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Ruta: Un paseo por Peñalcázar

Ruta: Un paseo por Peñalcázar

Actualizado 26/02/2023 11:00

En esta ocasión, nos trasladamos hasta una de las joyas abandonas de la provincia de Soria. Tras unos primeros kilómetros en los que visitaremos varios pueblos, nos sumergiremos en un tramo repleto de historia con los restos de la iglesia de San Miguel, un antiguo nevero o decenas de casas vacías desde la década de los 70. Con esta carta de presentación, ¿estás preparado para formar parte de la nueva expedición de Soria Noticias?

Olvidándonos del frío y del viento de estos últimos días, nos lanzamos a completar una nueva ruta de nueve kilómetros de distancia. Con el objetivo de descubrir los entresijos de uno de los tesoros con los que tiene el privilegio de contar Soria, nos dirigimos hasta Peñalcázar. Este pueblo abandonado desde hace 50 años nos trasladará a través de sus murallas, casas y templos, deteriorados por el paso del tiempo, a un pasado en el que la vida inundaba cada uno de sus rincones.

Con la convicción de conocer en primera persona las peculiaridades que le rodean, nos ponemos en marcha, preparando la cámara de fotos, la ropa de abrigo, los palos de andar y la botella de agua para hidratarnos. De esa manera, nos montamos en nuestro coche, acompañados de nuestro guía de ‘Soria paso a paso’, Ángel Campos, nuestro experto, Manolo Ciria, y de un invitado muy especial, amante de la geografía soriana, Feli Orden.

En primer lugar, para viajar desde Soria capital debemos coger la N-234, en dirección a Calatayud. Una vez pasamos Ojuel, Almenar y Cardejón, utilizamos el desvío de Los Llanos de Torrubia hacia Reznos. Sin entrar a este municipio, dejándolo a nuestra izquierda, continuamos hasta alcanzar La Quiñonería, ubicación en la que aparcaremos nuestro vehículo.

Caminos

Recorriendo las calles de esta población, en la que no tenemos la fortuna de encontrarnos con lugareños -en 2018 el INE indicaba que vivían 8 habitantes-, nos topamos con la parroquia de San Pedro Apóstol. Tras contemplar su portada principal, continuamos, despidiéndonos de la localidad, centrando nuestros esfuerzos en seguir hasta nuestro destino. Caminando por el lateral de una carretera en buen estado y bajando una cuesta, vislumbramos por primera vez nuestro punto de referencia: Peñalcázar. En esos momentos, haciendo un símil cinematográfico, nos sentimos como Frodo y Sam en su viaje por los campos de la Tierra Media en busca de nuestro particular tesoro.

Historia

De esa forma, nos adentramos un tramo en el que los palos de andar son fundamentales. A lo largo de los primeros metros de la subida, observamos una cantera -en los alrededores, nuestros acompañantes afirman que también existe una mina de plata-. Dejándola a nuestra derecha, ascendemos por una especie de terraplén hasta alcanzar una antigua calzada de la que todavía quedan restos (las hierbas comienzan a predominar entre los bloques de piedra que la conformaban). Esta era muy utilizada por los vecinos del pueblo cada día para subir y bajar de la peña, a pie o en burra, en busca de agua potable, ya que esta no llegaba hasta las viviendas. Sintiéndonos como ellos, avanzamos para entrar al pueblo, situado a 1.200 metros de altura, por una muralla en ruinas, testigo de las batallas que se vivieron en esta zona.

En nuestros primeros pasos, comprobando el estado de las casas abandonadas, Ángel Campos nos expresa su tristeza y desazón por adentrarse en un lugar en el que no queda nada de vida. Según Madoz, existían 70 viviendas, un Ayuntamiento, una escuela y una parroquia a mediados del siglo XIX.

En esa dirección, cabe destacar que Segundo Alcalde Portero, el último habitante de Peñalcázar, dejó el pueblo en el año 1978, no sin antes hacer historia. Durante las primeras votaciones democráticas, medios de comunicación como La Vanguardia o el ABC se hicieron eco de la constitución de una mesa electoral para un único habitante de hecho -había otros seis de derecho- que ocupaba los cargos de alcalde, alguacil y concejal de la Hermandad de Labradores y Ganaderos. Por otro lado, después de esta anécdota, en una de las torres de la muralla, mirando hacia el este, apreciamos una especie de nevera en la que conservaban las carnes frescas con la nieve. En un estado muy deteriorado, también divisamos la iglesia de San Miguel, que contaba con un retablo mayor del que se han conservado las imágenes de la Dolorosa y San Juan, según algunos historiadores.

Paraje

Por último, antes de finalizar nuestro recorrido, nos desplazamos unos cientos de metros para contemplar una construcción alejada del pueblo. Según nuestros guías, se podría tratar de una antigua ermita, por los contrafuertes situados en sus paredes-. Desde ese punto, también podemos disfrutar de la inmensidad de nuestro territorio, observando Torrubia, Reznos, Carabantes o La Alameda; sintiéndonos en la cima del mundo y viendo también, de cerca, varios buitres que sobrevuelan los alrededores.

En esa posición, comprobamos la buena situación en la que se encontraba este pueblo, con una enorme pendiente que hacía muy dificultosa la labor de las tropas contrarias. Con todo ello, ponemos el punto y final a una ruta que nos ha teletransportado a un tiempo en el que las villas tenían vida, y en el que todavía no se hablaba de la España Vaciada.

Si te ha gustado esta experiencia, puedes conocer más, accediendo a la sección ‘Rutas’ de nuestra web. Además, la página web, ‘Soria Ni Te La Imaginas’, de la Diputación provincial, te muestra otros tantos tesoros de la geografía soriana. De esa manera, nos despedimos hasta la próxima aventura.

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