La Madre Patria

No se trata de racismo. Se trata de realismo. Actualmente, la mayoría de los españoles entendemos que la inmigración descontrolada es un grave problema para nuestra sociedad.

En principio, la inmigración legal debería ser un fenómeno positivo para cualquier país. La llegada de inmigrantes se puede considerar enriquecedor desde el punto de vista sociocultural. Asimismo, puede generar un importante crecimiento demográfico, un cierto rejuvenecimiento de la población o un aumento de los contribuyentes a la Seguridad Social. Pero la gran invasión migratoria que alcanza nuestras costas, especialmente en estos últimos meses, supone una verdadera amenaza para la seguridad nacional y un grave perjuicio para nuestra economía.

La llegada de inmigrantes de forma ordenada y regulada implica que estos puedan presentarse en nuestro país con un contrato de trabajo y un proyecto de vida a desarrollar, lo cual no es malo, sino todo lo contrario. Lo verdaderamente peligroso es cuando la inmigración irregular, controlada por las mafias, trae consigo la aparición de conflictos sociales, que hasta el momento no habían tenido tanta incidencia, como la violencia extrema, los robos, las okupaciones o las violaciones.

Y mientras tanto, a la vez que unos llegan, otros se van. Paralelamente a la entrada de inmigrantes, cada vez son más los jóvenes españoles que deciden marcharse a vivir al extranjero atraídos por unas mejores condiciones laborales o de estudio. Lo cierto es que, aunque se diga que la emigración es la gran olvidada, no debería dejarnos indiferentes titulares de prensa como: “el 80% de los inmigrantes en España tiene baja cualificación, mientras que el 60% de los nativos que emigran son universitarios”.

La conclusión es muy clara, el Estado pierde por ambos lados: por los talentos cualificados que abandonan el país y por la necesidad de implantar políticas de formación y capacitación para los que llegan.