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Entre tomates y carbono

Entre tomates y carbono

Actualizado 29/07/2024 10:32

Enrique Rubio, desde Berlanga

Parece estos días que muchas personas han encontrado las huellas para regresar del viaje que un día emprendieron y vuelven a llenar sus nostalgias de la vida, que tenemos y que deseamos compartir, en nuestros pueblos. Seguramente somos muchos a los que nos gustaría que encontraran esas huellas más veces, incluso que volvieran para quedarse en nuestra tierra, su tierra, de manera continua.

Huellas que son caminos que llevan a tomar el deseado fresco cualquier noche, así como por el dia visitar los huertos de los vecinos y ser obsequiados con manjares sencillos, como los tomates con sabor a tomate que mi paisano Fray Tomás tuvo a bien traer desde América junto con otros vegetales y tubérculos para, sin grandes alharacas, salvar a Europa entera de hambrunas. Por cierto, del mismo modo en que muchos de los descendientes de quienes cultivaron esos tomates en origen salvan ahora nuestros pueblos de una falta de recursos humanos también de manera discreta.

En los pueblos de destino vacacional de ningún modo nos gustaría que esas huellas de vuelta de las que hablamos se borraran, pero parece que en las ciudades de origen están mas ocupados con otro tipo de huellas mucho menos cargadas de romanticismo, pero de las que ahora se habla mucho más: la huella de carbono. Algo que no es de extrañar, pues a las ciudades les sucede con el CO2 que son capaces de generarlo en grandes cantidades, pero no de consumirlo o captarlo. Justo lo contrario de lo que les pasa con los alimentos, que los consumen, pero no los pueden generar. Y proveerlas de alimentos genera todavía mas CO2, con lo que sin duda tienen un problema, pues en resumidas cuentan consumen lo que no generan y producen lo que no consumen. Un lío.

Un lío que se pretende que tenga solución, pues todas las ciudades que presumen de querer ser avanzadas en su sostenibilidad están buscando soluciones para poder purgar estas penas.

Así pues, con buen criterio se fijan en los árboles y zonas verdes, archiconocidos captadores de CO2 y, por ende, eliminadores de sus culpas en forma de huella de carbono. No hay que olvidar que un árbol absorbe aproximadamente entre 10kg y 30kg de CO2 al año. Se requieren 22 árboles para suplir la demanda de oxígeno de una persona al día. Un pino carrasco maduro puede llegar a absorber hasta 50 toneladas de CO2 al año, lo que equivale a las emisiones generadas por 30 coches de tamaño medio al recorrer 10.000 kilómetros al año. Le siguen el pino piñonero con unas 27 toneladas, la encina y el alcornoque con alrededor de 5 toneladas por año.

También promueven iniciativas como el uso de la energía solar, una fuente inagotable y limpia capaz de evitar gran cantidad de emisiones. Un sistema solar residencial típico de 5 kW, con una superficie aproximada de 17m2, podría evitar la emisión de alrededor de 7.500 kilogramos de CO2 al año, lo que equivale a las emisiones de un automóvil que recorre más de 50.000 kilómetros. Y además, en caso de ser de autoconsumo, con un ahorro sustancial en factura eléctrica.

Pero ni lo uno ni lo otro pueden asumir, pues les falta el territorio para hacerlo posible, y es ahí cuando miran al mundo rural para purgar las penitencias de unas culpas que no le pertenecen. Y se instalan plantaciones de placas solares en terrenos de cultivo o se siembran árboles de especies no autóctonas rompiendo equilibrios en los ecosistemas y diversidades, suprimiendo pastos que lo han sido durante milenios. Y no seré yo quien diga que no es esa la solución, pues no tengo los conocimientos para ello, pero si puedo tener la opinión y pensar que, una vez que hemos alterado tanto un sistema como el de la ciudades superpoblándolas hasta hacerlas ecológicamente insostenibles, quizás lo que consigamos es hacer también el mundo rural menos sostenible.

Quizá sea por eso por lo que sigo viviendo en mi pueblo y cultivando tomates con sabor a tomate. Para que cuando viene mi vecino siguiendo sus huellas (las de su camino, no las de carbono) le pueda regalar algunos para que disfrute una ensalada sostenible de kilómetro cero. Ojalá que seamos más, para poder tener todos los servicios y ser igual de sostenibles pero un poco menos autosuficientes.

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