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Este pueblo de Soria se resiste a olvidar su historia: el porqué de la Fiesta de la Trashumancia

Este pueblo de Soria se resiste a olvidar su historia: el porqué de la Fiesta de la Trashumancia

Actualizado 22/06/2025 17:59

Oncala ha recibido este domingo el rebaño de ovejas merinas que, desde el sur de España, ha regresado a casa buscando los frescos pastos de las Tierras Altas sorianas. Este regreso siempre ha supuesto una fiesta en el pueblo. Hace años porque suponía el retorno de los hombres y la alegría, ahora porque sirve para visibilizar y no olvidar un pasado glorioso.

Oncala ha revivido este domingo uno de los capítulos más emotivos y significativos de su historia. Ha celebrado su tradicional Fiesta de la Trashumancia, un evento organizado por la Mancomunidad de Tierras Altas que pone el broche a la iniciativa Somos Trashumantes 2025 y que supone un profundo homenaje a las raíces y a la memoria de quienes forjaron la identidad del territorio. Javier Heras, procedente de Oncala e hijo, sobrino y nieto de pastores trashumantes, ha compartido con Soria Noticias la esencia de esta jornada, en la que se recuerda el regreso de los pastores: "Un día muy importante, el que estaban esperando todos los vecinos".

La trashumancia en Soria ha sido más que una actividad económica; un modo de vida ancestral que ha modelado paisaje y carácter. Consistía en el desplazamiento estacional de rebaños ovinos buscando pastos: al sur en invierno y de regreso a las sierras sorianas en verano. Esta migración, de meses implicaba una vida dura para los pastores, pero era vital para las comunidades de las tierras altas sorianas, cuya economía dependía de la ganadería.

El regreso de los pastores transformaba Oncala. Javier Heras ha descrito cómo "el 80% de la gente se iba, los hombres de 13 a 70 años", quedando mujeres, niños y ancianos. El pueblo "se vaciaba" desde octubre y el retorno era el evento más esperado. La llegada del rebaño era una explosión de alegría y reencuentros, "un día de fiestas de los más esperados del año".

Mientras los hombres recorrían las cañadas, en los pueblos quedaban las mujeres, verdaderas guardianas del hogar y la vida comunitaria. Javier Heras ha destacado su figura, a menudo silenciada. "El marido se iba y dejaba aquí a las mujeres al cargo de la casa, de las gallinas, de los cerdos, de las vacas, de todos los animales que no transitaban", ha detallado. Una carga pesada, pues "muchas veces la mujer quedaba embarazada y con toda la responsabilidad sobre sus espaldas".

La llegada de pastores y rebaños incluía rituales significativos. Uno de los primeros actos, según Javier Heras, era contar las ovejas. Una práctica obligada pues "aquí las ovejas las metían en terrenos comunales", ha explicado. El derecho a estos pastos estaba regulado: "Tenías derecho a un determinado número de ovejas solo por ser vecino y la cantidad de tierras propias también influía". Si un pastor traía más ovejas de las permitidas debía pagar por ellas y este sistema aseguraba la sostenibilidad de los pastos. Tras este conteo, arrancaba una humilde celebración. Migas para compartir y coger fuerzas para retomar las rutinas con mayor alegría.

La fiesta de este sábado no es solo recreación folclórica, sino una herramienta viva de transmisión cultural. Es una oportunidad para que nuevas generaciones comprendan aquella forma de vida y los mayores revivan recuerdos, un puente entre el pasado y el futuro de Oncala. En un mundo cambiante, mirar hacia atrás "es necesario". Javier Heras lo ha expresado claramente: "Si queremos hacer algo en el futuro, tenemos que saber de dónde venimos". Esta reflexión resuena en la Fiesta de la Trashumancia. La fiesta es una afirmación de identidad y fuente de inspiración. Dar visibilidad a la cultura de un pueblo, como ha subrayado Heras, "es esencial para que no se pierdan sus raíces y la comunidad mantenga su anclaje histórico".

La Fiesta de la Trashumancia de Oncala es testimonio de la resiliencia de una cultura que se niega a desaparecer. Recuerda la interdependencia humano-medio, la sabiduría en la gestión de recursos y el valor de la comunidad. El sonido de los cencerros este sábado es el eco de una historia que merece ser contada. La labor de personas como Javier Heras y el compromiso comunitario aseguran que la llama de la trashumancia siga viva, iluminando el camino a futuras generaciones.

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