La quinta columna de Patxi Irigoyen para Soria Noticias
No deja de sorprenderme, una y otra vez, la política estatal en el momento en que vivimos. A las decisiones que se toman, una y otra vez, se suma la sorpresa de ver cómo, lo que antes era no, ahora es si; lo que antes fue imposible, ahora es aconsejable, y lo que pudimos ver en la lejanía, ahora es nuestro vecino.
Cualquier decisión de importancia y nivel máximo debiera de tomarse cumpliendo los requisitos, al máximo. Reformar una norma requiere la misma norma; reformar una ley exige otra ley; reformar una ley orgánica exige otra ley orgánica; no entiendo cómo reformar la constitución no exige, cuando ellos no quieren, absolutamente nada.
Y seguimos con la monserga de repartir, de España vaciada, de solidaridad, de trabajos comprometidos por y para la nación, antes la patria, y de lo malos que son los extremos cuando luego se les deja tener el peso específico más vital para poder desarrollar cualquier política, que no programa político.
Castilla y León observa, entre la imposibilidad de actuar, la forma en que el Estado español se está desviando para los de siempre. Y no es de ahora, aunque ahora parece que, como es muy descarado, nos enteramos más. No hay que haber estudiado licenciaturas para ver cómo, en el fondo, los seis, siete, o diez diputados que menos representan son los que más pesan. Y una legislatura tras otra se nos va aumentado la sensación. Hasta el momento actual, en que sólo salvamos ya, la mayoría del pueblo español, un par de instituciones, que en ningún caso la que decide políticamente nuestros destinos.
El último golpe de Estado lo da nuevamente el órgano ejecutivo, con potestad para organizar la fiscalía del Estado. Lo hace a través del Fiscal General, que en el fondo es quien manda y ordena al resto del cuerpo de fiscales de la nación española. Hará pronto cincuenta años que aprobamos la Constitución, y es la misma que se pide reformar en algunos casos, pero todavía nadie para solicitar el cambio, precisamente, en la forma de nombramiento del Fiscal General del Estado,
La sensación que me queda, y creo que a Usted lector le pasa lo mismo, es que el congreso y el senado español son dos locales de reuniones en que quienes viven de las palmas, los insultos y las ausencias, se reúnen para reírse del pueblo español, que los vota, con la misma ilusión y pensamiento de futuro que, inversamente proporcional, dichos cargos electos ejercen su función pasándose por debajo del arco del triunfo cualquiera de las instituciones.
Lo mejor de todo es que no pasa nada. Lo peor de todo es que, mi enfado y el suyo, querido lector, se nos pasa cuando hay que presentarnos ante las urnas, y volvemos a votar.