La quinta columna de Patxi Irigoyen para Soria Noticias.
A base de ver en los medios de comunicación la forma de relacionarse de los líderes políticos del partido más votado en las últimas elecciones y del partido que gobierna en la actual legislatura, estoy de los nervios. No puedo soportar ver la indisposición de uno y otro para hablar, para negociar y para entenderse. Pero lo peor que llevo no es la incapacidad para hacerlo, sino la nula intención que tienen de pactar.
No les preocupa lo más mínimo, o al menos esa es la imagen que dan, llegar a acuerdos válidos para que todos estemos más protegidos, más respaldados y, sobre todo, más tranquilos. En materia de sanidad no han sabido, no han podido, y a lo peor no han querido, poner remedio a nuestros males. Los licenciados en medicina son, además de los universitarios más castigados, los titulados que en el momento en que inician su actividad laboral más pegas tienen para hacerlo, con más diferencias entre ellos mismos. Y no es de ahora. Pero, sobre todo, son los que más castigo reciben y los que más soportan la llegada de ‘colegas’ extranjeros que no han tenido tanta carga estudiantil o de presión profesional, pero que por necesidades van a desempeñar un puesto similar o superior.
En educación, se premia cada año más la interinidad, la falta de previsión, y sobre todo la diferencia exagerada entre las peculiaridades del desempeño de iguales puestos en administraciones autonómicas diferentes. En las comunidades con lengua propia, quienes no las conozcan quedan relegados a no presentarse en esos territorios, o a un esfuerzo mayor que han de soportar
En materia de prestaciones sociales, tampoco nuestros líderes van a coincidir. Mientras uno se cree que es el salvador de las personas más vulnerables y echa en cara al contrario la falta de acercamiento a dichas personas, el otro se mira en el espejo de alguna comunidad autónoma que dirige su partido, y que ha podido tener determinadas prestaciones por encima de lo habitual. Carecen de cualquier conocimiento mínimo exigible de cómo funcionan quienes requieren prestaciones públicas por su condición de discapacidad. Sus acuerdos conseguirán cambiar la palabra “disminuidos” por “discapacitados”, pero no incidirá ello en ampliar servicios sociales, ampliar plazas residenciales para mayores o personas con necesidad de ellas, o mejorar las aspiraciones laborales de personas que podrían estar percibiendo una ayuda y sintiéndose útiles a la sociedad. Se reúnen los dos líderes, pero sus decisiones huelen más a oportunismo. Huelen más a presión popular que a convencimiento. ¿Serán capaces de hacernos concebir esperanzas?