Gente de pocas luces

Todos aquellos que tenemos que pagar el recibo de la luz sabemos que cualquier ahorro es bueno. Y no sólo por pagar menos, sino también por ahorrar consumo, que en el fondo revierte en lo primero. Todos, menos quienes tienen la posibilidad de no pagar el recibo, de no ahorrar energía, y de no preocuparse por si la situación es complicada, difícil, o en algunos términos irreversible.

No sé qué temperatura tendrá la calefacción en la sede de los Palacios de la Moncloa, del Congreso de Diputados, del Senado, de las Cortes de Castilla y León o en la mayoría de habitáculos donde trabajan -poco- y residen, los más respetuosos próceres de este país; lo que sí se ha hecho público es lo que hemos de hacer los ciudadanos: ahorrar energía, andar a oscuras o semi-oscuras por las calles, y pensar que con unos grados menos lo único que pasa es que hay que ponerse la bata guateada.

Y está el personal dispuesto a hacerlo. Yo, el primero. Hace ya mucho tiempo que tengo claro el concepto del ahorro. Vengo de una familia que nunca derrochó, y esa educación, similar a la de la gente de mi entorno, la llevamos a la práctica. Y cuando gastamos, es porque no queda más remedio.

En todas las oficinas, en todos los centros de trabajo, y en todas las dependencias de las entidades públicas hay que hacer un verdadero y minucioso repaso para que los gastos de energía sean normales. No pido que sean pequeños, sino normales. No pido sino que se impida tener calefactores particulares, que no se puedan dar las luces habiendo sol por doquier; que se apaguen las luces en los pasillos en horario no abierto al público, y en definitiva, que se tenga como objetivo el consumo cada vez más controlado del gasto de energía aunque el recibo lo pague la institución, y no el personal.

El día que todos tengamos claro que ahorrar dinero público es ahorrar dinero de los privados, habremos alcanzado el objetivo. Cierto es que, de momento, no podemos aprender todo ello de quienes están encargados de explicárnoslo, porque son ellos los primeros que demuestran con casi todas sus acciones y lecciones, que son gente de pocas luces.