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Por el cambio

Por el cambio

Actualizado 05/03/2025 10:04

La quinta columna de Patxi Irigoyen

Fue, sin duda, uno de los eslóganes más llamativos, pero sobre todo más resultones. Corrían los primeros años de la democracia, y un único partido había sido el que se había llevado el gato al agua. El pueblo español vivía sus primeros años de una democracia que se había montado sobre una fina cuerda y la tirolina, que unos manejaban hacia arriba, y otros hacia abajo, no terminaba de tener ni la tirantez obligada ni la elasticidad propicia.

El ayuntamiento de Soria entra ahora en un tiempo de cambio. La marcha de Carlos Martínez, camino de Valladolid, abre una expectativa enorme para ver quién es capaz de sacar a su personalidad y a su forma de hacer tantas ventajas como las que ha sacado “el de la Barriada”.

Sin tener ninguna duda, el propio Partido Socialista Obrero Español de Soria está preocupado por saber cómo puede resolverse la vacante, y cómo acertar en la búsqueda de una o un heredera/o. Pueden vendernos que hay tiempo para todo y que están ahora trabajando en otros temas, pero está claro que en el despacho de Santa Luisa de Marillac hay una carpeta totalmente vacía que espera pronto tener nombre y apellidos. Y, para mi, aún sabiendo que cualquier nombre es un atrevimiento, que se va a buscar una mujer. Toca una socialista de valor, que sepa dirigirse con normalidad a la población, y que conozca el mundo del ayuntamiento porque haya tenido experiencia en una o varias legislaturas: a poco que Vd., querido lector, conozca el percal de los munícipes, tendrá claro en quién pensamos y puede ser que Vd, antes incluso de empezar estas últimas líneas, tuviera el mismo pensamiento que yo.

Y no creo, en absoluto, que el cambio no venga bien. Creo que los mandatos de nuestros representantes, por mucho que lo creamos, es bueno que tengan un límite. Y Carlos Martínez lo ha saltado, y con creces. Eso si: su juventud y su bisoñez al principio necesitó de más de un año de rodaje para llegar a la actualidad, y dominar como lo hace el micrófono, la presencia en sociedad, y la representación en la calle. Sin duda, su enorme virtud, a la que añade la sencillez en sus gestos y emociones, y la facilidad con que se quita traje y corbata y se pone vaquero y camiseta. Y eso, de momento, otros no saben ni cómo hacerlo.

La ciudad ha crecido, ha cambiado, y tiene otro estilo. Acertada o equivocadamente (para mil lo segundo), se ha marchado hacia Los Royales y la Avenida de Valladolid. Las grandes comunidades y barrios han cambiado de lo blanco a lo negro. Olvidado el casco viejo de la mano de no sé quién, los alrededores del Duero quedan para el paseo y el ocio barato mientras se rinden a cualquier posible aportación vecinal. El barrio del Mirón sigue totalmente muerto y lejos de cualquier atracción, porque parece que ha asumido su papel de recinto sanitario, y la zona de la Plaza de Toros paga con creces la existencia de tanto local nocturno que un sábado sí y otro también tiene problemas de urbanidad.

Y para hacer cosas distintas hace falta un cambio. Si además de conseguirlo aquí, lo conseguimos en Valladolid, más que mejor. A por ello. Por el cambio.

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