Menos edificios, más medios

Cada vez que veo imágenes, en las televisiones, de los parlamentos autonómicos y nacionales me siguen saliendo granos. Es de la reacción que me provoca la desvergüenza de todos los miembros de los mismos y de su actitud, con un comportamiento cada día más alejado de la sociedad a la que representan.

Se subvencionan los transportes públicos, pero a ellos no se les conmina a usarlos. Se actualizan las pensiones con arreglo a qué se yo del IPC, cuando sus retribuciones se actualizan de modo autónomo, en las propias cámaras, y sin que haya el más mínimo remilgo para ponerse de acuerdo cuando la subida es mayor que el mencionado IPC. Se siguen aumentando los cargos de asesores, cuando lo fácil es tener a ese nutrido grupo de “apoyadores” y “buenas caras” de modo temporal y con carácter definido. Gastar cuatro ganando tres es la economía del imbécil. Tener un descontrol presupuestario como tienen algunas comunidades y entidades locales sólo nos lleva a la debacle, a ir deshaciendo mucho de lo hecho.

La educación, la enseñanza y los servicios sociales serán lo más importante, pero no lo parece para nuestros poderes públicos, que hablan de gastos por persona cuando se les llena la boca, y no hablan de ahorro cuando debieran de hacerlo. Siguen alzando a modo de victoria los datos estadísticos, aún a sabiendas de que todos estos datos son verdad o mentira, según se miren y se enfoquen. Son capaces de dar beca a un estudiante para que emigre de Soria a Lérida con tal de hacer enfermería, y son tan inútiles que no amplían plazas en la escuela soriana aún a sabiendas de que la demanda es cien veces mayor que la capacidad actual, y que todos los años estamos con lo mismo. Luminarias, anuncios, publicidad, emolumentos de los altos cargos, contratos baldíos, por no hablar de los agujeros que se preparan cuando hacemos obras y promovemos actividades innecesarias, económicamente inviables, y por encima de todo faltas de interés público.

El antiguo edificio del Banco de España, que ahora parece es entero para el Museo de la Fotografía, la cárcel de Soria, la mayor parte del terreno de la estación de RENFE, el antiguo Lavadero frente al río Duero, las instalaciones inutilizadas de la Ciudad del Medio Ambiente, el Centro Medioambiental de Valonsadero, o el Hotel Restaurante del monte sagrado. De la última a la primera y viceversa, no es nada comparado con los IPhone que les vamos a comprar a diputados y senadores. Más caradura no puede ser. Más desvergüenza, en estos momentos, imposible.