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Soria tiene nombre de mujer

Soria tiene nombre de mujer

Actualizado 08/03/2023 10:54

Desde Berlanga, Enrique Rubio para Soria Noticias.

No es Soria un lugar especialmente dado a los cambios, pero a veces sorprende. Como aquella vez, que muchos no conocimos pero por suerte permanece en la memoria mágica del cine, cuando nuestra provincia se vistió, incluso paradójicamente sin que nos visitara la nieve, de estepa rusa y Candilichera convirtió sus alrededores en las afueras de la ciudad de Yuriatin, permitiendo a sus vecinos disfrutar de las vistas del palacete Varikino en aquel invierno de 1965, en el que por aquí resultó atípico. Pero si eso no fue motivo para que no se pudiera grabar la película, tampoco lo fue para que se pudieran divisar los Urales en la pupila azul del Moncayo, reflejada en la de un Omar Shariff que encarnaba al poeta y médico Yuri Zivago en su tránsito por unos días que le resultaban hostiles.

Ese mismo Moncayo que recorrieron Valeriano y Gustavo Adolfo en un tránsito lírico-pictórico de amores y desamores mecidos por la pluma del romanticismo, donde supieron descubrir la autenticidad de la esencia soriana. El mismo al que en su disco ‘Al Este del Moncayo’ cantaba Mauricio Aznar, con acento aragonés, “…maldita sea mi tierra por quererla, como si fuera mi mujer”, en palabras de Gabi Sopeña, en una de sus canciones memorables para entender la despoblación (por cierto, les recomiendo que escuchen la titulada ‘Hay una cruz en el Saso’). De lo que no cabe ninguna duda, es de que este centinela de la meseta ha sido tan icónico como mágico. En culturas como la celtíbera, de la que bebemos, era este monte un lugar sagrado para un pueblo ganadero y después agrícola, que respetaba la naturaleza desde el entendimiento, y quizás de aquello, a 40 kilómetros, sean testigos que desafían los tiempos las móndidas, en interpretación de sacerdotisas que todavía rinden culto a la naturaleza en la noche más corta, mientras los guerreros pasan la hoguera atemporal.

Resulta interesante como, en el matriarcado que era la población celtíbera, pudiera existir la figura sacerdotal femenina. Y quizás por ello, tal y como he podido ver en el respeto a mis abuelas como pilares fundamentales de sus hogares, se haya alimentado ese patrimonio cultural apegado al mundo rural, donde se ha mantenido intacto el papel principal de la mujer. Esa herencia es la que he tenido la suerte de ver reproducido en mi pueblo, como en cualquier otro de la provincia, y que ahora se institucionalizado en el día del 8 de marzo, pero siempre presente todos los días.

Del mismo modo que los sueños mantienen las realidades materializándolas, es, en muchos casos, la figura de la mujer quien mantiene viva la esperanza y el presente de la provincia, siendo en muchos casos el tesón y la sensibilidad sus armas. Con el tesón, montañas más grandes que nuestro Moncayo o cumbres más altas que el Urbión han caído, como las que derribó Edelia García. Aunque como decía al principio, no es el nuestro un lugar de rápidos giros, si lo es y ha sido de pequeñas revoluciones, no por su importancia, sino por lo exiguo de la tropa que la lleva a cabo. Esta mujer amaba y ama dos cosas unidas, su tierra y su profesión. A su tierra Villasayas, muchos ahora dirán que no tiene futuro, quizá aquellos mismos que a ella su profesión se la negaban. Peleó y pelea por las dos por igual, tierra y profesión, profesión y tierra. Y las hizo suyas a todos los efectos, pues hasta que ella derribó la barrera burocrática, la que de hecho ha sido la profesión de muchas mujeres, no lo había sido de derecho. Pintó sus sueños y los ha hecho realidad.

Ahora me gusta descubrir como, en algunos programas de televisión, hablan de las nuevas jóvenes que se incorporan al mundo rural. Seguro que muchas, fuera de nuestros límites provinciales, no han oído hablar de Edelia, pero seguro que tanto a ajenas como propias les podría dar buenos consejos.

Por cierto, la curiosidad me ha hecho ahondar en el nombre de su pueblo y buscar la palabra ‘saya’ en internet. Y en su segunda acepción, el pasado, otra vez más, me ha sorprendido enseñando a mirar el futuro…

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Saya

Nombre femenino

1. Falda femenina, generalmente la que forma parte de un atuendo tradicional o rural.

“El traje típico de mi pueblo lleva la saya roja”

2. Prenda de vestir de hechura simple y amplia que originalmente fue llevada por hombres y mujeres a modo de túnica: era una prenda que derivó en la falda femenina.

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Permítanme dedicar este articulo a las mujeres de mi casa, y a todas las mujeres sorianas de las que he aprendido a querer y pelear por mi tierra

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