para viajar al mundo mágico de la provincia de Soria.
Esta ruta comienza, como no podría ser de otra manera, explorando uno de los eventos históricos que más definieron el devenir de la provincia: la Reconquista. La primera parada nos lleva al oeste, hasta la Ribera del Duero soriana, donde nos topamos con San Esteban de Gormaz. Entre cientos de batallas se enmarca esta leyenda que Florentino Zamora Lucas recopilaba a mediados del siglo pasado.
Durante la reconquista, allá por el siglo X, el Río Duero servía de frontera entre ambas religiones. Los cristianos iban, poco a poco, tomando tierras de los moros mientras San Esteban de Gormaz se erguía como una de las plazas más codiciadas en esta guerra entre árabes y castellanos. Pero junto a ella se encontraba la burgalense Vadocondes, todavía tomada por los moros y con la que experimentaban continuas trifulcas que terminaron por generar una gran rivalidad entre ambas localidades. Al oír los habitantes de esta última que los hombres sanestebeños se encontraban luchando junto al Rey lejos de allí, pensaron en saquear la Villa soriana y hacerse con ella de una vez por todas.
Las mujeres se enteraron de los planes de sus enemigos y parecía que la salvación no iba a ser posible, ya que apenas había soldados defendiendo sus murallas. Pero poco a poco, estas decidieron tomar el mando para defender sus hogares. Equipadas con corazas y armadas tramaron un astuto plan con el que tratarían de derrotar a sus invasores.
Cuando estos llegaron, abrieron de par en par las puertas de una Villa, que los moros se encontraron vacía. De repente, cuando estos sin darse cuenta ya habían bajado la guardia, los pocos hombres que quedaban en San Esteban se arrojaron sobre ellos en una emboscada, seguidos de las mujeres, que tomaron su lugar cuando la primera línea de soldados perecieron. Los moros, pensando que era mentira que la plaza estuviera desprotegida, se dieron a la fuga. Cuando los hombres sanestebeños volvieron, se encontraron con una inscripción en la muralla que leía: "También las mujeres sabemos morir".
Aparte de recorrer las calles de la emboscada, esta localidad alberga las espectaculares iglesias románicas de San Miguel y El Rivero, que trasladan a los visitantes directamente hasta esta convulsa época medieval. Además, el Puente de 16 ojos y la vista de las Murallas y el Castillo completan, entre otros monumentos, esta visita llena de encanto perfecta para realizar un viaje en el tiempo directo a la etapa más heroica de la Villa.
Terminada esta visita ribereña deberás dirigirte más al norte para continuar tu viaje recordando otra batalla. El libro “Recuedo de Soria” de 1891, publicó la historia de la Pinochada, que tiene lugar en los espectaculares bosques de Pinares que separan las localidades vecinas de Vinuesa y Covaleda. Se dice que la rivalidad entre ellas surgió de una batalla que podría haber tenido lugar al comienzo de la época de la Reconquista. Pero esta lucha no enfrentó a ambas religiones, sino a dos pueblos cristianos. Entre ambos había aparecido una pequeña imagen de la Virgen María en lo alto de un pino y tanto visontinos como bretos trataron de reclamarla por las armas. Finalmente, los primeros vencieron y llevaron a su pueblo a la ‘Virgen del Pino’.
En la actualidad, Vinuesa está dividida en dos cofradías. La de los vecinos casados está bajo la protección de la Virgen del Pino y la de los solteros, bajo la de San Roque. Cada 16 de agosto, casados y solteros representan el ejército visontino y breto respectivamente y recrean esta batalla. Al terminar, las mujeres, vistiendo sus trajes tradicionales, armadas con ramos de pino, los ‘Pinochos’ y reparten pinochazos a los hombres de forma indiscriminada para reivindicar su vital papel en esta victoria.
A los pies de la Sierras de Urbión, en Vinuesa se pueden observar todavía un alto número de viviendas medievales con sus tradicionales balcones y chimeneas. Además de los palacios, la Casa de los Ramos, de arquitectura tradicional pinariega, fue declarada Bien de Interés Cultural en 1996. Su parroquia, dedicada a la Virgen del Pino, de estilo gótico renacentista, preside la tradicional Pingada del Mayo y la Pinochada, dos de los eventos que hacen del folklore visontino uno de los más célebres de la provincia.
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El camino no es largo hasta el siguiente punto de la ruta. A pocos minutos de Vinuesa se encuentra uno de los parajes naturales más espectaculares de la provincia, la Laguna Negra, en la que Antonio Machado sitúa la leyenda de Alvargonzález. Alvargonzález era un joven del pueblo que había recibido una gran herencia y tras casarse con la mujer de la que se había enamorado, comenzó una vida feliz y próspera durante la que tuvo tres hijos. Cuando estos crecieron, encargó a uno el cuidado de los campos, a otro el del ganado y al pequeño lo envió a estudiar a Osma para dedicarse a la vida eclesiástica.
Cuenta la leyenda que cuando los dos mayores se casaron, a la familia llegaron dos nueras avariciosas que querían obtener la riqueza de Alvargonzález de forma prematura. Mientras tanto, el hijo pequeño decidió que quería abandonar la Iglesia y embarcarse en sus propias aventuras, por lo que la madre le dio lo que le correspondía de la herencia de forma adelantada y este marchó a las Indias. Esto no hizo más que empeorar la envidia de sus hermanos y un día, mientras Alvargonzález se encontraba dormido en el bosque, sus dos hijos mayores acabaron con su vida, propinándole un hachazo en el cuello y cuatro puñaladas.
Decidieron llevar el cadaver a la Laguna Negra, cercana al lugar del asesinato y arrojaron el cuerpo atado a piedras a ese lago que parecía no tener fondo y al que los lugareños no se atrevían a acercarse ni en los días claros. Así, los hijos heredaron la fortuna del bueno de Alvargonzález y, aunque todos los vecinos sospechaban de ellos, nadie se atrevió a acusarles y ellos señalaron como culpable a un buhonero errante. "La maldad de los hombres es como la Laguna Negra, que no tiene fondo", escribió Machado. La madre, murió a los pocos meses.
El primer año fue de abundancia para las tierras de Alvargonzález y sus nuevos dueños, pero el segundo, todo pareció agotarse y cada año la situación iba a peor. Cada uno de los hermanos tuvo dos hijos que no sobrevivieron a la infancia y su pobreza seguía aumentando. Años después, el hermano pequeño regresó de las Indias cubierto de riquezas y sin sospechar en absoluto de sus hermanos. Decidió comprarles una parte de su herencia y trabajar las tierras ahora malditas de su padres, que volvieron a florecer mientras los mayores se gastaron con rapidez el oro que habían recibido en la transacción.
Una noche, cuando los mayores volvían borrachos a casa vieron a un hombre trabajando las tierras del pequeño y pensando que era él, le llamaron sin éxito. Cuando por fin se volvió, vieron a su difunto padre Alvargonzález, pero él pareció no prestarles atención y a la mañana siguiente, ellos achacaron la visión a los efectos del vino. De nuevo envueltos en la pobreza, la codicia del mayor y el mediano acabó con la vida del pequeño y la escasez volvió así a sus tierras. Cuando su arado terminaba de recorrer sus tierras los surcos se cerraban y de ellas brotaba sangre. Los hermanos, enloquecidos, emprendieron el camino hacia la Laguna Negra. "¡Padre!, gritaron, y cuando en los huecos de las rocas el eco repetía: ¡padre!, ¡padre!, ¡padre!, ya se los había tragado el agua de la laguna sin fondo."
Esta adaptación en prosa de un romance publicado en su célebre "Campos de Castilla" está basada en una historia de la zona y tiene lugar en uno de los parajes más espectaculares de la provincia. La Laguna Negra, de origen glacial, se sitúa a unos 2.000 metros de altura bordeada por paredes de piedra y pinares, que le otorgan un aspecto tenebroso en días oscuros, pero la rodean de tranquilidad y recogimiento en los días más agradables del año.
Continuamos nuestro viaje directos a las Tierras Altas haciendo parada en San Pedro Manrique, una de esas localidades rodeadas de un misticismo y una magia incomparables. Durante la noche de San Juan, los sampedranos cruzan las ascuas en un acto catártico que simboliza renovación y buenas intenciones. En sus hombros, las móndidas, figuras de origen incierto aunque algunos expertos apuntan a que podría simbolizar el agradecimiento de las jóvenes tras la reconquista de la localidad y la eliminación del tributo de las cien doncellas. Y precisamente a este pasado nos lleva la siguiente leyenda de la mano de Florentino Zamora.
Don Nuño, un héroe de la reconquista, había sido nombrado como agradecimiento alcaide del Castillo de San Pedro Manrique. Aunque ahora son sus ruinas las que vigilan el pueblo desde las alturas, entonces se trataba de una majestuosa edificación que todavía debía resistir los ataques de los árabes. Su hija Blanca, extremadamente bella, estaba prometida con su amado Gonzalo, otro héroe de guerra. Mientras preparaban la boda, oyeron el anuncio de que se acercaban hacia ellos las tropas de Abderramán II y el novio tuvo que dejarlo todo para acudir a combatir. Desde la Torre del Homenaje, la joven pudo ver cómo su amado se adentraba en la guerra y desaparecía para siempre.
Pero Yacub Ibn Said, anterior señor del castillo, se quedó prendado de su belleza al verla en lo alto y decidió raptarla. Los intentos de su padre por liberarla fueron en vano y tras varias batallas no fue capaz de rescatarla. Los enemigos, perseguidos por los cristianos, se sintieron tan acorralados a la altura de Peñazcurna que decidieron arrojar el cuerpo de la joven desde lo alto de un peñasco. En ese momento, sobre las rocas del "cerro del Portillejo" apareció el Apóstol Santiago, tal y como había soñado Nuño en una visión, que lanzó una piedra que fue creciendo en el aire hasta convertirse en una enorme roca que sepultó a los moros derrumbando el peñasco en el que se encontraban.
"Los pedazos de roca desprendidos que llenan estos lugares, las monedas que por estos contornos se han hallado y el altar dedicado al Apóstol Santiago peregrino y no guerrero, la iglesia parroquial de Peñazcurna, son testimonios vivientes de los sucesos". Del Castillo solo se conservan tres de las cinco puertas, además de dos torres. Sin embargo, esta localidad de calles empinadas ofrece también monumentos como la iglesia de San Martín de Tours, de estilo gótico o las ruinas de San Pedro el Viejo, un antiguo monasterio templario.
Nos acercamos ya hasta la zona del Moncayo que ha sido, durante siglos, un elemento de fascinación. Pasear por sus alrededores es quedar fascinado por este espléndido y mágico pico que ha servido de inspiración para historias y leyendas durante generaciones. Ya el autor hispano romano Marco Valerio Marcial, nacido en el siglo I d.C., escribió sobre un fascinante y mágico robledal o encinar venerado por los celtíberos, el bosque del Burado, junto a la localidad de Beratón.
Un paisaje cuya formación también tiene un origen mítico. Se dice que Hércules tenía un carro de bueyes que su amigo Caco robó y escondió en una cueva de la zona. Al descubrir Hércules el robo, ambos se enzarzaron en una violenta lucha. Sus golpes hicieron mella en el terreno, formando el agreste paisaje de la comarca y haciendo nacer ríos. El ladrón terminó pereciendo a consecuencia de la afrenta y Hércules colocó una enorme piedra sobre el enterramiento de su amigo, una roca que ahora es uno de los picos más emblemáticos de la provincia: el misterioso y legendario Moncayo.
Hoy en día, pasear por este paraje serrano es sumergirse en un ambiente natural incomparable en la frontera con la vecina provincia de Aragón. La visita al Pico de San Miguel, los nacimientos de los ríos Araviana e Isuela o realizar la Ruta de la Cruz de los Ladrones permiten disfrutar de los mágicos parajes de las faldas del Moncayo que ya inspiraron en su día a artistas como Gustavo Adolfo Becquer y que dieron lugar a otras leyendas como 'Los ojos verdes'.
No nos movemos del Moncayo para escuchar una historia de resistencia y honor digna de las gestas numantinas. Precisamente así, 'La Segunda Numancia', es como se refieren los habitantes de Ólvega a una de las leyendas que más han participado en definir su historia y que aún siguen celebrando y recordando hoy en día. Dicen que los Condes de Medinaceli pretendían reclamar el Señorío de Ólvega tras el ofrecimiento del Rey. Pero los habitantes de esta localidad se negaron y se dispusieron a resistir todos los ataques que pudieran enviarles como reprimenda por esta rebeldía.
Y aunque fueron las tropas de los Condes las que se proclamaron vencedoras, la leyenda cuenta que los olvegueños se negaron a entregarse y siguiendo el ejemplo de los numantinos ante los romanos, se encerraron en el castillo y lo prendieron fuego, pereciendo en la propia fortaleza víctimas de las llamas, hecho que todavía sigue inmortalizado en su escudo.
En Ólvega se puede recorrer un lugar especialmente ligado a esta parte de su historia convertida en leyenda y en la que se puede respirar el recuerdo de este importante momento. En la ermita de los Mártires se encuentran sepultados los cuerpos de todos los que perecieron en este hecho. En una inscripción en la pared se puede leer esta historia:
“Año de 1474, a 14 de marzo, el conde Don Agartón de la Cerda, conde de Medina-celi, puso cerco a este lugar de Ólvega con 5.000 hombres a pie y en caballo y tuvo cercada la torre cinco días, al final de los cuales, el 19 del mismo mes, puso fuego a dicha torre, después de haberla combatido por cinco días, y murieron en el incendio cerca de 430 personas, entre ellas 25 desposadas. El autor del fuego fue Carlos de Luna, Mariscal de Castilla, (Señor de) Ciria, y Borobia, capitán general del conde de Medinaceli”.
Aquí yacen sepultados
los mártires inocentes
ejemplo de los pasados,
memoria de los presentes."
Aparte del entorno natural que rodea la localidad, Ólvega cuenta con numerosos monumentos de origen románico como la ermita de San Roque o la de la Soledad, además de arte religioso del siglo XVI como el retablo de Santa María la Mayor. En distintos parajes del municipio , también se pueden encontrar la ermita de San Bartolomé, la de San Marcos o la de la patrona de Ólvega, la Virgen de Olmacedo, la última ermita románica levantada en la provinica.
Esta ruta nos lleva ahora a lo más profundo de la provincia. La bella ermita románica de Omeñaca está ligada a una de las leyendas más célebres de la provincia de Soria. Esta cuenta que los siete Infantes de Lara estaban siendo perseguidos por los moros. Al parar a reponer fuerzas y comer algo sobre una piedra le imploraron auxilio a la Virgen, que se les apareció y les envió a oír misa en Omeñaca, por si Dios había decidido que debían morir y de esta forma, ascenderían al cielo libres de pecado. Al marchar, puso un pie sobre la piedra y desapareció, quedando este impreso sobre la roca. Se dice que los Infantes acudieron a misa tal y como les habían indicado y que en la iglesia se abrieron 7 arcos para que pasaran. Los hermanos finalmente perecieron víctimas de sus enemigos poco después.
La ermita, del siglo XII, todavía se hiergue en estas tierras. Presenta cinco capiteles de tipo vegetal, dos de sirenas y monstruos marinos y el último muestra a caballeros luchando contra ellos. La construcción indica que podría haber sido edificada por ciudadanos repoblados procedentes de la Ribera del Duero.
En cuanto a los infantes, Ramón Menéndez Pidal encontró indicios de un antiguo cantar que reconstruyó y dató hacia el año 1000. Hijos de Gonzalo Gustazo y Doña Sancha, uno de ellos dio muerte durante la boda de Ruy Velázquez, su tío, a un familiar de la novia. Tras una supuesta ofensa del mismo hermano a la novia, que termina con otra muerte, Ruy Velázquez traiciona a los siete hermanos, enviándoles directos a una emboscada de tropas musulmanas que acabó con los infantes decapitados.
La tragedia protagoniza esta siguiente leyenda, que nos lleva de viaje por las doradas tierras de Gómara, todavía en el corazón de la provincia pero que aun así, nos traslada también hasta la Andalucía de la Reconquista. Escribió el romántico Gustavo Adolfo Bécquer cómo Margarita, una joven de Gómara, lloraba destrozada ante la idea de despedirse de Pedro, su amado, dispuesto a partir a liberar Sevilla junto al Conde de Gómara y así devolverle todo lo que su Señor le había dado. Margarita no tuvo otra opción que resignarse mientras se aferraba al anillo que él le había regalado. Pedro le prometió que cuando resultaran victoriosos le obsequiarían con tierras reconquistadas en el sur y retornaría a Gómara para llevarla con él.
Al día siguiente, Margarita acudió junto al resto de plebeyos a ver marchar al ejército del Conde cuando, para su sorpresa, reconoció a su amante en el temido Conde de Gómara, uno de los feudatarios más nobles y poderosos de la corona de Castilla. Margarita cayó desmayada mientras el conde, su Pedro, se alejaba camino a la tierra de los árabes. Pasaban los meses y batalla tras batalla, la preocupación del Conde crecía. Varias veces había estado al borde de la muerte pero en todas ellas, una misteriosa mano, movida por una fuerza sobrenatural, lograba salvarle. El conde no paraba de ver esa pálida mano en todas partes, guiándole allá donde iba.
Un día, el conde se detuvo junto a un extraño juglar procedente de tierras sorianas que recitaba una historia titulada: romance de la mano muerta, que narraba la historia de una niña que le dio su honra a un amante escudero que el día antes de partir a la guerra le prometió que volvería a por ella. La niña, al ir a despedir a su amado se dio cuenta de que este era en realidad era el conde. Su hermano, lleno de furia al enterarse, acabó con la vida de la niña mientras ella gritaba que su amante le había prometido que volvería. La joven fue enterrada en el campo de Gómara, pero por más tierra que echaban, no lograban cubrir la mano que lucía el anillo que le había regalado su Conde.
Becquer contaba que tras escuchar este romance el noble regresó a casa y acompañado de un sacerdote, agarró la mano de Margarita para bendecir la unión que tanto llevaba esperando la joven. Y así, por fin, su mano y su anillo se hundieron para siempre en los campos de Gómara. “Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay un pedacito de prado, que al llegar la primavera se cubre espontáneamente de flores. La gente del país dice que allí está enterrada Margarita”.
Esta ruta, tan solo una pequeña muestra del misticismo y la magia que rodea cada rincón de la provincia de Soria, termina en la capital rindiendo homenaje al gran poeta Gustavo Adolfo Becquer. Y aunque más de uno pensará tan solo en la leyenda del Monte de las Ánimas, en este caso nos ocupa una aterradora y desgarradora historia que representa a la perfección el sentimiento de desolación romántica para el que el poeta encontró en la provincia de Soria su mejor musa.
El Monasterio de San Juan de Duero, uno de los monumentos más detacados de la capital, es el escenario de esta última historia. Becquer escribió que Manrique era un joven noble, amante de la soledad y la naturaleza que había nacido para soñar el amor y no para sentirlo. Se enamoraba de todas las mujeres que veía y podía pasarse noches enteras mirando la Luna. Una noche de luna blanca y serena, mientras paseaba por las ruinas del convento, Manrique creyó ver a una hermosa mujer que se perdió entre las sombras. Pensando que era el amor que había estado buscando toda la vida, salió en su encuentro por las orillas del Duero.
Buscándola entre las ramas y las sombras, terminó llegando a la cima de la colina en la que ahora se encuentra San Saturio y desde allí le pareció distinguir a una mujer vestida de blanco que cruzaba el río sobre una barca. Su persecución le llevó hasta la ciudad y lo que pensó que era la casa en la que se escondía su amada, pero volvió a tener que retirarse sin éxito. Cuanto más avanzaba la noche más se imaginaba Manrique a su misteriosa mujer y más se enamoraba de ella.
Pero al volver al lugar donde la había visto desaparecer, estalló en una carcajada estridente y horrible al darse cuenta de que no era más que un rayo de luna. "Un rayo de luna que penetraba a intervalos por entre la verde bóveda de los árboles cuando el viento movía sus ramas". Años después, los consuelos de su madre y sus amigos seguían siendo en vano. Manrique estaba paralizado en su castillo, con la mirada perdida, repitiendo que el amor y las aspiraciones son fantasmas que formamos y perseguimos en nuestra imaginación para terminar encontrando un rayo de luna. "Manrique estaba loco: por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me figuraba que lo que había hecho era recuperar el juicio", concluye Becquer.
Y también así concluye nuestra ruta por la mágica tierra de Soria, lugar de leyendas, dioses, batallas, despedidas y reencuentros. Pero estas no son todas las conmovedoras y heroicas historias que acompañan al espectacular patrimonio cultural y natural soriano. En la web Soria ni te la Imaginas podrás encontrar cientos de parajes espectaculares y localidades llenas de historia en todos los rincones de la provincia. Además, en la sección Rutas de Soria Noticias te proponemos recorridos naturales, gastronómicos, artísticos y mucho más para conocer estas tierras llenas de tradición y contrastes.