Artículo de opinión de Javier Jiménez Santamaría, concejal y senador del PP.
Los sorianos compramos al número uno del Ayuntamiento que la idea de peatonalizar la ‘Plaza Roja’, levantar mamotretos en el Espolón y pegar un pelotazo urbanístico para cuatro colegas con el famoso parking era cojonudo para nuestro medioambiente. Una vez que el tráfico rodado se iba alejando del centro de la ciudad, los patinetes, las bicicletas y las gentes íbamos conviviendo entre adoquines levantados y las terrazas de los establecimientos hosteleros. El alcalde nos dijo que eso era “comodidad”.
La persecución de Carlos a los “pocos” 7.809 autónomos que se mueven con vehículos motorizados por nuestra ciudad iban a quedar contrarrestados con el gran protagonismo que iban a tener los “muchísimos” patinetes y bicicletas que se desplazan por nuestra urbe. El jefe del cortijo nos dijo que a esto se le denominaba “humanizar”. Mientras veíamos la imposibilidad de traer a la ‘Panorama’ a Los Pajaritos, llegar a ver a nuestro Numancia o llevar a los sobris a los cochecitos de las ferias, iban desapareciendo misteriosamente 800 aparcamientos. El patrón dijo que quien se opusiera era un traidor a la Agenda 2030.
¿Entramos en esas rotondas que simulan PortAventura, esos giros imposibles, esa inexistente ronda del Duero o esa Zona de Bajas Emisiones que sacudirá el bolsillo de aquel que no pueda tener un coche de última generación? Que va, que va. El número uno nos argumentará que Soria es la ciudad más limpia del universo.
La transformación total de esta ciudad acabará cuando el ideólogo de todo esto acabe no dentro de mucho en Valladolid… o un rato más tarde en Tera, alejado del caos circulatorio de nuestra ciudad.
Como dice el patrón: “¡Manda huevos!”
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