Francisco Vizcarra, tercera generación al frente de un negocio familiar abierto desde 1951, mantiene vivo el espíritu del comercio de proximidad en San Leonardo de Yagüe. Su estrategia para sobrevivir a la despoblación y a la competencia online se basa en un pilar inquebrantable: un servicio personalizado que ninguna plataforma digital puede igualar, una atención que va más allá del horario comercial y una defensa a ultranza del valor añadido que solo el tendero de toda la vida puede ofrecer.
En el corazón de la comarca de Pinares, San Leonardo de Yagüe ha sido testigo, como tantos otros pueblos de la provincia, de una lenta pero constante sangría demográfica. Las calles que antes bullían de actividad hoy reflejan una realidad más sosegada, un desafío mayúsculo para el tejido comercial que se esfuerza por mantener las persianas subidas. En este contexto, la Ferretería Pachi no es solo una tienda, sino un símbolo de resistencia que ha visto pasar tres generaciones tras su mostrador.
Desde que su abuela la fundara en 1951, el negocio ha sido el epicentro de la vida de la familia Vizcarra. Ahora es Francisco quien, desde hace apenas año y medio, ha tomado las riendas. Lo ha hecho tras la jubilación de su padre a los 79 años, asumiendo no solo un trabajo, sino un legado y una responsabilidad con su pueblo. Su regreso al negocio familiar no ha sido una decisión tomada a la ligera, sino un acto de compromiso para que un servicio esencial no desapareciera.
La situación del comercio rural en Soria es, en palabras de Francisco, "complicada". La despoblación es el primer gran adversario. "San Leonardo era un pueblo que tenía 2.500 habitantes censados y vivía más gente, ahora no llega a 2.000 habitantes", explica. Esta pérdida de población repercute directamente en la clientela potencial y en la viabilidad de los negocios locales, que ven cómo su mercado se reduce año tras año.
A este desafío estructural se ha sumado en la última década un competidor global y deshumanizado: el comercio electrónico. Para Vizcarra, la amenaza es clara y directa. "Internet es criminal", sentencia con rotundidad. La facilidad para comparar precios y la comodidad de la entrega a domicilio han creado un campo de batalla desigual en el que las pequeñas tiendas tienen difícil competir. Sin embargo, Francisco ha encontrado en la principal debilidad de las grandes plataformas su mayor fortaleza.
¿Cómo se lucha contra un gigante como Amazon? La respuesta de Francisco Vizcarra no está en el precio, sino en el servicio. Su política es una declaración de principios. "A mí me viene gente porque compran en Internet y no les funciona; no les puedo ayudar porque no lo han comprado aquí", afirma. Lejos de ser un capricho, es la defensa de un modelo de negocio basado en la confianza y el respaldo al cliente. Una y otra vez, vecinos acuden a su tienda "con herramientas adquiridas en la red que han fallado". Su respuesta es siempre la misma.
"Me viene mucha gente durante todo el año con máquinas compradas en Internet. Un taladro, una amoladora, da igual. 'Oye, se me ha parado, necesito escobillas'. Y yo, sinceramente, pues si no la has comprado aquí, yo no la voy a dar", relata. Su lógica es aplastante: él se responsabiliza de lo que vende. "Si yo te estoy vendiendo a ti un taladro, y se te rompe dentro de cinco años, yo te lo voy a intentar solucionar, como sea", añade. Es precisamente ese servicio postventa, esa garantía personal, lo que un vendedor anónimo a miles de kilómetros no puede ofrecer.
La ferretería es más que un medio de vida para Francisco; es su historia. "Es un negocio familiar. Lleva toda la vida, aquí han estado mis padres, desde siempre", recuerda. Aunque durante un tiempo exploró otros caminos profesionales, el peso de la tradición y el deseo de que el esfuerzo de sus antecesores no cayera en saco roto le han traído de vuelta. "Al final mis padres se han hecho mayores y bueno, porque no cerrase, he vuelto", confiesa con sencillez.
Este regreso ha sido recibido con los brazos abiertos por la comunidad de San Leonardo de Yagüe. Lejos de encontrar indiferencia, ha sentido el calor y el apoyo de sus vecinos. "Desde que he cogido yo la tienda he notado muy buena sensación de muchísima gente del pueblo", asegura. Este respaldo es el motor que le impulsa a seguir adelante en un entorno donde cada cliente cuenta y cada venta es una pequeña victoria.
La dedicación de Francisco Vizcarra trasciende con creces el horario comercial. Su compromiso es total, hasta el punto de convertir su negocio en un servicio de urgencias para la comarca. En la puerta de la ferretería no solo figura el horario, sino también su número de teléfono particular. Una línea directa para cualquier imprevisto. "Estoy en casa y me llaman a las 9 de la noche, 'oye, tengo una emergencia', y yo siempre que me llama alguien, si puedo, bajo", explica.
Esta disponibilidad es especialmente crucial durante los fines de semana o en verano, cuando la población flotante aumenta. Una tubería rota, un grifo que no cierra, cualquier problema doméstico encuentra respuesta en la ferretería. "Un sábado por la tarde me llaman, 'tengo un grifo que se me acaba de romper, estoy perdiendo agua, por favor'. Y digo, no te preocupes, vente a la tienda que bajo", comenta. Es la personificación del comercio de proximidad, un servicio humano e inmediato que se erige como el principal argumento contra la frialdad de un clic. Es la lucha de un ferretero que, en lugar de vender solo productos, ofrece soluciones, confianza y, sobre todo, futuro para su pueblo.
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