Artículo de opinión de Alejandro Ramos, profesor universitario y secretario de Nuevas Generaciones Soria.
Recientemente se ha publicado un Indicador de Gestión Económica (IGE) que mide el rendimiento de las economías de la UE, a lo largo del último lustro, a partir de cinco elementos: el crecimiento del PIB, la creación de empleo, la presión fiscal, el poder adquisitivo de las familias y el control sobre la deuda pública. El resultado no ha podido ser peor para España: lejos de ocupar las primeras posiciones, somos el farolillo rojo de “los Veintisiete”.
En los últimos cinco años, el crecimiento del PIB ha sido de apenas 3,3 puntos, lo que supone más de un 50% por debajo de la media europea. En relación con el mercado laboral, la reducción del paro, durante el mismo periodo, fue de un 1,5%, a pesar de que el Gobierno utiliza a su interés los contratos fijos discontinuos. Entre 2019-2023, España ha sido el segundo país que más ha aumentado los impuestos, solo por detrás de Chipre. En relación con ello, la renta per cápita del ciudadano se ha visto reducida en más de cinco puntos porcentuales. Y, por último, la deuda pública de UE-27 ha subido 3,3 puntos frente a los 10,8 puntos de España.
A esto habría que añadir la mala gestión que se está realizando de los fondos Next Generation, que, independientemente que se encuentran bajo la lupa de Bruselas y con una intensa fiscalización en curso, en vez de impulsar y modernizar la economía empresarial, están provocando todo lo contrario.
Por mucho que se recurra a la retórica, al maquillaje o a la opacidad de los datos, la realidad es la que es, a pesar de que desde el Gobierno se intenten crear continuamente cortinas de humo para desviarnos del tema. La economía española lleva soportando, durante los últimos años, enormes losas que lastran el desarrollo del país.