El soriano David Espejón triunfa, rotundo, en la primera novillada del Viernes de Toros

A las diez y media de esta mañana de Viernes de Toros daba comienzo la novillada matinal en la plaza de toros de San Benito. Un paseíllo que ha estado protagonizado por la terna compuesta por Leo Pallatier, Dennis Martín y el soriano David Espejón.

Los tres se encargaban de la lidia de los erales, traídos de la ganadería Campo Bravo Alcarreño, correspondientes a las cuadrillas de La Cruz y San Pedro, Santa Catalina, La Mayor, El Rosel y San Blas, Santiago y San Miguel.

Pallatier abría plaza con lucidez con el capote y exprimiendo con la derecha a su enemigo con la muleta, sin poder ejercer el toreo al natural. Faena práctica, denotando quizá ser el más experimentado de la terna en festejos sin picadores. Erraba a espadas, con varios viajes con el acero y teniendo que hacer uso de la cruceta en un buen número de ocasiones. Faena silenciada por el respetable que comenzaba a llenar los tendidos. En su segundo, parado, se lucía en chicuelinas con el percal y se lo llevaba de muleta a los medios facturando un toreo práctico con destellos de quietud. Efectivo, con algo de ayuda con el capote de un acólito que hundía la media estocada cobrada al final, daban con el novillo en tierra. Oreja.

Martín, voluntarioso, recibía con gusto al primero de su lote, al que también banderilló. Con la muleta la faena fue fundamentalmente por el pitón derecho. A la hora del volapié, la fortuna tampoco le era propicia y menos aún con las prisas para pasaportar al astado, que se echaba sobre el albero para después levantarse tras errar el puntillero. Finalmente se tendía en el suelo para morir definitivamente con la puntilla, cobraba una oreja. En el segundo exhibía su repertorio con el capote al igual que con los rehiletes, cobrando un buen par al violín, para dar paso a una faena.

Campanada

La campanada la daba Espejón en su primer encuentro con el paisanaje. El soriano sorprendía gratamente, saludando con el percal con torería y dando muestras de su calidad, pese a ser su primera vez que vestía de luces. Ya con la muleta, con los nervios a flor de piel, daba distancia al eral, toreando templado con ambas manos y seguro con las distancias, sin atosigar a su enemigo. En la suprema, cobraba una estocada entera, ligeramente contraria, aunque no conseguía que el animal rodase. Echaba mano al descabello y a la segunda acababa con la vida del novillo. Orejas para el soriano y gran fiesta en las gradas.

Más centrado y seguro en el que cerraba plaza, el de Espejón mantenía el apoyo en los tendidos, lo que no le impidió pausar y concentrarse en su cometido. Con una larga de rodillas recibía a su oponente que, en un arreón se desentendía del novillero para barrer las tablas.

Sin embargo, Espejón decidía bajar el percal para ahormar las embestidas, logrando verónicas de bella factura. Ya con el trapo, se le ha visto a gusto con el novillo, quizá el mejor del encierro, al que exprimía al máximo alargando la faena. Con el acero pinchaba en el primer volapié y al segundo cobraba una segunda estocada algo baja, que no hacía el efecto deseado. Finalmente, otra vez el descabello, con media docena de intentos, ante la urgencia de la afición sobre el albero, hacía rodar al animal. Oreja.