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Siempre cambian los tiempos

Siempre cambian los tiempos

Actualizado 07/06/2023 15:56

Desde Berlanga, Enrique Rubio para Soria Noticias.

Las realidades son diferentes en unos y en otros lugares, así como las particularidades.

Eso es lo que nos hace ricos dentro de la sociedad global donde vivimos. Podemos viajar. Incluso diría que en la sociedad actual necesitamos viajar. De hecho, si miramos en los perfiles de las redes sociales de la mayor parte de nosotros, marcamos viajar como una de las prioridades entre las aficiones. Queremos viajar a América y descubrir Nueva York como si fuera nuestra segunda casa.

Sentirnos a veces tan de Cadem Town que podríamos identificar la banqueta del bar donde se sentaba Amy Winehouse e incluso presumir de habernos sentado en ella.

Parece que Mikonos es la playa de nuestra casa y conocer las pirámides de Egipto poco más que un paseo.

Podríamos continuar, pues parece que todo el mundo ha estado en el caribe, visitado la India, hecho un safari por África e incluso, viajado al Tíbet.

A veces también nos da por los viajes exóticos (entiéndase por exóticos menos habituales) y nos da por conocer tierras más o menos cercanas.

En un viaje de estos ultimos, por casualidad o no, llegó a mis manos hace pocas fechas un ejemplar de ‘La Gaceta de Salamanca’ del cual me llamó tremendamente la atención un artículo referido a un suceso acaecido allá por 1905.

En él, se rememoraban hechos que originaron una tremenda polémica nacional.

Si alguien en nuestras tierras sorianas le comentamos que cierto pueblo ha quedado deshabitado a nadie le resultará extraño.

Pero en 1905 en Boada no fue la progresiva intención de prosperar de sus vecinos lo que estuvo a punto de vaciarlo. Fue una decisión en masa la que originó el alboroto patrio.

Situada la población dentro del campo charro salmantino, cerca de Ciudad Rodrigo y Pedraza de Yeltes

Todo el pueblo, desde el secretario del ayuntamiento, el médico, el secretario del juzgado, pasando por labradores, carpinteros, herreros, albañiles, boticario, zapateros, etc. quisieron marchar lejos de su tierra en una migración en bloque.

Desesperados y abocados a la miseria después de que el Estado les dejase sin tierras para cultivar y varios bienes comunales de Boada fueran privatizados para compensar las enormes deudas que el Estado había contraído a finales del siglo XIX a causa de las desastrosas campañas de Cuba y Filipinas, los vecinos enviaron una carta a la República Argentina en la cual expresaban su intención como pueblo de emigrar en masa.

No tardaron en surgir voces acreditadas como la del periodista Ramiro de Maeztu, quién en aquella época ejercía como corresponsal en Londres, para criticar la decisión con frases tan categóricas como aquella en la que decía “No es con la huida como se vencen las dificultades, sino haciéndolas frente”.

Incluso les combina a replicar Fuenteovejuna tomándose la justicia todos a una por su mano.

Miguel de Unamuno, como no podía ser menos, también acudió al pueblo donde defendiéndose de las acusaciones de antipatriotas proferidas por Maeztu, uno de los vecinos le explicó que “Patriotismo consiste en dar de comer a mis hijos y no en pasar hambre y dejar que la pasen las familias”.

Unamuno entendió la situación y se puso de parte del pueblo:

“El pueblo de Boada desea marcharse porque lo echan… No es a ellos a quienes hay que predicar patriotismo”

Así, entre dimes y diretes al pueblo llegaron en una Delegación de Gobierno dos inspectores de obras públicas y del servicio agrónomo junto con el gobernador civil y otras fuerzas vivas de la provincia el pueblo. Le reclamaba sus huertos, que al fin y al cabo, eran su modo de subsistencia.

Esta Delegación les creó un centro de experimentación agrícola para ensayar abonos y maquinaria.

El Ministro de Fomento por su parte, prometía cuanto tuviera en su mano para devolver las tierras y aplicar medidas especiales para afrontar la crisis.

Llegó 1906, y la polémica se disipo. Algunos emigraron y otros no. La propiedad comunal se devolvió, e incluso recibieron de Gobierno el curioso obsequio de un baúl de boinas rojas. En 1906 habitaban el pueblo poco más de 900 habitantes, tras un ligero repunte, cayó a los 750 en 1928, para después remontar hasta 1020 en 1950, desde entonces, todo ha sido una caída hasta los 283 que son en la actualidad.

Excepto lo del viaje a Argentina en masa, el resto de la historia podría hablar de cualquiera de los pueblos de nuestra provincia.

Gracias a haber viajado a sitios menos habituales para conocer los ejemplos de las tierras altas escocesas y algunas regiones de Francia, me resisto a creer que el problema de la despoblación no tiene solución. Pero evidentemente, si tratamos de frenar esta sangría con tiritas en forma de inversiones poco productivas mal vamos.

En el pueblo salmantino dejaron claro que para vivir había que tener de que comer. Aquí, en Soria, está claro que nadie quiere a nuestra tierra más que nosotros, pero también necesitamos que nos devuelvan no las tierras, sino las oportunidades que merecemos. Sin soluciones experimentales si no con apuestas reales, pues en nuestro ámbito rural, no estamos ni para perder habitantes ni para desperdiciar oportunidades

Así pues, como se diría en 1905, en manos de los próceres patrios queda, que de aquí, no nos queremos ir...

¿Siempre los tiempos cambian?

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