La quinta columna de Patxi Irigoyen para Soria Noticias.
Ya sabíamos de sobra, en Soria, que los partidos que gobiernan no nos tienen en mucha estima tras las elecciones autonómicas. Y lo teníamos claro, porque la libertad de expresión, cuando no va con los que tienen el poder y no coincide con ellos, no gusta. Es algo que va de acólito con el poder político. Si estás en su lado cuando hay oposición, somos todos colegas; si estás enfrente cuando ellos gobiernan, eres vil e ingobernable. Es ley de política española. Es y, salvo excepción, seguirá siendo así.
El ofrecimiento de Soria para ser sede de una Escuela Universitaria de Medicina era serio. Para una universidad como Valladolid es una buena oportunidad de poder abrir más espacios en Soria, ahora que se tienen nuevos edificios, aunque ninguna inversión destacable, y un posible guiño a un vicerrector que hubiera estado deseando poder ofrecer instalaciones.
Sólo es una más de las muchas que nos ha brindado Valladolid. Ya desde el 83, casi cuando comenzamos juntos una andadura estúpida y antinatural, supimos que íbamos a ser la cenicienta de la autonomía. Ni en la programación de carreteras, ni en la fijación de objetivos, ni en el intento de volcar la situación de despoblación, Valladolid no nos mira con buenos ojos.
Preocupado por tener cerca a León y que éstos no dieran guerra, y buscando no ceder ni un ápice de protagonismo, ha seguido la línea marcada por Madrid. Hacer del centro de la península el espacio vacío más amplio posible para que haya natura que luego envíe el oxígeno necesario a las zonas más pobladas e industriales.
No nos mandarán estudiantes de medicina, ni estudiantes de formación profesional, ni proyectos industriales de ninguna envergadura. No seremos objeto de ayudas específicas. Nuestros hijos seguirán saliendo a estudiar fuera de Soria, y tendrán más fácil quedarse lejos de casa que volver a ésta. No tendrán becas de ayuda especial de ningún tipo. Tendrán el mismo precio de BUS que el resto de los ciudadanos autonómicos, pero no tendrán tren ni forma de usarlo. A cambio, una reyerta entre cazadores y ecologistas seguirá pendiente de dar solución a un problema de la naturaleza, que se plantea cuando los animales van aumentando sin freno y sin control. En todo caso, el control de los rebaños y el examen exhaustivo a unos pastores que están a punto de abandonar su trabajo en esta generación.
Tenemos todo un futuro por delante. Yo me apunto a otro carro. Aquí empieza el mundo de los jubilados. En este aspecto, ciertamente, nos acercamos a la capital Valladolid.