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Hay momentos genuinos, instantáneas tan auténticas que gritan Soria por los cuatro costados. Una Soria serena y bella, una Soria a fuego lento, cotidiana, a veces hasta anodina que se ve salpicada por tradiciones, encuentros y complicidades. Platos de cuchara, dulces típicos, misa de fiesta y matanza comunal. Piñorras con anhelos de eternidad, Moisés viendo cómo su pueblo se llena por un día, aspirantes con sueño de torero descubriendo la singularidad de Deza y vírgenes que se preparan para abandonar la soledad y ser veneradas por un laico público. Y, en medio, desde el aire, ajenos a los tristes avatares de los sufridos mortales, los pájaros reposan su libertad estabulada pendientes de retomar un vuelo sin destino ni fin.