España, un país difícil de gobernar

El pasado 23J, los españoles hablaron en las urnas y el resultado nos ha dejado grandes incógnitas. El escenario político actual, en nuestro país, podría resumirse con una frase que pronunció Felipe González, en el año 1996, tras el triunfo de José María Aznar: “victoria amarga, derrota dulce”.

Objetivamente, el Partido Popular ha ganado, con mucha autoridad, las elecciones generales. Feijóo ha sido respaldado por más de 8 millones de españoles, lo que se traduce en 136 escaños, esto es, 47 diputados más que en 2019, cuando, por entonces, presidía el partido Pablo Casado. Asimismo, se ha conseguido la mayoría absoluta en el Senado. Sin embargo, este resultado ha sido muy lejano a las expectativas inicialmente planteadas y, por tanto, aritméticamente, no es suficiente para que la derecha ocupe la mayoría de los sillones del Congreso.

En segundo lugar, y pese a haber presidido el peor gobierno de la democracia, a Sánchez no le han castigado las urnas los pactos con comunistas, independentistas y Bildu – etarras. Ha sido capaz de conservar tanto los votos como los escaños. Pero esta vez, el número de partidos que deben entrar en la “ecuación Frankenstein”, es todavía mayor. Partidos minoritarios, especialmente vascos y catalanes, son los que tienen la llave para abrirle la puerta de la gobernabilidad, no sin antes exigirle grandes cesiones.

En tercer lugar, los partidos extremos, tanto por la derecha como por la izquierda, no han cosechado buenos resultados. Y, por otro lado, los movimientos regionalistas de la España Vaciada han perdido la representación nacional que tenían. En concreto Soria Ya, ha visto como sus banderas se empiezan a retirar de los balcones, especialmente tras decidir no presentarse a las pasadas elecciones municipales.

En definitiva, considero que la política española está condenada al bloqueo, así que posiblemente, volveremos a votar más pronto que tarde.