Artículo de opinión de Eder García, concejal socialista del Ayuntamiento de Soria.
En el pasado Pleno del Ayuntamiento de Soria se consumó lo que hacía meses se estaba gestando a ojos de toda la ciudadanía de la provincia: Saturnino de Gregorio abandona el partido Ciudadanos para incorporarse a la lista del Partido Popular.
Todos debemos ser libres de cambiar de vía en el desarrollo de nuestra actividad política, pero no de cualquier forma. El ahora concejal no adscrito ha hecho un uso espurio de su posición como portavoz del grupo municipal de Ciudadanos, valiéndose de la visibilidad que le daba el mismo para asegurarse un hueco entre las revueltas aguas de la lista del PP de la capital soriana. No termina ahí el despropósito, puesto que en vez de dejar su acta de concejal y, por tanto, su plaza en la Diputación, Saturnino ha abandonado en una situación precaria a su compañera, la señora Morales, que va al grupo mixto.
No es que me preocupe mucho la salud del casi difunto partido naranja, pero traiciona de forma abrumante la confianza de quienes allí le pusieron, dañando la imagen de la institución y la propia esencia de la democracia más directa, la local.
Es un claro ejemplo de transfuguismo en diferido, como diría Cospedal, para integrarse en un grupo que no tiene ningún tipo de alternativa para la provincia de Soria. No obstante, poco ejemplar ha sido la actuación del de Ciudadanos, pero igualmente reprochable la del Partido Popular.
Van a incorporar al tránsfuga a su lista para pagarle que les diese el Gobierno en Diputación hace cuatro años, y lo mantuviera cuando Fernández Mañueco les echó de la Junta. Tiene que estar contenta la militancia del PP de Soria, que tiene que asumir una independiente de número uno y al tránsfuga en los primeros puestos. Lo peor del baile de nombres es eso mismo: no hablan de propuestas para nuestra ciudad, únicamente de dónde van a sentarse. Está siendo todo un proceso de transfuguismo en diferido.