“Muchos vecinos no sabían de la existencia de estas”, indica la presidenta de la Asociación, María Concepción Abad.
Berlanga de Duero retrocedió ayer varios siglos para recuperar unos iconos que datan del S. XIX. Con numerosos vecinos y con los representantes políticos de la localidad presentes, la Asociación Amigos del Castillo presentó las ‘Tres Cruces’ que coronan el ‘Calvario’. Al desaparecer dos de las antiguas y contar con una tercera en estado bastante deteriorado, estos berlangueses decidieron encargar unas nuevas en madera de enebro.
De la misma manera, según explica la presidenta de la Agrupación, María Concepción Abad, se optó por un cambio de ubicación: “Anteriormente, se encontraban en el alto del cerro. Con la llegada del depósito y de numerosas antenas se dejaron de ver. Personas de 30 años de Berlanga no sabían de su existencia”.
Por todo ello, los Amigos del Castillo decidieron colocarlas a la derecha de este cerro para así, poder ser vistas también desde el Paseo de la Arboleda.
Cada 3 de mayo, después de la misa, los agricultores y ganaderos iniciaban una solemne marcha hasta esta ubicación. Allí, delante de las ‘Tres Cruces’ pedían protección para sus fincas y para sus animales. “Ante el desconocimiento que existía, decidimos actuar. Nuestros antepasados bendecían sus campos y pensamos que era importante recordarlos”, explica Abad.
En ese sentido, la Asociación ha instalado una placa con la tradición en el antiguo lugar de estas cruces, al mismo tiempo que ha colocado otra en su nueva ubicación para que todo el mundo sepa que se conmemora. Por todo ello, el 3 de mayo de 2024 volverán a andar hasta este lugar para reinstaurar una tradición que se perdió en los años 70 con la marcha de numerosos agricultores y ganaderos.
Por último, para seguir respetando la historia de Berlanga, los integrantes de este grupo se sumergieron en la restauración de la única cruz que se mantiene del pasado. Una vez se arregle se devolverá a su lugar de origen. “Las personas van y vienen, pero las obras permanencen”, concluye Concepción Abad.