Hijos y nietos del pueblo, turistas y segundas residencias. El Multiplicador Estacional de la Población estima que la provincia aumenta en 5,74 veces sus habitantes. Una alegría para quienes ven sus pueblos llenarse de vida, un reto para los servicios y... ¿una oportunidad de futuro?
“Como alcalde, ojalá fuera agosto todo el año. En verano, Hinojosa del Campo es un pueblo vivo…. Tienes niños, bicicletas, gente paseando o echando la partida… Hay actividad, hay eso: vida”. La frase la verbaliza uno de los alcaldes consultados para este reportaje, pero a buen seguro firmarían bajo ella la mayoría de los 182 regidores que la provincia. En invierno “hace frío y no hay nada”, más allá de una veintena corta de vecinos, cuenta. Ya al principio del verano se elevan hasta los 80 y se vuelven a duplicar en la semana de fiestas.
Siempre se ha dicho que Soria se triplica en verano, pero la estadística oficial dice que multiplica por 5,74 su población. Las segundas residencias y casas de los abuelos se llenan con hijos y nietos del pueblo, aunque cada vez más gente sin una vinculación familiar elige vivir un verano rural. Las temperaturas frescas, la libertad para los más pequeños y el escapar del estrés de la ciudad son las razones que más pesan para convertirse en ‘sorianos de verano’.
Los datos constatan un fenómeno evidente que ofrece oportunidades, económicas y sociales, tanto para los que vienen como para los que están. Aupados por el riego de jardines, los pueblos multiplican su consumo de agua. Por ejemplo, en el campo de Gómara se pasa de no alcanzar los 3.000 litros/día en enero a superar los 50.000 litros en los momentos álgidos de agosto. Los residuos también crecen. Diputación recogió en marzo de 2024 un total de 824.580 kilos de basura. En agosto fueron 1.559.780 kilos de basura, prácticamente el doble. Según el INE en Soria hay más viviendas catalogadas como no principales (46.284) que como primeras viviendas (37.971). Y de las 34.332 urgencias atendidas en el Hospital el año pasado, 3.520 fueron en agosto, mientras que la media en el resto de meses fue de 2.800. El verano pasado fueron más de 3.000 las personas que la pidieron durante el mes de agosto su tarjeta sanitaria de desplazados.
El fenómeno se vive de manera diferente en función, sobre todo, del tamaño del pueblo. Entre los grandes, los más turísticos, como El Burgo, reciben más turistas que estancias largas, mientras que otros apenas lo notan. Podría ser el caso de Golmayo u Ólvega, donde su alcaldesa explica que “no aumenta la población, pero si la actividad”. Quienes llegan a pasar el estío se compensan con quienes se van a pueblos más pequeños. Aun así, tiendas, bares y restaurantes notan la demanda de los veraneantes que llegan a los pueblos cercanos. También hay más población infantil, con padres que teletrabajan o nietos con los abuelos durante las vacaciones escolares. “Aunque algunos vienen buscando tranquilidad, desde el Ayuntamiento aprovechamos para que haya más vida en la calle y más contacto social, sobre todo entre los menores”, explica Elia Jiménez.
En los pueblos medianos, aquellos que rondan o superan ligeramente los 1.000 vecinos, los habitantes pueden duplicarse tranquilamente en verano, sobre todo en zonas frescas como Pinares o donde el vínculo con los familiares que todavía viven en el pueblo es solo de una o dos generaciones. Pero, sin duda, donde más se nota este fenómeno es en los pueblos más pequeños, lugares donde en inverno no se llegan a la decena de vecinos y en el punto álgido del verano se pueden alcanzar fácilmente los 200 habitantes.
Cenegro, uno de los dos pueblos que componen el municipio de Fuentecambrón que cuenta en su conjunto con 31 habitantes, revive en agosto con la apertura comunal de su bar y sus fiestas de verano. “El pueblo se llena y es una alegría salir a la calle y ver a la gente”, cuenta su alcalde Kevin Rincón. El puente de agosto es el momento cumbre en muchos de estos municipios, donde la diferencia entre julio y agosto todavía es importante. En Valdenebro “nos juntamos unas 250 personas para la comida de hermandad y estoy seguro de que la mitad de los que están en el pueblo no vienen”, cuenta su alcalde José Antonio Cercadillos. Mismo caso en Hinojosa del Campo donde Raúl Lozano destaca la implicación de muchos de los que regresan y que “el pueblo tiene ahora mismo más vida que hace 20 años”. La lista no es infinita, pero en una provincia con 512 núcleos de población si es muy larga.
Algunos vienen “dando lecciones”, con “exigencias” para no pagar el agua más que los meses de verano o con ideas para el pueblo, a veces buenas, pero esperan que sean otros quienes las hagan realidad. Afortunadamente, la mayaría colabora y hace en pro del pueblo. En muchos casos, desde Madrid, nietas del pueblo llevan las redes sociales o preparan y contratan actividades para las fiestas.
Y así, el verano avanza entre chapuzones en la piscina, partidas de guiñote en el bar y conversaciones a la fresca. Bicicletas, verbenas y paseos. Experiencias iniciáticas para los más jóvenes, desconexión laboral y social para los adultos y reconfortables encuentros para los más veteranos. Más pronto de lo que parece llegarán las fiestas. La misa, la verbena y la gallofa. Y, de repente, la despedida y el regreso.
Para los que se quedan, quedará también el eterno debate sobre la viabilidad de los pequeños pueblos, las peticiones nunca atendidas de un segundo empadronamiento que ayuden a pagar unas facturas que no desaparecen en inverno, los problemas del día a día y la angustia existencial de quien ve, poco a poco, desaparecer lo suyo. Y entonces, resonará aquello de…. “Ojalá fuera agosto todo el año”.
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