Licenciada en Bioquímica y doctorada en Neurociencia Cognitiva, pasó parte de su infancia en Soria, ya que su padre es natural de la capital soriana.
El cerebro humano es un órgano sorprendentemente dinámico, capaz de adaptarse, modificar su estructura y reorganizarse a lo largo de toda la vida. Esta habilidad, conocida como plasticidad cerebral, permite que se ajuste a las experiencias, aprendizajes y cambios que enfrentamos, tanto a nivel físico como emocional durante la vida.
Desde el nacimiento, el entorno desempeña un papel crucial en el desarrollo y la plasticidad cerebral, que es la capacidad que tiene el cerebro para adaptarse al cambio y reorganizarse a lo largo de la vida. En la adolescencia, es especialmente plástico, pero esta capacidad disminuye con el tiempo. También, la cultura en la que crecemos influye significativamente, aunque a menudo no somos plenamente conscientes de cómo nos afecta. Además, es fundamental tener en cuenta que los hábitos saludables tienen un impacto directo en la forma en que esta plasticidad se mantiene, se potencia y se desarrolla.
Los hábitos saludables que desarrollamos y practicamos en el día a día son importantes para potenciar la plasticidad cerebral. Hablo en detalle sobre esto en mi libro, destacando acciones como una buena alimentación, pasar tiempo en la naturaleza, tener una red de apoyo social y gestionar adecuadamente nuestras emociones. Las relaciones sociales son cruciales, aunque a veces las subestimamos. Es vital seguir aprendiendo constantemente, como si hiciéramos ejercicio físico, pero para el cerebro. Estos hábitos ayudan a mantenerlo flexible, más saludable y a mejorar nuestra calidad de vida durante más tiempo.
El libro está dirigido a cualquier persona interesada en la ciencia, pero está escrito de forma accesible para todos. Se inicia con una introducción básica sobre el cerebro, para quienes se inician en la neurociencia. Luego, profundizo en la neuroplasticidad, haciendo un recorrido histórico que explica cómo se entendió el cerebro y cómo hemos descubierto que no es rígido, sino que puede cambiar y aprender constantemente. También, explico qué es la neuroplasticidad y cómo el mundo que nos rodea lo moldea.
La reserva cognitiva hace referencia a la capacidad del cerebro para resistir y adaptarse frente a deterioros cognitivos, como los que se dan en enfermedades neurodegenerativas. Si mantenemos el cerebro activo a lo largo de la vida, ya sea con juegos de mesa, aprender idiomas o tocar un instrumento, podemos protegernos en cierta medida de los efectos del envejecimiento cerebral y enfermedades como el Alzheimer.
Sí, hay estudios que muestran que un estilo de vida cognitivamente activo puede retrasar la aparición de síntomas de enfermedades neurodegenerativas en una persona. En un grupo de investigación en el que participé, estudiamos a pacientes con la enfermedad de Huntington. Descubrimos que aquellos que mantenían una actividad cognitiva alta experimentaban la aparición de síntomas más tarde, que aquellos con un estilo de vida mucho menos activo. Este fenómeno también ocurre en cerebros de personas sanas, lo que destaca la importancia de mantener el cerebro más activo.
La comparación es clara. Así como el cuerpo se debilita por la falta de ejercicio físico, el cerebro también se ve afectado por la falta de estímulos adecuados. El contacto con la naturaleza y las actividades físicas enriquecen enormemente el cerebro, mientras que la vida sedentaria y la exposición constante a pantallas limitan esa estimulación. El cerebro necesita estar activo, no solo resolviendo rompecabezas, sino también socializando y participando en actividades que desafíen nuestras capacidades cognitivas continuamente.
Claro. La resiliencia se refiere a la capacidad del cerebro para mantener su funcionamiento a pesar de la pérdida de neuronas, como ocurre con enfermedades neurodegenerativas. Si una persona ha llevado un estilo de vida activo y saludable, sus síntomas aparecerán más tarde. La resistencia, por otro lado, tiene que ver con la capacidad de las neuronas para resistir la muerte neuronal cuando estamos constantemente desafiando nuestro cerebro. El mantenernos curiosos, aprender constantemente y no conformarnos con una vida pasiva es esencial para fortalecer y proteger la resistencia cerebral.
En mi libro, hablo de tres tipos principales. La plasticidad sináptica, que se refiere a los cambios en las conexiones entre neuronas, es la más conocida. Luego está la plasticidad de la mielina, que hace que la transmisión de impulsos nerviosos sea más rápida, como el aislamiento de un cable, y que también puede modificarse a lo largo de la vida. Finalmente, hablo de la neurogénesis, que es la formación de nuevas neuronas. Aunque durante años se pensó que no podíamos generar nuevas neuronas en un cerebro adulto, hoy sabemos que esto sí es posible en ciertas áreas del cerebro, aunque todavía se está investigando su impacto a largo plazo.
El principal consejo sería, simplemente, mantenerse activo y curioso en la vida. No es necesario hacer cosas que no nos gusten, pero sí podemos encontrar actividades que nos interesen y que desafíen a nuestro cerebro. Mantener relaciones sociales, aprender cosas nuevas y cuidar nuestra salud emocional, son algunos de los factores clave para garantizar que nuestro cerebro se mantenga flexible y saludable a lo largo de los años.
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