Enrique Rubio, desde Berlanga para Soria Noticias
Ahora que la climatología ha aplacado los rigores del verano y los días se hacen un poco más cortos, creo que pocos habrá que no nos hayamos sorprendido a nosotros mismos haciendo zapping en el sofá buscando algo con lo que entretenernos un rato. La oferta de la parrilla es inmensamente amplia. Desde canales de cocina a documentales de peces, pasando por un tipo con aspecto de samurái moderno que prueba todo tipo de espadas hechas allí mismo. Mientras, en el canal anterior, vuelven los supermodernos polis de Miami Vice o una película de Paco Martínez Soria descubriendo Benidorm con una playa casi desierta, como la que aparece en otro canal donde una pareja vestidos con un morral sobreviven en la naturaleza mientras son grabados por un cámara que, seguramente, pasa menos penalidades. Sin saber dónde parar, yo al final acabé viendo cómo una pareja intentaba hacer de un autobús viejo un hogar para vivir de una manera diferente, frente a un mundo que les parecía estandarizado e insostenible, incluso habían avanzado en la idea de poner tierra en unos cubos de plástico reciclados para tener sus propias cebollas y zanahorias de autoconsumo. Además, moviendo la cama mediante un mecanismo muy ingenioso conseguían hacer una estantería donde poner la ropa. Cambiar de canal es algo que hacemos por inercia, el cambiar de modo de vida lo pensamos más veces de las que lo hacemos.
De todas esas peripecias y andanzas vistas en solo 10 minutos de televisión, la aventura de acabar viviendo en algún sitio es la única que practicamos todos y siempre buscando vivir mejor. También resulta curioso cómo tenemos una tendencia innata hacia el inconformismo e incluso, se podría decir, que de manera natural nos vamos lejos de los estándares admitidos. Una generación amplia de sorianos y sorianas dejó hace tiempo sus raíces para buscar una nueva modernidad que les esperaba. Ahora, hay muchos de sus descendientes que les ha pasado lo que Marshall Berman decía al hablar de la esencia de la modernidad: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Y viendo el vacío que supone, algunos, quizá no muchos, han tratado y conseguido volver a sus raíces. Creo que todos conocemos alguno de estos casos. Pero no solo son los ‘vinculados’ quienes desean probar los modelos de vida de nuestro mundo rural. Hay muchas más personas que ven en nuestros pueblos ese ‘autobús’ en el que crear su hogar y con mucha más lógica, pues el conocer los métodos constructivos tradicionales nos lleva a ser mucho más sostenibles; y, por supuesto, lo de cultivar en un huerto, en el terreno apropiado, no tiene nada que ver con hacerlo de cualquier otra manera, por mucho fertilizante que se ponga a un cubo reciclado.
En nuestra paradójica provincia, en la mayoría de nuestros pueblos, encontramos restos arqueológicos que nos hablan de otros tiempos y otros habitantes. Sin ir tan atrás, también indica que este ha sido un buen lugar para vivir. La huella dejada por generaciones pasadas, y no tan lejanas, pues algunas aun habitan en nuestra memoria, lo señalan. Pero la modernidad de un momento de desarrollismo convenció de manera fácil a muchos sorianos. Sin querer ser restos, los pueblos de nuestra Soria que todavía se mantienen en pie, algunos con ciertas dificultades, buscan la posibilidad de volver a andar. Pero para andar después de una lesión hace falta ayuda, fuerza de voluntad, o -mejor aún- la unión de ambas.
Por suerte, hay personas que se han dado cuenta de que el modelo de vivir en una ciudad no es el más deseable para su realización personal o la de sus proyectos, y buscar en un entorno natural y rural el horizonte de nuestros pueblos puede ser su destino. Seguramente no es fácil, y todo cambio necesita un periodo de adaptación. Pero si somos lo suficientemente generosos para compartir nuestro espacio, seguramente no la solución, pero sí tendremos -al menos- una oportunidad de rehabitarnos.
Haciendo un análisis de los problemas, a veces es curioso darse cuenta de que es más difícil poder asentarse en un pueblo pequeño que en uno mediano, al margen de la presencia o no de servicios. Hace pocos días, hablando un soriano muy deseoso de ver vida en su bonito pueblo, me comentaba que era imposible encontrar casa para comprar, ni solar, ni ruina; y lo difícil que era mantener un pueblo donde los propietarios no son residentes ni empadronados. Por cierto, quizá él no se fijó que también reside fuera y tiene varias casas vacías e incluso un huerto donde crecen frondosas las malas hierbas. Rehabitarnos.
De lo contrario, podremos seguir en sofá, cambiando de canal hasta que nos quedemos dormidos.
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