Artículo de opinión de Eder García, concejal del PSOE en el Ayuntamiento de Soria.
Cerramos un año tremendamente agitado en el ámbito de lo político, que permea con total facilidad y con cierta intencionalidad, en algunos casos, por parte de ciertos actores de las derechas.
En primer lugar, aquellos que formamos parte de la izquierda tenemos que reflexionar con seriedad sobre cómo es posible que no sepamos sumar con más rotundidad a la mayoría social, diana clave de nuestras políticas. Quizá, la sectorización de nuestros mensajes, con mayor visibilidad y efecto sobre algunos colectivos, hace que perdamos del primer plano lo que históricamente denominamos lucha transversal de clases. Pero más allá de la autocrítica, el responsable de abrir de par en par las puertas de las instituciones a la extrema derecha es el Partido Popular. Esto les ha servido para gobernar en autonomías y ayuntamientos, pero también les ha arrastrado hacia posturas y formas de la derecha más rancia, reaccionaria y sectaria.
Durante este año, hemos visto cómo se están normalizando actitudes, comportamientos y faltas de respeto personal e institucional que no hacen sino degradar la calidad democrática y nuestras propias instituciones. Desde manifestaciones agresivas y señalamiento de compañeros y sedes socialistas, presidentas autonómicas que insultan abiertamente al del Gobierno de España o, más recientemente, concejales que agreden directamente a otros como matones.
No podemos resignarnos a normalizar comportamientos violentos en política. Si aceptamos como herramienta el uso del insulto o la agresión física, ¿qué será lo siguiente? Como ciudadanos debemos exigir que, para el año próximo, nuestros representes hagan propósito de volver a una moderación, como mínimo en las formas. Los progresistas tenemos cuatro años para convencer sobre la moderación y la justicia en el fondo, sin dejarnos arrastrar al barro, llegando a la gente con los hechos y mejorando sus vidas con el BOE.