Kaike Canto es uno de los esquiladores que esta temporada ha liberado de sus vellones a miles de ovejas sorianas, pero su conexión con el oficio va más allá de lo profesional: nació, literalmente, entre lana. Este joven uruguayo, que trabaja en una cuadrilla de rumanos, representa la dureza de una profesión esencial pero poco valorada. Su testimonio revela el esfuerzo, la tradición familiar y la esperanza de un futuro mejor para las nuevas generaciones de esquiladores. Un testimonio y la dureza de un trabajo que quedan perfectamente reflejados en las imágenes de Viksar Fotografía.
Con la llegada del calor, los campos de Soria tienen una de las citas más importantes y laboriosas del calendario ganadero: la campaña de esquileo. Un trabajo esencial que garantiza el bienestar de miles de ovejas antes de la llegada de las altas temperaturas y que resulta crucial para los ganaderos de la provincia. Para acometer esta tarea, cada año aterrizan en Soria cuadrillas de esquiladores profesionales, equipos de especialistas, muchos de ellos llegados desde otros países como Uruguay o Rumanía, que recorren la geografía soriana de rebaño en rebaño. Su pericia, a contrarreloj, convierte el zumbido de las máquinas en la banda sonora que anuncia el alivio para el ganado. Este relato lo podéis ver plasmado al detalle en las instantáneas tomadas por Viksar Fotografía.
Entre estos artesanos se encuentra Kaike Canto, un joven esquilador uruguayo cuya historia está tejida con los mismos hilos que maneja a diario. Su vínculo con la lana es casi predestinado, un lazo forjado desde su nacimiento. "Mi madre cuando estaba embarazada de mí trabajaba acondicionando la lana mientras mi viejo esquilaba. Después que yo nací, ella siguió trabajando en eso y me ponía a dormir dentro de sacas de lana", relata Kaike. Esta infancia marcó un camino que abrazó profesionalmente a los diecisiete años y del que, como él mismo afirma, "desde ahí no paré más".

Su llegada a los campos españoles es la continuación de un legado familiar. Fue su padre, un veterano de muchas campañas en España, quien le abrió la puerta. "Él hace muchos años que venía, y un día me preguntó si quería probar, cuando cumplí 18, y le dije que sí", explica. Tras una primera experiencia en 2023, este año ha regresado a Soria de la mano de la empresa 'Pastores de Aragón', aunque con una particularidad: "Me han mandado con una cuadrilla de rumanos, soy el único uruguayo aquí". Esta composición internacional de los equipos es un reflejo de la naturaleza global de una habilidad tan especializada, que les lleva a recorrer la provincia sin descanso. "Todos los días vamos a pueblos diferentes", admite, un testimonio del ritmo nómada que impone el ganado.
El volumen de trabajo es asombroso y da una idea de la exigencia física del oficio. "Lo máximo que hemos llegado a esquilar, 1.800 ovejas, entre seis", revela Kaike, lo que supone una media de 300 animales por persona en una sola jornada. Su récord personal se sitúa en 281. Esta proeza, lograda con tijeras eléctricas, requiere una destreza, fuerza y resistencia inmensas. La velocidad es clave: para las ovejas de la zona, que "tienen poca lana", el proceso dura apenas "minuto o minuto y medio". La campaña actual en Soria, que ha supuesto esquilar unas 50.000 ovejas.
A pesar de la habilidad y el esfuerzo que exige, Kaike siente que es una profesión poco valorada. "Este trabajo es un poco duro", afirma con convicción. A la dureza física se suman las presiones económicas. "Cada vez menos uruguayos quieren venir por el tema del precio, porque las herramientas y el pasaje todos los años suben y cobramos lo mismo", lamenta. Explica que, en su caso, debe asumir importantes gastos iniciales: "Me tengo que comprar las cuchillas, los peines, la tijera, el pasaje de ida y vuelta, que son 1.500 euros". Esta inversión inicial significa que tienen que "trabajar un mes solo para pagar el gasto" antes de empezar a obtener beneficios.
Mirando al futuro, Kaike no solo porta las herramientas de su oficio, sino también una esperanza de cambio. Su deseo es claro y directo, un llamamiento a cuidar el relevo generacional. "Quisiera que esto mejorara y que empresas tanto en Uruguay como aquí en España le dieran oportunidades a chicos jóvenes como yo que quieren salir a trabajar", expresa. Su petición subraya una preocupación real por la sostenibilidad de la profesión, un oficio ancestral y vital para el campo que necesita apoyo para no desaparecer. Su historia pone rostro al esfuerzo humano que hay detrás de cada vellón de lana.
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