Los incendios: Dudas, preguntas y certezas

España, para ser algo más exactos, la mitad oeste de la península Ibérica, ha vivido un agosto catastrófico a cuenta de los incendios. Más de 400.000 hectáreas quemadas y al menos 5 personas fallecidas (entre ellas Nacho, bombero forestal soriano) es el demoledor balance de un verano que, cada vez, parece menos excepcional. Junto al desastre natural y humano, los españoles hemos tenido que soportar una vergonzante riña política a cuenta del fuego. Pero más allá del bochornoso ruido, la situación nos deja varios puntos sobre los que reflexionar.

Partamos de la base de que los incendios forman parte de la naturaleza y son uno de los muchos elementos que tiene para autogestionarse. Eso, claro, si no son provocados. Se habla de más de cuarenta detenidos y un centenar de investigados en todo España por provocar, intencionadamente o no, los fuegos. La primera respuesta que necesitamos es quién prende los montes y, sobre todo, con que fin. ¿Enfermedades mentales? ¿intereses urbanísticos? ¿laborales? ¿energéticos? ¿Minerales y aprovechamientos forestales?

Saber por qué se prende fuego es un buen punto de partida para limitar los incentivos de los pirómanos.

Después debemos analizar los factores que los convierten en tan virulentos. Sin duda, las altas temperaturas continuadas son uno de ellos, es estúpido negar el calentamiento global, pero no el único. El estado de abandono que sufren los montes por la despoblación rural es otro de ellos. Y la sobreregulación que prohíbe o dificulta tener animales, limpiar el monte o, simplemente, aprovechar los recursos endógenos de este, también. Afortunadamente, en Soria vemos estos problemas con cierta distancia, pero no debemos descuidarnos y debemos seguir peleando para hacer el monte rentable. Solo se cuida aquello que sirve para algo.

Luego está el análisis de la gestión. La de la prevención y la de la extinción. Ha quedado claro que la primera es prácticamente inexistente y siempre parece un gasto prescindible. La segunda es francamente mejorable. Materiales anticuados, personal sin formación y una inversión insuficiente son el antesala del problema; la falta de coordinación y las competencias.

Algún día España deberá afrontar una realidad tan incómoda como evidente; el modelo de organización territorial no funciona. Las Comunidades confrontan en cuanto a atribuciones, financiación, y en muchas ocasiones políticamente, con el Gobierno. Eso genera unas ineficiencias a escala que se muestran con una abrumadora crueldad cuando más necesita el ciudadano una respuesta eficiente. Si la (supuesta) cercanía y agilidad de las Comunidades Autónomas son incompatibles con el músculo económico y logístico del Estado, ¿de qué nos sirven ambos al ciudadano? Lo hemos visto durante el Covid, la DANA y, ahora con los incendios. ¿Alguien duda de que el sistema territorial español ha sido contraproducente en esas tres crisis? Yo, desde luego, no.