La carte de Sergio García, director de Soria Noticias.
Fui a ver a los Cines Mercados (tan cuestionables, por su intervencionismo, en el día a día como socorrido recurso cultural en estas circunstancias) el documental sobre Joaquín Sabina dirigido por Fernando León de Aranoa. Y fui a verlo sin saber que Sabina era un facha. Fallo mío.
Debí haberme percatado de tan maña afrenta al observar su afición por los toros, su gusto por las rancheras (materialización cultural del país de habla hispana más machista que conozco) o su ‘pequeño desliz’ con Hacienda. Ese de cantar canciones tranquilas cuando se va borracho tampoco presagiaba nada bueno. ¡Coño, si solo le faltaba ser del Real en lugar de del Atlético!
Se le ocurrió al de Úbeda quitarse el bombín y decir que ya no es de izquierdas porque tiene “ojos y oídos para ver las cosas que están pasando” y se abrieron los siete mares. Esos mares de las polémicas estériles y fugaces que duran un par de días hasta que surge la siguiente.
Se juntan en este debate dos cosas que aborrezco profundamente. La primera, la mala costumbre de este país de encorsetar todo en la falacia bipolar de la izquierda y la derecha, del Barça y del Madrid. La caza, las nucleares y la cocaína, de derechas. El ecologismo, el aborto y los porros, de derechas.
El otro debate me toca más la moral porque tiene más capacidad de afectarme en el día a día y se resumen en un oxímoron perfecto: la cultura de la cancelación. Se trata de esta tendencia que dice que si un artista es mala persona no puede ser buen artista. O, peor aún, que reconociéndolo como ducho en las artes te interpela a ti, pobre mortal, para que te sientas mal por estar disfrutando de su creación.
Desde esta humilde tribuna quiero reivindicar mi derecho a disfrutar de potrillo Alejandro Fernández y sus ‘Mátalas’ sin ningún asterisco y a gozarlo con las Ginebras reivindicando sus ‘Cosas Moradas’. Mi derecho a pasar del ‘Sarri, Sarri’ de Kortatu a las ‘Sirenas’ de Taburete sin sentirme mal. Ni bien. Mi derecho a admirar las rimas urbanas y la voz rasgada de Sabina. Sea un rojo o sea un facha.