La quinta columna de Patxi Irigoyen para Soria Noticias.
A nadie le amarga un dulce. Es uno de los refranes que más gracia me hacen, porque es verdad incluso para quienes no aman dichos dulces. Está claro: amargar, nunca, incluso aunque no los comas.
Lo mismo pasa en muchas situaciones habituales de nuestras vidas. Pasan por al lado personas, circunstancias, hechos o aficiones que podemos ver y contemplar, podemos compartir, o simplemente podemos dejar pasar: todo ello sólo requiere una cosa: que no supongan para nadie molestia alguna y que, por supuesto, entren dentro de la norma de vida y costumbres que guardamos y conservamos.
El Virrey Palafox, hotel de envergadura en nuestra provincia, cumple cincuenta años de matanzas. Medio siglo de exposición a, durante tres meses, al público de toda índole que se acerca a ver y tomar parte de un espectáculo gastronómico fuera de toda normalidad: desde la organización hasta la puesta en marcha de todo el evento salta una clara característica: calidad.
Puede ser que a uno no le guste el cerdo: pocos serán respecto del total de los mortales, pero está claro que alguno hay; no es problema. No participará a sabiendas de que todo lo que se come y disfruta en esas jornadas tiene relación con el animal más aprovechado de nuestras granjas. Además, se situarán en el mismo lado los vegetarianos, que están en su derecho de serlo y seguro que no toman parte de estas jornadas. Hechas las excepciones, nada más que hablar: todo el mundo que pasa por allí revela su agradecimiento por haberlo hecho al amigo que lo ha invitado, o cualquiera que le ha hecho llegar la publicidad de un evento que en la zona de El Burgo de Osma y con casi ámbito en toda la provincia, ha acercado en los años de su celebración más de medio millón de personas, teniendo en cuenta el número de comidas que se celebran, los llenos de las mismas en que se imparten, y multiplicando por tantas ediciones como ya se han hecho.
Los Martínez Soto son agasajados periódicamente con el saludo de todo cliente del Virrey. Con ello, a buen seguro, están satisfechos plenamente. Pero si yo fuera alcalde de El Burgo de Osma, o Presidente de la Diputación de esta provincia, tendría claro que esta familia estaría siempre en el punto de mira de cualquier homenaje.
Es costumbre en este país hacer los homenajes cuando las personas objeto del mismo ya no están. Y no es justo. Pasa con la mayoría de ellos, y va siendo hora de que nos demos cuenta que homenajear, cuando además es merecido, no es sino un tributo de obligado pago. Porque, entre otras cosas, ¡ojalá tuviéramos que hacer homenajes todos los meses a personas, figuras o familias como la del Virrey!.
Amén de los puestos de trabajo que se provocan, además de la inversión que se mantiene con las instalaciones que ocupan, separando los beneficios que se provocan a todos los que, alrededor de esas propiedades trabajan los días de evento triplicando su actividad normal, existe una única cuestión: el eco social que se produce beneficia, por encima de todo, a la provincia de Soria. El Burgo de Osma, Ágreda, Medinaceli, San Esteban de Gormaz, y todos aquellos pueblos que son capaces de acunar eventos, han de cuidar y mimarlos al máximo. No lo ovidemos.