El novillero soriano se estrena con tres orejas en un día que recordará siempre.
El sol de la mañana sanjuanera ha bañado la plaza de toros de Soria, pero una luz más intensa ha brillado sobre el albero: la de un joven novillero que ha convertido su debut en una gesta memorable. David Espejón, soriano de cuna y torero por vocación, ha vivido una jornada que ha definido con dos palabras cargadas de emoción: "pura felicidad". No es para menos. En su primer día vestido de luces como novillero sin caballos, ha cortado tres orejas y ha salido a hombros por la puerta grande de San Benito, un sueño que ha compartido con una afición entregada que ha coreado su nombre hasta la extenuación.
El Viernes de Toros es una de las citas de referencia de los Sanjuanes. Tradición y la pasión taurina se apoderan de la ciudad. En este escenario, el estreno de un torero en ciernes de la tierra siempre genera una expectación añadida. Espejón no solo ha cumplido con las expectativas, sino que las ha desbordado, especialmente con una actuación más que notable en el segundo de su lote. Su triunfo no es solo una victoria personal, sino la confirmación de que el talento, la constancia y el coraje pueden abrirse paso contra todo pronóstico.
Uno de los momentos más emocionantes de la mañana ha sido la comunión entre el novillero y los tendidos. La plaza, convertida en un clamor, ha reconocido el esfuerzo y la entrega del joven. Para Espejón, esa conexión ha sido una experiencia casi mística. "La grada cantando David Espejón, torero, torero… eso son cosas que solamente he vivido hoy y no creo que vuelva a vivir en mi vida, así que en el recuerdo siempre", ha confesado con la voz todavía temblorosa por la adrenalina. Este apoyo incondicional de su gente, de los de Espejón, de Huerta del Rey (Burgos), de toda Soria, ha sido el combustible que ha alimentado su faena.
Lo que hace todavía más meritoria la hazaña del joven novillero es que ha forjado su camino a base de intuición, sacrificio y una determinación inquebrantable. Lejos de verlo como una desventaja, lo considera un estímulo. "Es un plus añadido", remarca en esa sana competencia con sus compañeros de lidia porque, al fin y al cabo, "tienes que intentar estar igual o mejor que ellos. Vienen muy preparados a día de hoy". Su éxito es un mensaje interesante: no hay un único camino hacia la cima cuando sobran el valor y el arte.
Cuando un torero se enfrenta a la soledad del ruedo, los pensamientos se agolpan. ¿En quién ha pensado David Espejón durante esos minutos de máxima tensión y gloria? Su respuesta revela ese interior que ha guiado sus pasos: "En mí mismo y en todo lo que me había costado llegar hasta aquí, en mí he pensado". No es un gesto egocéntrico, sino el reconocimiento a un viaje personal lleno de obstáculos, de horas de entrenamiento en silencio y de una fe ciega en sus propias posibilidades. Ha sido esa fuerza interior la que le ha permitido vaciarse en la plaza y conectar de una manera tan genuina con el público.
La clave de su triunfo, según sus propias palabras, ha radicado en una premisa fundamental: la honestidad con uno mismo. "Me quedo con la satisfacción de haber toreado para mí y, a raíz de eso, haber transmitido al público", ha afirmado. Esta filosofía, la de buscar la pureza del toreo sin artificios, sin ambages, sin lisonjas fáciles, es lo que ha calado hondo en una afición que sabe reconocer la autenticidad. Ha sido una entrega total, sin guardarse nada, como él mismo ha prometido: "Yo salía a darlo todo y dándolo todo y he estado tranquilo, es donde se han conseguido las cosas".
Un triunfo así no se construye en soledad. Detrás del traje de luces hay una red de afectos que ha sido su pilar secreto, fundamental. Al ser preguntado por la dedicatoria de esta puerta grande, no ha dudado ni un instante: "A mi familia, a mis amigos y a la gente que me apoya muchísimo". Son ellos los que han estado en los días grises, los que han animado cuando las fuerzas flaqueaban y los que hoy celebran su éxito como si fuera propio. Este reconocimiento a los suyos humaniza al héroe y lo acerca todavía más a la gente que lo ha visto crecer.
¿Y ahora qué? Tras tocar el cielo en la plaza de Soria, la pregunta sobre su futuro es inevitable. Fiel a su naturalidad, Espejón ha respondido con una sonrisa que desarma y demuestra que mantiene los pies en la tierra. "Bueno, me voy a duchar y lo pienso", responde natural, como su toreo, y espontáneo, reflejando a un joven centrado en el presente, en saborear un momento que, como él mismo ha dicho, es de "pura felicidad y pura alegría". La ducha servirá para limpiar el sudor y la arena, pero la gloria de esta mañana sanjuanera permanecerá imborrable en su piel y en la memoria de toda Soria.
La afición, pendiente ya del nacimiento de su nueva estrella taurina que, a buen seguro, destilará los ricos y bellos matices del mármol que aflora en su localidad natal.
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