Natural de Espejón, donde disfrutó de sus últimos años antes de ingresar en la residencia de Hontoria del Pinar, Fe Cuscurita Hernández celebrará con alegría su 104 cumpleaños el próximo 6 de octubre. Este hito no solo es un motivo de celebración, sino también un homenaje a una vida llena de vivencias y amor.
Con estas breves palabras, podríamos intentar definir los 104 años que Fe Coscurita Hernández lleva en su corazón y en su memoria. Alcanzar más de un siglo de vida es un logro que pocos experimentan, y cumplir 104 años es algo extraordinario. Fe, con su humildad característica, nunca pensó que llegaría a ver este día. A lo largo de su larga vida, ha sido testigo de transformaciones históricas y sociales que han cambiado el mundo. Sin embargo, al preguntarle cuál ha sido el momento que más le ha marcado, su respuesta no está en el pasado, sino en el presente: “El que más me ha impresionado es este que estoy viviendo ahora, porque no sé cómo voy a poder agradecer a mis seres queridos lo que hacen por mí”. A pesar de que su familia más cercana está en Barcelona, Fe siente su amor a diario: “Siempre me hacen saber lo mucho que me quieren”, afirma con una sonrisa de gratitud.
La vida de Fe ha estado marcada por el sacrificio y los cambios. “A los ocho años me fui a servir a una casa. Me tenía que subir a una silla para llegar al fregadero. La guerra la pasé en Madrid, pero allí era inviable seguir; no teníamos de nada y teníamos que coger comida de la basura. Así que volví al pueblo porque mi madre enfermó. Después me fui a vivir a Barcelona, donde estuve veinte años, y luego regresé a mi querido pueblo, Espejón”, relata con una mezcla de nostalgia y determinación.
Ahora, en la tranquilidad de la residencia de Hontoria del Pinar, Fe asegura estar bien atendida: “Aquí estoy muy bien, las chicas me quieren mucho y me cuidan con cariño. Pero lo que más me duele es que mi familia está muy lejos y no pueden venir a verme mucho”. A pesar de la distancia, el vínculo con los suyos sigue siendo su mayor consuelo.
Al echar la vista atrás, Fe reflexiona sobre lo mucho que ha cambiado el mundo. Lo que hoy es una vida centrada en jugar y estudiar para los niños no era una realidad para los de antes, especialmente para las niñas. “Yo nunca pude jugar; no teníamos ni bicicletas ni ningún juguete. Me fui muy pequeña a servir, pero allí me trataban como si fuera de la familia, a pesar de ser su sirvienta. Tampoco pude ir a la escuela. Aprendí sola, y algún amigo me enseñó lo poco que sabía”, cuenta con una mezcla de orgullo y melancolía.
Su historia es una lección de resiliencia y amor, una vida marcada por la humildad, el esfuerzo y una gratitud infinita hacia quienes la han acompañado. En estos tiempos, muchas veces no valoramos lo que tenemos; nos quejamos de lo que nos falta, sin detenernos a apreciar lo que sí poseemos. Fe, con la sabiduría que le han dado sus 104 años, asegura que el secreto de la vida es sencillo pero profundo: “Apreciar a la gente y cumplir bien”. Sus palabras, respaldadas por una vida tan longeva, son una verdadera alabanza a la experiencia vivida.
A pesar de reconocer que la vida de hoy en día es más cómoda, Fe reflexiona sobre cómo nos quejamos sin haber vivido las dificultades que ella enfrentó, como la Guerra Civil y las crisis que le siguieron. “Me gustaría que se mantuviera, de antes, las ganas de aprender, pero sobre todo ser buenas personas y agradecer a la vida todo lo que nos da”. Y es que, si algo es cierto, es que no siempre valoramos lo que tenemos y no nos damos cuenta de lo que personas como Fe han pasado. Ella vivió la época de la dictadura, donde “no teníamos absolutamente nada. Fue muy duro y muy triste. Ni siquiera podía ir al colegio como lo hacen ahora los niños. Me hubiese gustado poder ir y aprender cosas”, confiesa con nostalgia.
Sin embargo, a pesar de haber vivido en condiciones muy difíciles, Fe asegura que, “sin tener nada, tenía de todo”. Nunca le faltó lo más importante: el cariño. “Hasta en la familia donde servía celebraban mi cumpleaños. Les tengo muchísimo cariño, y aún siguen viniendo a verme”. Su historia es un testimonio conmovedor de cómo, en medio de la adversidad, el amor y la gratitud pueden iluminar la vida más dura.
Hoy, Fe se ha convertido en la persona más longeva de la comarca de Pinares y una de las más ancianas de toda la provincia de Soria. Su vida, rica en experiencias y aprendizajes, es un testimonio conmovedor de perseverancia. Como ella misma nos comparte con una sonrisa serena: “No le tengo miedo a nada; y aunque nunca pense que llegaría a cumplir tantos años, estoy muy agradecida por seguir cumpliéndolos”.
A pesar de los años que acumula, Fe disfruta de una salud envidiable, lo que le permite vivir cada día con una vitalidad y alegría admirables. Su actitud positiva y su profundo agradecimiento hacia la vida son un faro de esperanza y un verdadero ejemplo de fortaleza y resiliencia. En cada palabra y en cada gesto, Fe nos recuerda que la gratitud es el camino para abrazar la vida con amor y alegría, sin importar las circunstancias.