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Los (múltiples y complejos) problemas del campo

Los (múltiples y complejos) problemas del campo

Actualizado 26/02/2024 10:58

La carta de Sergio García Cestero, director de Soria Noticias

Febrero ha sido el mes de las protestas del campo. Agricultores y ganaderos se han movilizado en toda España al rebufo de las protestas surgidas en otros puntos de Europa, especialmente del combativo agro francés. Las protestas se han hecho escuchar intensamente en Soria con movilizaciones durante dos semanas en las que han participados cientos y cientos de profesionales del sector primario. Esto ha generado un debate verdaderamente transversal saltando de los grupos de Whatsapp a los medios de comunicación y que se ha reproducido desde la barra del bar hasta las instituciones. Un debate complejo y poliédrico que abarca la relevancia de la independencia alimentaria, la excesiva burocracia europea, la eterna lucha entre proteccionismo y libre mercado, el poder de las OPAs, el animalismo y la protección del medioambiente, la desconexión entre el mundo rural y la gran ciudad, la política de subvenciones y ayudas… y algún vértice más que seguramente se me escape.

El problema principal tiene que ver con la escasa rentabilidad del trabajo en el campo. Dicen los manifestantes que pierden dinero trabajando, cosa que no es cierta, pero si lo es que el retorno de inversiones tan gigantescas y de un negocio tan riesgoso no es especialmente atractivo. El campo español es competitivo, pero su competitividad se basa en los bajos salarios. Un salario ajustado, seguramente usted también lo sufra, es demoledor en épocas de inflación desbocada. Es cierto que la competitividad del campo español debía haberse potenciado con todas esas PACs gastadas en Mercedes y pisos en la capital, pero, en cualquier caso, trabajar para ser pobre es mala tierra de cultivo.

Toca buscar culpables y algunos señalan a los supermercados. La cadena de valor que lleva de la nave del agricultor al lineal un producto es compleja y larga. Genera un valor añadido enorme para el consumidor y asume numerosos impuestos y costes logísticos (carburantes, gasoil, mano de obra, mermas…) que no dejan de subir. Los supers no ganan más de 5 céntimos por cada euro vendido, por lo que ahí no está el problema.

Uno de los principales focos de la crítica tiene que ver con las regulaciones que sufren agricultores y ganadores. Y aquí aparece una maraña de cosas necesarias (como el control de pesticidas o fitosanitarios), obligaciones impuestas (como la digitalización del campo) y la planificación centralizada por los tecnócratas comunitarios de lo que se debe plantar, o no, en cada hectárea de la Unión Europea. Cualquiera que se vea obligado a trabajar regularmente con la administración sabe de la ineficiencia de esta y de lo desquiciante que resulta casi siempre la estúpida burocracia. Agricultores y ganaderos están, en este punto, rodeados.

En este punto aparece otro pilar fundamental del movimiento, el proteccionismo. Utilizan para ello la premisa falsa de que los productos de otros mercados (Argentina, Marruecos, Turquía, Sudáfrica…) llegan a la UE utilizando productos fitosanitarios prohibido aquí. La base es falsa. Si un agricultor europeo no puede usar un producto en su cultivo ningún producto de otro país se puede vender en la UE si se ha usado ese producto. Otra cosa es que eso se cumpla a rajatabla y que los controles sean necesarios, que parece que no. Y otra cosa también es que los agricultores extracomunitarios no tengan esas obligaciones estúpidas como son el cuaderno digital de la explotación o algunas exigencias medioambientales (quemas, distancias, barbechos…).

Más señalados; la Agenda 2030. Los principios impulsados por la ONU para buscar un mundo mejor más igualitario y sostenible son vistos, no sin parte de razón, como una forma en que las élites planifican y deciden los destinos del mundo en base a sus criterios. Enraíza aquí este problema con la confrontación cada vez más frontal entre el campo y la ciudad. Dentro de este mensaje contra las élites, contra la ciudad, por parte de una forma de vida que se siente permanentemente atacada se enmarcan las críticas a las OPAs. Las Organizaciones Agrarias se ven alejadas a la realidad y se perciben, como ocurre con los sindicatos, los políticos o nosotros los propios medios, como parte del problema y no de la solución.

En definitiva, un debate interesante y complicado, que no tiene ni buenos ni malos ni una solución fácil, pero que tiene que ser afrontado sin demora.

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