El descubrimiento de una cantera que había pasado desapercibida durante siglos ha permitido ligar Deza con una guerra del s. I a. C.
¿Por qué se molestaría alguien en extraer 12.000 metros cúbicos de roca para luego dejarla tirada en una explanada? Esa es la pregunta que se hicieron, al recorrer un paraje cercano a la localidad soriana de Deza, un grupo de investigadores entre los que se encuentran Vicente Alejandre, su alcalde, (químico y profesor de profesión, pero apasionado de la historia) y Eugenio Sanz, geólogo y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Y así empieza una historia de muchas hipótesis bien fundadas que ahora buscan confirmación.
Un equipo de investigación multidisciplinar . Respaldados por la UPM, firman el artículo Eugenio Sanz, Vicente Alejandre, Antonio A. Arcos, Ángela Moreno y Álvaro Sanz.
La investigación es fruto de una duda que estuvo en la mente de Sanz durante años. Entre los dezanos se creía que, durante la guerra de Sucesión, los austracistas habían colocado cañones en uno de los barrancos que vigilan el pueblo para bombardearlo y la leyenda bautizó el paraje como ‘La rueda del cañón’. Pero analizando los datos, esto parecía imposible por la distancia de 500m (el doble del alcance de cañones y catapultas) que separa este punto de lo que siglos atrás fue el castillo de Deza. Lo que sí estaba a 200m de esta colina era otro punto estratégico: su antiguo castro celtíbero.
Y es que en este paraje, que siempre había pasado desapercibido, había varias cuestiones que no encajaban. Existía un camino que termina en una caída abrupta, demasiado como para que los antiguos dezanos hubieran tratado de formar una senda hasta el asentamiento. Una gran roca marca su final y da comienzo a ‘la nada’, pero a lo largo del trazado del camino existen rodadas, fruto de la erosión del paso continuado de un carro. Lo único que hay en esa colina es un socavón donde en el resto existe una ladera regular de roca. Una anomalía que, sumando el resto de indicios, les llevó a la conclusión de que ese paraje había sido una gran cantera de la que se habrían extraído 12.000m³ de roca. Pero, ¿para qué?
Por lo que han podido comprobar acudiendo a expertos en la materia, las rodadas del camino encajan con las medidas de un carro de campo, que se comenzó a emplear durante la época romana pero que no se abandonó, en palabras de Alejandre, “hasta antes de ayer”. Sin embargo, en esa zona se hallaron monedas romanas y celtíberas, que podrían concretar más la fecha hasta el s. I a. C., durante las Guerras Sertorianas. Esto cuadra si se tiene en cuenta que en una explanada elevada por encima del barranco se han producido hallazgos de monedas de esta misma época, material militar romano y lo más interesante de todo: los 12.000m3 de roca que se extrajeron de la cantera.
La erosión borró durante siglos el rastro de los trabajos en la cantera
En su localización artificial en esta meseta, las piedras forman lo que parecen caminos que delimitan distintas zonas y en esta localidad, según explica su alcalde, “no se vallaban los recintos, este es el único sitio de Deza en el que existen esas formas”. De hecho, todos los campos que lo rodean están divididos por montículos de tierra. Este punto ‘vigía’ ofrece una perspectiva aún mejor que la del barranco de lo que fuera el castro celtíbero de Deza. Y juntando todas estas pistas que ha ido dejando la historia, los investigadores han planteado la hipótesis de que esta explanada albergara, en su día, un campamento militar romano con miles de mercenarios que habrían sido pagados con toda la monetaria encontrada.
La guerra sertoriana fue un conflicto civil entre populares (seguidores de Sertorio) y optimates, que sacudió la península Ibérica entre el 82 a. C. y el 72 a. C., durante la República Romana. “Numancia se había conquistado en el 133, no ha pasado tanto tiempo, el espíritu celtíbero está ahí y se les ha prometido autonomía si están a favor de Sertorio”, explica Sanz. Su cuartel general se encontraba en la actual Huesca, por lo que sería posible que este dirigente hubiera mandado defender una plaza aliada tan valiosa como Deza. Valiosa, porque se encuentra muy cerca de minas de plata y porque desde el paleolítico los humanos han apreciado sus estables manantiales semitermales, que suministran unos 100L de agua al segundo y garantizaban el pasto durante todo el año. “Me imagino a los soldados bajando en invierno a bañarse con todo helando alrededor, pero sumergidos en agua a 20 grados”, apunta el catedrático.
La hipótesis de la defensa es también la que más cuadra, ya que desde el campamento, el castro hubiera sido muy vulnerable a un ataque con catapultas y, ¿para qué esforzarse con una construcción de unas 28 hectáreas para un ataque que se puede perpetrar con rapidez? Además, no descartan que en esta explanada se librara una pequeña batalla.
El siguiente paso en esta aventura es despejar todas las incógnitas con un estudio arqueológico. Y no solo excavar el supuesto campamento, sino también el castro celtíbero, que creen que podría haber tenido unos 2.000 habitantes, más que Numancia, y tener relación con la etnia de los Titios, incluso confirmar o desmetir que se trate de Titiakos -ya que esto no puede asumirse solo por las monedas encontradas-.
Titiakos es una de las ciudades que aparecen en las crónicas pero no han sido localizadas, aunque existen varias hipótesis sobre su ubicación.
El Ayuntamiento ya se ha puesto en contacto con la Junta de Castilla y León para que se estudie la zona y Alejandre confía en que, de confirmarse, el yacimiento pueda señalizarse y convertirse en un nuevo atractivo turístico para el municipio: “La agricultura y la ganadería, en el estado en el que están ahora, no van a poder arraigar población y quizás esto podría darle un empujón al turismo y ser una salida”. ¿Podría el pasado darle un nuevo futuro a Deza?