Artículo de opinión de Vanessa García, procuradora de Soria ¡Ya!
El escritor uruguayo Eduardo Galeano nos legó una frase que para los que luchamos desde la España vaciada tiene un significado especial: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».
Cambiar el mundo se antoja complicado, idealista, imposible, especialmente en estos tiempos difíciles que nos está tocando vivir. Una tarea más que ardua si se hace, además, desde sitios pequeños que no importan demasiado. Hay que ser muy quijotes.
El 26 de febrero pasará a la historia de Castilla y León porque durante más de una hora la despoblación y la búsqueda de soluciones fueron el centro del debate del pleno de las Cortes. Los tres procuradores de la provincia más despoblada de España, un lugar pequeño repleto de gente grande, consiguieron, no sin pullitas, que la ley integral para luchar contra la despoblación de Soria ¡YA! avanzara en su trámite parlamentario. Un hito.
En política las palabras importan, pero los gestos aún más. Quizá se presta menos atención a los segundos. Que una organización como Soria ¡YA! haya sido capaz de preparar un texto legal complejo y completo, lleno de propuestas que tienen como objetivo luchar contra el destino de la despoblación es sin duda un gesto de determinación y de capacidad de colaboración y trabajo entre personas de toda condición. Pero hay otros gestos que denotan desprecio. Por ejemplo, que el presidente de la Junta y sus consejeros dejaran vacíos sus escaños durante el debate de nuestra ley deja claro que no les interesan las propuestas de la gente pequeña, de lugares pequeños, haciendo cosas “pequeñas”. Tan pequeñas como pelear por tener un futuro donde hemos decidido vivir.
Más allá de la falta de respeto al que sube al atril para aportar mientras otros se apartan, lo relevante no es quién escucha sino qué dice el que habla. Y quienes hablaron fueron los sorianos que decidieron que tres procuradores lucharan por ellos en las Cortes de Castilla y León. O, al menos, rebelarse para no rendirse. Levantarse y dejar un escaño vacío es lo fácil. Lo complicado es quedarse ahí sentado mientras te dicen las verdades del barquero. Lo complicado es decidir querer cambiar lo que no funciona y no ser parte del problema.
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