Los turrones y mazapanes de El Abuelo José Luis son todo un símbolo de la Navidad soriana. Sus responsables se han encargado, durante cinco generaciones, de que nada altere su sabor. Llevan la tradición “en las venas”.
En el corazón de Arcos de Jalón, dentro de un pequeño obrador, se produce todo un símbolo de la Navidad soriana. El sabor de los turrones y mazapanes de El Abuelo José Luis ha marcado a cinco generaciones de sorianos y, cada diciembre, vuelven a protagonizar esos momentos de dulce capricho inseparables de estas fechas.
Paula López, una de las responsables de la empresa, nos abre las puertas para desvelarnos los pormenores de un trabajo “sacrificado, pero muy reconfortante”. Nadie mejor que ella para describir la “responsabilidad” que esconden sus manos. Y es que sus productos se elaboran a diario, y de forma completamente artesanal, del mismo modo que lo hacían sus antepasados cuando inauguraron el negocio en 1850.
Lleva “en la sangre” el oficio, lo ha “mamado”, pues recuerda cómo de pequeña se quedaba “dormida en el escalón acunada por el ruido de la caldera”, que mantenía caliente la mezcla de almendra marcona y miel de romero a la que su padre daba forma. Por eso, no entiende un final de año sin el olor que impregna su chaquetilla, sin el cansancio que se acumula en sus brazos, y sin la “satisfacción” que hincha su pecho cuando alguien “viaja más de una hora” para “comprar el turrón que no faltaba en casa de su madre”.
El mostrador de El Abuelo José Luis es toda una invitación a caer en la tentación. El turrón de almendra duro, el de yema tostada y el pan de Cádiz comparten espacio con las variedades que se venden al corte de congreso de frutas, Cádiz de yema, mantequilla y moca, coco, chocolate y almendras, almendra molida, almendra con nueces y piñón. Las materias primas adquieren todo el protagonismo y salta a la vista, pues se trabajan “con mimo” y “sin conservantes ni aditivos”, cuenta López.
La tradición es clave. “Seguimos siendo mi padre y yo, seguimos trabajando lo mismo, aquí no encontrarás máquinas ni sabores nuevos porque cuidamos la esencia”, expresa. El trabajo artesano es agotador, pero ayuda hacerlo bajo pedido: “Los clientes respetan nuestros plazos y sabemos que vamos a trabajar de sol a sol, pero cumplimos”, refiere.
El boca a boca, y “el probarlo” ha formado su reputación. Tienen su principal mercado en la capital de la provincia, pero viajan a otros puntos de la geografía nacional. Madrid, Barcelona, Zaragoza, Málaga... La mayoría tienen como destino a clientes particulares porque El Abuelo José Luis apuesta por el comercio “de cercanía” y, de momento, huye de las “grandes superficies”. Reconocen la labor del comerciante que conoce a su cliente y pone en valor al producto, por ello les encomiendan “lo más valioso que tenemos”. El precio, y más en tiempos de inflación, es lo único que puede despertar reparos, pero “somos ese capricho al que nuestros clientes no quieren renunciar”.
Con 34 años, Paula no se imagina una vida distinta a la que tiene y “adoro”. No obstante, reconoce que sobre sus hombros porta una carga importante. Es la primera mujer al frente del negocio familiar y sabe que “me juego mucho”. Teme “no tener la fuerza suficiente” y “no llegar donde los demás han llegado”. Lo hará.