La quinta columna de Patxi Irigoyen para Soria Noticias.
A estas alturas de siglo, y tal y como vienen dando los portazos, cualquier día tenemos que plantearnos si la reforma de la Constitución va a ser tan atrevida como para plantear algo en el cambio de forma política del Estado español.
Ver a nuestros políticos de un lado u otro en este tema es asustante. Unos, los menos, no se atreven ni a hablar de defender la monarquía parlamentaria, aunque son partidarios de la misma. Pero no es bueno -según ellos-, hablar del tema porque, entre otras cosas, parece que no está de moda. Ver a los contrarios, los republicanos, es bochornoso en algunas de sus manifestaciones, pues a base de refrendar lo que ellos son, una y otra vez, lo que hacen es desmerecer a quienes podemos plantearnos si somos partidarios de una u otra forma política.
Es cierto que los años últimos, junto a las noticias reales, no han sido lo más mínimo refrescantes. Más bien han sonado a descaro, desvergüenza y, por encima de todo, falta de legalidad. Pero hemos de ser coherentes con aquello de que “todos no somos iguales”, y la falta de prejuicios puede llevarnos, como por otro lado sucede casi siempre, al error más gravoso.
El actual monarca español ha sido protagonista, estos días últimos, por algo tan natural como estar junto a la gente de la calle y sentarse a tocar un cajón musical en Cádiz. Puede ser que sólo una ciudad como la Tacita de Plata sea capaz de recordar a Felipe de Borbón que ser normal y popular no sólo no es contradictorio con ser Monarca, sino que además es profundamente popular y refrescante. Alguno más, que no Real pero si real, debería de darse cuenta de esto mismo.
Los comentarios sobre la Casa Real son diarios en la prensa generalista; antes era sólo la prensa ‘del corazón’, pero ahora es toda la prensa, toda. Y no será porque ésta tenga la culpa, sino porque las noticias que surgen, un día sí y otro también, pasan a ser tan vulgares que lo más interesante es contarlas tal cual y sacarle los colores a quien lo merezca.
Cierto es, en todo caso, que algunos se sienten defraudados; otros, enormemente defraudados -como yo-; y otros, inmensamente engañados. La Casa Real, como muchos otros grupos en otros ámbitos de la vida, vive el mismo problema: “Unos llevan la fama, y otros cardan la lana”.
El cajón del Rey ha dado imagen. Seguir con esta fórmula puede suponer alguna mejor noticia que las últimas. Hace unos meses fueron más populares los Emiratos Árabes por la residencia del Emérito que por el mundial de fútbol. Me quedo el cajón del Rey.