Visitar el monasterio de Santa María de Huerta es como pasear por las páginas de un libro de historia del arte, aunque su inconmensurable valor trasciende su riqueza arquitectónica.
La oración marca el ritmo de la vida entre estas paredes. Muros que han sido testigo de crudas batallas, hambre y epidemias, pero que han logrado mantener una prístina y sobria belleza que les otorga un merecido protagonismo en la historia del arte. Para unos una joya, para otros un hogar, pero para todos un remanso de paz y encanto a partes iguales.
El monasterio de Santa María de Huerta, al sureste de la provincia, es una de las grandes joyas de la arquitectura religiosa soriana. Fue fundado en 1162, cuando un grupo de monjes de la francesa orden del Císter se establecieron en el pequeño pueblo de Huerta. El rey Alfonso VIII colocó la primera piedra del monasterio que, dirigido por su primer abad, Martín de Finojosa, pasó de ser un albergue a un magnífico edificio gracias a las aportaciones de reyes y nobles. Fue declarado Monumento Nacional en 1882 y, aunque ha sufrido diversas exclaustraciones, actualmente es hogar de 17 monjes de la orden del Císter.
Poco después de que los monjes llegaran a Huerta el poblado desapareció. La actual localidad de Santa María de Huerta surgió al establecerse los arrendatarios entorno al monasterio. Los siglos XIV y XV fueron turbulentos para la comunidad. Las riñas entre nobleza y corona y las disputas entre los reinos de Castilla y Aragón, en cuya frontera se encontraba Santa María de Huerta, desestabilizaron, aún más, una zona que sufría los estragos de epidemias y hambrunas. La orden llegó a plantearse marcharse, aunque ni guerras ni inundaciones hicieron que abandonaran voluntariamente el monasterio.
Todo cambió con la irrupción del pensamiento ilustrado. Con la conquista francesa de la penínusla fueron expulsados, aunque pudieron volver pocos años después. Esta fue la primera de las tres exclaustraciones que sufrieron en el s. XIX, siendo la definitiva la provocada por la desamortización de Mendizábal en 1835. El último prior claustral del monasterio permaneció como párroco de Santa María de Huerta y cuidó el edificio, igual que sus sucesores, hasta que la orden lo recuperó en 1930. Durante un breve periodo de tiempo fue hospital de campaña de la Guerra Civil y cárcel.
La orden del Císter se rige por la regla de San Benito y el lema ‘ora et labora’: ora y trabaja. Persigue el retorno al evangelio, la pobreza y el retiro. Es por ello que las construcciones del monasterio son sobrias y austeras, aunque muchas son consideradas las mejores de su clase.
La joya del monasterio es el refectorio gótico, del s. XIII, una amplia estancia de techos prominentes e inundada siempre de luz. Sorprende por sus dimensiones, al no precisar de columnas de apoyo para sustentar la bóveda sexpartita. Este espacio era el antiguo comedor de los monjes y todavía se puede subir al ornado púlpito -a través de unas escaleras horadadas en la pared- desde el que se recitaba la oración durante la comida.
Existe otro refectorio, llamado de los conversos, que eran monjes de menor alcurnia y en su mayoría analfabetos. Pasaban todas las horas de luz en su lugar de trabajo e, incluso, realizaban allí el oficio, mientras que los monjes de coro lo hacían en la Iglesia. En esta sala, dividida por columnas románico-mudéjares, comían y dormían. Entre ambos refectorios se encuentra la cocina monumental, con una chimenea del s.XIII.
El claustro gótico es el gran centro del monasterio con un corredor porticado y un precioso jardín en el centro. Los capiteles que sustentan la bóveda del claustro están esculpidos sobre las piedras de la pared y no descansan sobre columnas. En una época en la que la vida monástica era muy estricta, cuando los monjes no estaban en el oficio o trabajando, debían dar vueltas al claustro pegados a la pared mientras leían la Biblia, como muestra de humildad. Y para que no se distrajeran esquivando las columnas o apreciando la decoración de los capiteles, se optó por elevarlos sobre sus cabezas.
Originalmente, los arcos apuntados de la galería estaban abiertos, pero algunos se cegaron para otorgar soporte al claustro renacentista que se construyó justo encima en el s. XVI. La balaustrada del claustro plateresco está decorada con medallones que representan reyes, monjes y personajes bíblicos.
El monasterio está muy ligado a las Navas de Tolosa por su vínculo con Alfonso VIII. Según la tradición oral, la talla original de Santa María de Huerta -la que ahora se exhibe es una reproducción- tenía la parte de atrás hueca porque fue llevada, colgada de un caballo, a esta batalla. Es por ello que comunmente es conocida como ‘virgen de las Navas’. El segundo claustro, el herreriano, alberga en su jardín una estatua de Rodrigo Ximénez de Rada, que participó en el enfrentamiento y está enterrado en el monasterio (junto a otra de San Martín de Finojosa.
La iglesia también luce escenas de la contienda en las pinturas de su capilla mayor, del s. XVI, aunque la construcción del templo comezó mucho antes, en el s. XII. Tiene planta de cruz latina, tres naves, una capilla mayor y dobles capillas laterales en el crucero. La portada de la iglesia luce un gran rosetón.
La visita se limita a la parte artística, ya que el resto de sus estancias son hogar de los monjes, que se dedican en su mayoría a la elaboración de mermeladas artesanas que se pueden adquirir en la tienda del monasterio. Por ello, se debe respetar la zona de clausura, claramente señalizada. La entrada es gratuita para niños y tiene un precio de 3€ para adultos, con un pequeño descuento para grupos. Incluye el visionado de un audiovisual que se proyecta tres veces por la mañana y dos por la tarde.
Una visita al monasterio puede durar entorno a una hora. Los horarios son rígidos y varían en función del calendario religioso porque se adaptan al día a día de los monjes. Por ello, conviene consultarlos. No es complicado encontrar opciones hosteleras en la zona. A 10 minutos se encuentra la localidad de Arcos de Jalón y a menos de media hora, la villa de Medinaceli.
Más información sobre este y todos los rincones de ensueño que esconde la provincia de Soria, en la web ‘Soria ni te la imaginas’ de la Diputación Provincial’.