Soria Noticias ha tenido el placer de hablar con Lucius, un gladiador que nos ha contado las modificaciones que la gran pantalla ha realizado a la historia para hacerlo más atractivo cinematográficamente. Uno de estos mitos es que los luchadores, en caso de perder, no eran castigados a muerte, tal y como siempre nos han hecho creer.
La Vulcanalia 2023 continúa con sus múltiples actos en el centro de la capital soriana. Hoy se han podido ver interpretaciones y también un campamento para poder contemplar cómo se obraba antiguamente o cómo luchaban los gladiadores.
Justamente, estos últimos tenían una misión muy concreta: entretener a los ciudadanos. Pero… ¿De dónde surgen exactamente las peleas de gladiadores? ¿Fue este el fin primero de este espectáculo? Soria Noticias ha hablado con Lucius (un luchador interpretado por Javi) para que nos cuente cómo evolucionó este acto y cuáles son los mitos que nos hemos creído durante años debido a las películas de Hollywood.
Una cosa es cierta, y es que sí que hubo una época en la que estas luchas se hicieron con el fin de entretener. Sin embargo, no siempre fue así. Lucius nos cuenta que estos combates comenzaron como un rito funerario que tenía como objetivo ofrecer la sangre de los vivos a los muertos para que pudieran pasar al otro mundo.
Para situarnos en un hecho histórico concreto, habría que remontarse a la Guerra de Troya con Aquiles y Patroclo, “ese fue el primer duelo funerario del que tenemos constancia. Lo que hacían eran los llamados ‘duelos a primera sangre’, es decir, se enfrentaban con armas reales, pero una vez que uno de los dos luchadores empezaba a derramar sangre se paraba el combate”. Un encuentro que se hacía delante de la pila funeraria antes de ser quemados.
Posteriormente, este ritual pasó a la Eldade, luego a los griegos cuando comenzaron a colonizar el sur de Italia, para extenderse a los pueblos vecinos que acogieron esta costumbre, hasta que finalmente esto lo importaron los romanos. Y, justamente ahí, cuando estos últimos lo adoptaron empezó a hacerse famoso.
Se podría pensar que en Roma, de la mano de Julio César, el acto se convirtió en un espectáculo a vida o muerte en el ruedo. Sin embargo, nuestro amigo gladiador nos cuenta que aquí es donde más mito hay pues “si nos fijamos en la epigrafía, que es lo que nos dicen las tumbas de los gladiadores, se calcula que tan solo entre un 5 y un 10% de los que entraban en la arena morían”. Esto se debía a que era muy caro mantenerles y entrenarles para que los luchadores fuesen de calidad.
Otra curiosidad, es que los gladiadores “eran alquilador por quien organizaba el espectáculo, y en caso de muerte, había que pagar el precio completo por ellos”. Además, hay que pensar que los luchadores siempre tuvieron un trasfondo de heroísmo, por lo que “aunque perdiera, tuvieran unos golpes tremendos, el hecho de levantarse y seguir luchando ya suponía un reconocimiento y un esfuerzo que se aplaudía perdonándoles la vida”, por lo que “aunque pasó de un evento sacro a un espectáculo, siempre mantuvo su misticismo”.
Además, estos, debido al gran valor que tenían eran tratados muy bien. Un ejemplo de ello era que el día antes de luchar se organizaba una cena donde se les daba una buena comida. A ella acudían las personas de élite para que pudiesen verlos y comenzar a hacer apuestas. “Hay historiadores que abogan porque ese día los luchadores hacían un testamento por si les pasaba algo en la arena al día siguiente”.
En cuanto al día del combate, antes de salir a luchar, los gladiadores hacían un pequeño desfile para que se les viera. “Primero iba el que pagaba el espectáculo, luego pasaban las armas que se mostraban expuestas, y los luchadores que e iban acompañados de músicos”. El recorrido que hacían también lo decidía el organizador. Sin embargo, y aquí se va a romper otro de los grandes mitos del cine, y es que dentro del anfiteatro los gladiadores sí que salían todos juntos para que se les viera, pero “nunca dijeron la famosa frase de ‘Ave César, los que van a morir te saludan’, pues esto solo se decía en Naumaquias, otro tipo de espectáculo”.
Por otro lado, había categorías de gladiadores “sobre todo desde que llegó Augusto, que regló todo el juego a través de la Reforma Augusta, en la que se empezaron a clasificar a los gladiadores”. Gracias a estas nuevas normas antes de cada combate se miraba quiénes se iban a enfrentar para que la cosa estuviese igualada. Para ello, miraban las características de cada uno de los combatientes, o si se tenía que modificar algún arma para que el espectáculo fuese todavía más emocionante y equilibrado.
En lo que respecta al uniforme, solían llevar “un calzón, por encima un cinturón de cuero que les protegía el bajo vientre, y que en ocasiones iba adornado con piezas metálicas. También tenían una protección en el brazo armado. Y, luego, dependiendo del gladiador variaba el tipo de casco, el escudo o si llevaban espinilleras altas o bajas”.
Con todos estos detalles podemos verificar que de lo que nos contó el cine respecto a que se trataba de un acto sangriento era más falso que cierto. Y, aunque sí que respetaban algunas de las formas, el espectáculo se sobrepuso a la realidad histórica.