En su proyecto 'Mar de Luto', que estará expuesto en el Palacio de La Audiencia durante el mes de mayo, explora el drama de la inmigración a través de los desaparecidos, de todos aquellos que pierden la vida intentando llegar a Europa. Desde que se tienen registros, desaparecen de media 9 personas al día en el mar, pero la laureada fotoperiodista cree que el racismo y la falta de voluntad política impiden solucionar de una vez este problema.
Perdidos enmedio del mar. Así retrata la fotoperiodista Anna Surinyach a los protagonistas de 'Mar de Luto', un proyecto que devuelve la identidad a unas pocas de las miles de personas que desaparecen enmedio del océano persiguiendo un futuro mejor. Imágenes de aquellos que ya no están pero que, sin embargo, no se han ido del todo, al agarrarse sus familias a la esperanza de que un destino incierto no confirma un adiós para siempre. Fotos de aquellos que nunca volvieron a casa sumergidas en las aguas que ahora son su tumba y junto a ellas, imágenes de quienes todavía les esperan, integran un proyecto galardonado este año por los Premios Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria.
En este proyecto el drama de las pateras está narrado desde una nueva perspectiva, con una fotografía "silenciosa" que nos invita reflexionar sobre lo que está pasando. Y rodeada de su obra, Anna Surinyach nos espera en el Palacio de la Audiencia donde, gracias al festival Onphoto Soria, los sorianos tendrán la oportunidad de acercarse a 'Mar de Luto' a pensar. Nosotras también estamos ya listas para empezar, de la mano de Surinyach, un viaje por nuestros prejuicios del que no saldremos iguales.
Llevaba tiempo trabajando en barcos de rescate y veía que el tema dejaba de importar a los medios y la ciudadanía estaba ya muy anestesiada, pero en paralelo, las muertes en estas rutas aumentaban. Yo quería visibilizar esta situación que Europa invisibiliza. Para una fotógrafa hacer fotografías de gente desaparecida es un reto, aunqueor un proyecto anterior sabía que los familiares utilizan fotos y redes sociales para buscar a sus seres queridos, ya que no disponen de medios, no tienen una ventanilla a la que ir a poner una denuncia. Entonces pensé que podría utilizar estas fotos y sumergirlas en las aguas en las que estas personas han desaparecido. Creí que, a lo mejor así podría poner sobre la mesa que cada día desde 2014, desde que existen registros, desaparecen de media 9 personas al día en el mar. Son muertes que ocurren a las puertas de Europa y de las que nadie se responsabiliza.
Todavía no he terminado, esto es una primera serie. Lo primero que hicimos, en verano de 2022, fue investigar pateras que habían desaparecido y una vez habíamos contactado a los familiares empecé a hacer las fotos. Casi todas las personas que veis aquí han desaparecido en la ruta Atlántica y ahora me centraré en los desaparecidos en el estrecho y la ruta Mediterránea. Además, el 80% de los cuerpos que se encuentran en pateras o que expulsa el mar nunca son identificados, no se hace el esfuerzo de averiguar a quién pertenecía para comunicárselo a la familia y que no esté en una incertidumbre eterna. En un cementerio en Fuerteventura están enterrados los primeros inmigrantes que llegaron como: "inmigrante nº1", "inmigrante nº2"… Y como ellos, ahora hay miles de tumbas sin nombre. Dar nombre a un cuerpo es devolverle su identidad. No hay voluntad política para que esto suceda, pero sí ciudadana, de muchos antropólogos y forenses. Esa es otra de las patas que quiero tratar.
La clave era ver quién buscaba a estas personas sabiendo que los estados no lo hacen. Encontramos a un hombre de Costa de Marfil que vive en Francia al que le desapareció un amigo en el mar y empezó a crear grupos de WhatsApp entre familiares de quienes habían salido en la misma patera, para intentar informarles de qué podía pasar. He podido entrar en estos grupos y se convierten más en grupos de apoyo emocional, porque es muy difícil tener información. La activista Helena Maleno habla de que el destino de la desaparición es casi el más duro, porque está siempre rodeado de incertidumbre. Las familias están pasando duelos que nunca pueden cerrar, porque siempre viven con la esperanza de que esa persona aparezca; no pueden ver el cuerpo, no tienen un documento que certifique nada, entonces siempre viven con la esperanza de que no haya perecido en el mar.
Hay dos cosas, que son muy diferentes. La primera, para mí es muy duro como periodista y como ciudadana europea ver que no hay ningún interés político en solucionar esto, no hay proyectos que indiquen que quienes tienen el poder tengan voluntad de que esto cambie rápido. Son muertes que se asemejan a cifras de muchos conflictos y no nos estamos responsabilizando. Se nos ha vendido una Europa llena de valores humanos y en 2015, cuando se hablaba de la crisis de refugiados, para mi fue una crisis de valores de la Unión Europea. Y estos derechos han ido en retroceso.
Por otro lado, una parte emocional intensa es el encuentro con las familias. Una de las protagonistas de 'Mar de Luto' es Maimouna, que es una chica que cuando se iba a embarcar en la patera mandó un mensaje a su hermano Bakari y le dijo: "cuando recibas una llamada de un número español, querrá decir que he llegado". Pero esa llamada nunca llegó. Nosotras fuimos a conocer a la familia dos meses después y éramos las primeras personas con las que hablaban. Estábamos interesándonos por su historia y ver a la madre absolutamente conmocionada, sin saber qué hacer, sin poder recurrir a nadie, intentando que nosotras le contásemos dónde estaba su hija… Fue complicado, pero no teníamos ninguna información real. Su hija se embarcó en una patera el 22 de septiembre de 2022 y de esa patera ya no se sabe nada más. Podemos imaginar que ha quedado en el mar, pero no certificarlo. Ese desamparo institucional es una de las cosas más difíciles de gestionar emocionalmente.
'Mar de Luto' no va tanto de por qué se lanzan, que también es algo muy importante de analizar porque las responsabilidades son múltiples y muchas dependen de los mismos que estamos externalizando fronteras. En Senegal ha una crisis de pesca brutal, yo he estado hace un mes y ves cómo los chicos salen a faenar y no traen nada y en el horizonte están los grandes barcos de pesca. Pero el problema principal es que no tienen otra manera de venir a Europa. No pueden venir comprando un billete de avión, porque les piden requisitos que igual nosotros no cumpliríamos si nos los pidieran para llegar a Senegal. Igual que dejan viajar mercancías, no se entiende por qué no dejan viajar a las personas.
Creo que el racismo es lo más básico, pero no somos conscientes de lo racistas que llegamos a ser. Y me incluyo. Cuando empezó el conflicto en Ucrania hubo muchísima gente que quería salir del país y yo después de recorrer distintos estados en conflicto, nunca había visto fronteras tan amables, hasta con payasos recibiendo a los refugiados. España tiene la valla de Melilla, muchas de estas muertes en el mar suceden en el estrecho de Gibraltar y algunos amigos me preguntaban cómo podían ir a ayudar a Ucrania cuando nunca me lo habían preguntado para ir a Melilla.
A España llegaron 110.000 refugiados ucranianos en los primeros meses de la guerra. En todo el año 2018, cuando los medios se llenaron de imágenes de oleadas de inmigrantes y se decía que nos estaban invadiendo, sólo 56.000 inmigrantes llegaron al país. En 2022 vimos que España, cuando existe voluntad política, tiene un gran sistema de acogida. La mala noticia es que somos racistas, porque con 56.000 personas parecía que el país se iba a la ruina y que íbamos a perder nuestros valores y cultura y con 110.000 no pasó nada. ¿Cuál es la diferencia? Que durante el flujo migratorio de 2018 la mayoría eran negros y más pobres que los ucranianos. El racismo y la aporofobia, el miedo al pobre, ver al otro como alguien desconocido a quien tienes que temer, son las razones principales de esta aversión hacia la migración.
Hay otro problema, y de esto nos podemos responsabilizar los medios, porque muchas veces hablamos de la inmigración desde la perspectiva de quien está sufriendo las vulneraciones de los derechos humanos. Pero creo que hay que cambiar el foco y hablar un poco de las personas que están tomando las decisiones y cómo viven la clase alta, porque a lo mejor el odio iría hacia otras personas, que es contra quienes nos deberíamos estar manifestando, no contra quienes vienen huyendo. Los enemigos reales del pueblo no son las personas que cruzan en patera el mar, pero el poder tiene ganado el discurso. También me gustaría vincular la toma de decisiones a 'Mar de Luto'.
Pretendía huir de las imágenes que estamos tan acostumbradas a ver, de pateras y muertes de una manera más explícita, porque para mi lo importante son los sonidos que creo que todas las imágenes tienen. Quería hacer imágenes sencillas, que hicieran reflexionar, que generaran preguntas, porque muchas veces las imágenes vinculadas a movimientos de migración están enfocadas en puntos conflictivos, entonces te gritan. Y no puedes conseguir que la gente reflexione con imágenes que gritan. Son necesarias para la denuncia, pero para hacer proyectos de largo recorrido, creo que tienen que transmitir tranquilidad y silencio, para que la gente pueda preguntarse cosas.
No me gusta, o no me atrevo, con la primera línea de un conflicto, pero creo que detrás de la primera línea pasan otras cosas que los medios de comunicación no tratan, aunque están muy vinculadas al conflicto y producen incluso más muertes. Se habla mucho de las muertes silenciosas, que son las que he perseguido. Cada uno tiene su manera de fotografiar o de contar. Porque, decías, la percepción es subjetiva y el relato también lo es, igual que la fotografía. Yo no creo en la objetividad de la fotografía. Está bien saber quién te está contando las cosas, por qué y por dónde va. Y como profesional tienes que saber qué quieres contar.
No quiero decir que no haga falta el fotoperiodismo de agencia, es imprescindible, pero también es importante la parte que no estamos tan acostumbradas a ver, la que vemos en exposiciones como el Luis Valtueña o Onphoto Soria, en las que la gente ha trabajado durante mucho tiempo. Por eso espacios como este son tan importantes, para que el público vea otra manera de contar y perciba las historias de otra manera, huyendo un poco de estereotipos de los que la vorágina informativa nos suele hacer beber.