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Soria, sabor a mar

Soria, sabor a mar

Actualizado 03/10/2022 17:32

Parece increíble pero existe un lugar en la provincia que aprovecha, desde hace siglos, el poder de la sal. Hasta su nombre su nombre le debe Salinas de Medinaceli a este elemento.

Existe un lugar al sur de la provincia de Soria donde reencontrarse con todos aquellos recuerdos fraguados a la orilla del mar. Este viaje sensorial se puede realizar desde Salinas de Medinaceli -localidad perteneciente al municipio ocelitano- porque allí sorprende al visitante un intenso olor a mar. Y es que esta localidad toma su nombre de una actividad milenaria, la extracción de la sal, que transformó este punto de la geografía soriana en uno de los más disputados durante siglos por el alto valor económico del mineral.

Se sabe, gracias a un grafito realizado en una tégula (teja) encontrada en la ciudad de Tiermes, que los romanos ya explotaban las salinas que propiciaron la posterior creación del pueblo. Y se intuye, aunque de esto no hay pruebas arqueológicas ni históricas, que los bellos, pobladoes del lugar en época celtibérica, extrajeron ya esta roca comestible.

Un mar en Soria

Para muchos supone toda una sorpresa encontrar unas salinas en un punto tan alejado de cualquier mar u océano, pero esto se explica fácilmente. Esta mina de sal, situada en escenario del Cantar del Mío Cid, es de “origen triásico, periodo geológico en que el mar que inundaba estas tierras entró en regresión”, explica la arqueóloga Ángeles Serrano Anguita. Este movimiento originó “una corriente subterránea de agua salada que aflora en los cuatro pozos de los que disponen las salinas de Medinaceli”, agrega Serrano Anguita.

Mediante un complejo sistema de ingeniería hidráulica (apoyado por tracción animal en un primer momento, y después por inventos mecánicos) se consiguió dar con la forma más eficiente para el secado y la recolección del cloruro sódico.

Aunque, como ya se ha mencionado, ya se extraía la sal de estas salinas desde hace siglos, no fue hasta mediados del s.XI cuando Juan II de Castilla regula la extracción, los precios y los arrendadores de estos pozos de agua salina. En 1.570 pertenecían al Duque de Medinaceli, pero este las cedió a la corona a cambio de otras prevendas. Con el ‘desestanco de la sal’ (s.XIX) pasaron a manos privadas. Fueron vendidas por el Estado en 1871 a una sociedad privada y cambiaron de dueños hasta que en 1974 las adquirió el padre del propietario actual José Hernangil.

En el año 1994 se abandonó la actividad tradicional de esta mina de sal porque su rendimiento se consideró bajo en relación a las minas costeras.

Salmuera de Salinas

La producción de sal se detuvo en Salinas, pero las minas continúan generando riqueza, pues de ellas se consigue la salmuera que en invierno protege del hielo a los conductores que viajan entre Guadalajara, Calatayud y Soria.

"La salmuera de Salinas es un negocio rentable que evita la congelación de las carreteras de toda la zona"

José Hernangil, propietario de las salinas y último salinero de Soria, explica que la salmuera “es menos corrosiva y agresiva con el medio ambiente que la sal al bajar la concentración a un 20%”. Sin embargo, “continúa siendo efectiva en las carreteras pues para que apareciese el hielo deberían registrarse temperaturas de más de 20 grados bajo cero y una humedad relativa superior al 50%”, añade.

El negocio es “rentable”, pero el objetivo es poder recuperar y explotar turísticamente las salinas tradicionales. Para ello, tanto el propietario como la Asociación Cultural de Salinas de Medinaceli, buscan el apoyo de las adminsitraciones.

Un romántico empresario

José Hernangil. /María Ferrer

José Hernangil decidió hacerse cargo de la mina de sal hace pocos meses, después del fallecimiento de su madre. Tras dedicar toda su vida a la Justicia como médico forense en Zaragoza, ha cambiado el pragmatismo por un total romanticismo. Aunque le cuadran las cifras con la salmuera, su sueño es poder darle una segunda vida a las salinas tradicionales.

Asegura que ha rechazado ofertas para transformar completamente este punto de la geografía soriana. “Estas aguas cuentan con la declaración de mineromedicinales y han llegado ofrecerme mucho por el terreno para la construcción de un balneario”, cuenta el propietario. Otras propuestas suenan más exóticas: “querían aprovechar el agua salada para criar bogavantes”, afirma.

La extracción de sal

1. Azadilla. Bombas con motor a gasolina suben el agua de los pozos hasta los reposaderos, de donde pasan en el verano a las albercas. Estas se colmatan de salmuera hasta los 10 cm. y se espera a la evaporación del agua. Con una azada se suelta la sal para su trabajo.

Soria, sabor a mar | Imagen 2

2. Rastrillo. Al sistema de producción por evaporación se le conoce como ‘a lleno’. Cuando la “costra” de sal se ha roto con la azada es el momento de empuñar los rastros de madera. El objetivo es separar, en la medida que sea posible, la sal del agua.

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3. Pala. Con los rastros se forman pequeños montones en los extremos de las albercas. Es el momento de coger la pala para amontonar la sal en las calzadas y facilitar su secado durante. Lo más común es que, para ello, se espere una jornada completa.

Soria, sabor a mar | Imagen 4

4. Montón. Desde las calzadas la sal gorda se trasladaba a almacenes donde se entrojaba. De cada alberca se pueden conseguir 2.500 kilos de sal en cada extracción. Lo habitual es que el agua de cada alberca tarde en evaporarse 7 días.

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