La llama más célebre del mundo durmió una noche en este pueblo, célebre por ser uno de los pueblos más bonitos de España. La villa guarda testimonios monumentales del paso de distintas civilizaciones desde hace más de 2.000 años. Entre ellos el único arco romano de tres vanos de España.
En 1968 la antorcha olímpica siguió los pasos de Cristóbal Colón. Los Juegos Olímpicos se iban a celebrar en México yse decidió que la llama más célebre del mundo se prendiera en Olimpia, como marca la tradición, pero que homenajeara la ruta que siguió Colón en su primer viaje a América. Barcelona fue la primera parada de la llama en España y desde ahí tenía que llegar al puerto de Palos. Lo hizo atravesando la península Ibérica por Zaragoza, Madrid, Sevilla... y un pequeño pueblo de Soria.
Cerca de dos centenares de corredores, por relevos, llevaron la llama olímpica desde Zaragoza hasta la villa de Medinaceli, donde se prendió el pebetero de piedra que todavía se conserva en la localidad como recuerdo de su pasado olímpico. En él se puede leer 'México, 1968'.
Pero Medinaceli es mucho más que este pebetero. La localidad es uno de los pueblos más bonitos de España y National Geographic lleva varios años incluyéndola en su 'Top 100'. Vigilando desde un punto privilegiado el valle del Jalón, el alto sobre el que actualmente se encuentra la villa fue apreciado y ocupado por distintas civilizaciones. Todavía se conservan numerosos mosaicos romanos y su monumental plaza mayor, capaz de impresionar a todos sus visitantes, era el antiguo foro.
Este pueblo de Soria luce con orgullo su preciosa colegiata, de estilo gótico tardío y coronada por una impresionante torre, su castillo y su arco romano de tres vanos, erigido en el s. I, uno de sus grandes atractivos al ser el único de este tipo que se conserva en la península Ibérica. Como curiosidad, este monumento protagoniza las señales de tráfico que avisan de la cercanía de un monumento nacional. El arco es BIC desde 1930 y desde él se puede disfrutar de una inigualable estampa de los alrededores.
Además, sus estrechas y empedradas calles desprenden un encanto que hace viajar en el tiempo. Su cuidadosamente conservada arquitectura popular y la posibilidad de encontrar sorpresas en todos los rincones la convierten en un destino incomparable. Un paseo por la Toscana sin salir de Castilla y León.