Una ciudadela que parece congelada en el tiempo. Escenario de una batalla mítica que liga su nombre, para siempre, al fin de uno de los genios militares más importantes de la historia de España.
El castillo de los buitres vigila desde hace siglos un paraje de leyenda. El escenario de una batalla mítica que acabó con uno de los mayores genios militares que ha visto la Península Ibérica. Una derrota que todavía hoy recuerda con orgullo un pueblo capaz de trasladar a la Edad Media a todos aquellos que se pierden por sus calles.
Calatañazor es una localidad al oeste de la provincia de Soria, célebre por su impresionante arquitectura popular medieval. Su nombre podría provenir del término árabe Qal`at an-Nusur, traducido como ‘castillo de los buitres’. El paraje fue habitado por celtíberos y romanos, aunque floreció al ser repoblado, durante la Reconquista.
Aunque llegó a tener nueve barrios periféricos, sólo se conserva el que fuera su núcleo principal en el interior de la muralla. Este Conjunto Histórico-Artístico Nacional es uno de los ‘Pueblos más bonitos de España’. En 1965 fue elegido por Orson Welles para rodar ‘Campanadas a Media Noche’, una adaptación de varias obras de Shakespeare.
Aunque bien podría ser famoso únicamente por el encanto de sus calles y construcciones, detrás del renombre de Calatañazor hay un hombre en concreto: el general Almanzor. Apodado ‘El Victorioso’ (Al-Mansur), Muhammed Ibn Abï Amir fue uno de los generales más célebres y poderosos del Califato de Córdoba. Pero cuenta la leyenda que su éxito llegó a su fin en el año 1002, cuando un ejército cristiano logró derrotarle en una batalla que tuvo lugar en Calatañazor, naciendo así un célebre dicho soriano: Calatañazor, donde Almanzor perdió el tambor.
Se dice que el general perdió sus ganas de vivir, y también que no pudo superar una herida sufrida en batalla y por eso murió en Medinaceli poco después. Sin embargo, existe un amplio consenso sobre que la batalla no existió y que falleció por causas naturales. En Calatañazor existe un busto de ‘El Victorioso’ y Gerardo Diego le dedicó un poema.
Azor, Calatañazor,
juguete.
Tu puerta, ojiva menor,
es tan estrecha,
que no entra un moro, jinete,
y a pie no cabe una flecha.
Descabalga, Almanzor.
Huye presto.
Por la barranca brava,
ay, y cómo rodaba,
juguete,
el atambor.
Calatañazor presenta un urbanismo típico de la Edad Media, con vías pavimentadas e irregulares y con la calle Real y la plaza Mayor como ejes. Su arquitectura popular es uno de sus grandes encantos, con casas de dos plantas fielmente conservadas. El piso inferior se construía con piedra y el superior, con soportes de madera de sabina (dada su disponibilidad en la zona) enlucidos de barro y unidos, bien con entramado vegetal o bien con adobe.
Las chimeneas cónicas o pinariegas coronan las viviendas y blasones, balcones y aleros sirven de adorno a sus fachadas. En muchos casos, las plantas superiores forman soportales sobre pilares de madera que permiten a sus habitantes sobrellevar mejor el invierno cubriendo parte de la acera.
La visita a Calatañazor no se limita a perderse entre su caserío. Del castillo de Calatañazor, también conocido como ‘de los Padilla’, se pueden visitar sus ruinas consolidadas. La construcción de su torre del homenaje se remonta al s. XII aunque sufrió numerosas remodelaciones posteriores. Con el tiempo abandonó su propósito militar para convertirse en residencia palaciega.
La fortaleza fue mandada construir en el s. XIV por el infante Don Pedro para protegerse de los infantes de la Cerda. Contaba con un foso artificial y un puente levadizo. El patio de armas, en el que se desarrollaban las actividades cotidianas del castillo, se aprecia con claridad desde lo alto de la torre del Homenaje. Desde ahí también se puede observar una necrópolis altomedieval con tres tumbas pétreas antropomorfas y el ‘valle de la sangre’, escenario de la mítica batalla de Calatañazor.
El rollo o picota del pueblo podría haber tenido función jurisdiccional, para indicar el estatus de la villa o sus límites; y penal, para exponer a los malhechores. Junto a él se conserva la ‘Piedra del Abanico’, una roca con huellas de hojas de palmera, especie que habría sido autóctona de la zona hace millones de años cuando el clima era húmedo y templado.
En el interior del recinto amurallado se encuentra la iglesia románica de Nuestra Señora del Castillo, que fue reformada en el siglo XVI. Destaca su fachada occidental, con reminiscencias califales, tres arcos ciegos decorados con motivos vegetales y un óculo. En el exterior del pueblo está la ermita de la Soledad, de una única nave y que sólo conserva de su construcción románica del s. XII el ábside y la portada norte.
Las estrechas calles de Calatañazor y su irregular urbanismo hacen que lo más recomendable para visitarlo sea dejar nuestro vehículo en el aparcamiento gratuito que se encuentra en la entrada del pueblo. Aunque no está prohibido acceder en coche, lo mejor es recorrer el pueblo andando, especialmente en temporada alta. Además, parar en el aparcamiento y subir hasta el pueblo a pie es una gran oportunidad para apreciar la muralla de la localidad. Junto a la ermita en ruinas de San Juan hay un aparcamiento de autocaravanas.
La calle Real, que da acceso al pueblo desde la carretera, es el eje principal sobre el que se debe estructurar la visita. En su parte más alta se encuentra la plaza Mayor, con el Ayuntamiento, el rollo y la entrada al castillo. A medio camino están la iglesia de Nuestra señora del Castillo y el busto de Almanzor. Desde ahí, se puede pasear y perderse por distintas calles para disfrutar de su encanto medieval.
Las calles están empedradas, así que será mejor hacer uso de un calzado cómodo y plano. Para disfrutar de la arquitectura popular habrá que mirar hacia arriba, prestando especial atención a las chimeneas cónicas o pinariegas, a los balcones y a los soportales de madera.
La visita a Calatañazor puede ser completamente gratis, ya que no hay que abonar ninguna tasa por aparcar o entrar al pueblo, ni tampoco para visitar el castillo y subir a su torre, que tiene entrada libre 24 horas todos los días del año. Y aunque la fortaleza se puede visitar en cualquier momento, es el lugar perfecto para disfrutar de un precioso atardecer. Su altura ofrece unas vistas incomparables, tanto del pueblo como de su entorno natural, aunque su acceso es complicado con movilidad reducida.
El tiempo de visita es de entre una y dos horas. Para completar el día se puede hacer parada en el sabinar de Calatañazor y el paraje de la Fuentona, como opciones de ocio de naturaleza, y en El Burgo de Osma para disfrutar de un paseo histórico. Además, desde el pueblo parte la ruta que permite recorrer una parte de la vía romana Numancia-Uxama, con un recorrido de 5,7km.
En días laborables y en temporada baja los comercios o establecimientos hosteleros y tiendas, tanto del pueblo como de localidades cercanas, podrían estar cerrados, por lo que conviene reservar con anterioridad, aunque habrá más opciones de última hora en El Burgo de Osma o justo en la salida de la autovía, en la Venta Nueva.
Más información sobre este y todos los rincones de ensueño que esconde la provincia de Soria, en la web ‘Soria ni te la imaginas’ de la Diputación Provincial.